Cuarta victoria consecutiva y a un punto de los puestos de ascenso. La estadística invita a la ilusión y a la fiesta, pero no refleja el sufrimiento y el tostón de un Celta atascado ante el colista. El partido caminaba inexorablemente hacia el empate sin goles cuando el banquillo le dio un vuelco. Dos golpeos sutiles de Trashorras y un cabezazo de Michu convirtiendo en victoria lo que parecía un tropezón con mayúsculas.
El primer tiempo fue un tostón con una única oportunidad que llevarse a la boca. El Celta no solo se quedó sin su dupla de delanteros titulares, sino también sin ideas. Con Maris, como principal novedad en un once con cuatro cambios, y con Ghilas, que enseguida tuvo que entrar para reemplazar a un lesionado Dinei -el brasileño tuvo que vagar como alma en pena durante una decena de minutos esperando el cambio-, el cuadro celeste no existió en ataque.
Simplemente porque era imposible poder crear peligro cuando el balón tan solo lo podían divisar con catalejos y cuando aún sin Dinei, el fútbol directo cointinuaba siendo el principal recurso ya que los vigueses no trenzaban en medio campo, perdían balones a la velocidad de la luz e incluso era el bisoño colista quien ponía las pocas ideas sobre el verde. Eso sí, los hispalenses con el mismo bagaje. Con la portería mirando para otro planeta.
El primer acto, el que significaba la vuelta a la titularidad de Borja Oubiña, fue languideciendo entre bostezos, con el público desesperado y con Ruyales viviendo un partido plácido. Al meta sevillista tan solo se le acumuló el trabajo en la penúltima jugada del primer tiempo, cuando Ghilas y Maris fallaron al alimón una ocasión franca en el área pequeña. En la misma jugada Roberto Lago disparo con virulencia al larguero. En el único lance que parecía despertar del letargo a un Balaídos con síntomas de congelación y hastiado de semejante espectáculo.
Tampoco el ritmo del arranque del segundo tiempo era para echar cohetes, pero al menos Dani Abalo avisó con un tiro que salió rozando el larguero. El despertar del tiempo complementario anunciaba también un punto mayor de presión, lo mínimo para un equipo que quiere contactar con la cima.
El panorama pudo quedar aclarado poco después en un jugadón de Dani Abalo con pase de la muerte incluido y con Maris echando el balón fuera en la misma línea de gol. Increíble. Y aún con el susto en el cuerpo, De la Bella agarró un zurdazo que obligó a Notario a la parada de la tarde.
A partir de aquí el partido no mejoró en calidad, pero se abrió. Dani Abalo se quitó el corsé de juvenil y desde la derecha se encargó de fabricar el poco peligro que hacía el Celta. Pero el canterano no era suficiente y medida que el partido avanzaba crecía la sensación de impotencia. El Sevilla volvió a probar fortuna con de De la Bella y los vigueses volvían a estar tan atascados como al principio.
Al final, quien deshizo el entuerto fueron dos de los damnificados de Pepe Murcia. Trashorras, en su primer balón sacó de un modo magistral una falta para que Michu cabecease al fondo de las mallas con un impecable testarazo. De las botas del chairego nació también la sentencia. Una jugada de tiralíneas con Roberto Lago posibilitó que Ghilas cerrase el partido.