Ocho pueblos de Portugal para pasar unas vacaciones idílicas al lado del mar

Brais Suárez
Brais Suárez E. LA VOZ

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Los estereotipos dicen que la costa de Portugal es salvaje, oleada y ventosa. Hay mucho de eso, pero también pequeñas calas recogidas y perfectas para el baño. Pese a sus diferencias, todos estos lugares están unidos por la tradición pesquera que garantiza una buena gastronomía

06 jul 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Portugal siempre apetece. Pero es verdad que si te gustan las playas tranquilas, pudiera parecer que no es el mejor destino. Todo lo contrario. Te demostraremos que también puedes disfrutar de arenales recogidos perfectos para ir en familia y pasar unos días de lo más relajado. Toma nota porque te gustarán tanto que repetirás. 

Vila Nova de Milfontes

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Sorprende que todavía se mantenga como un secreto para el turismo internacional. En plena ruta vicentina, el pueblo aparece encaramado a la desembocadura del río Mira, con gigantes playas que se prolongan por la costa atlántica. Las animadas calles son un ejemplo de la arquitectura alentejana, con muchos bares tradicionales e interesantes propuestas gastronómicas como Tasca do Celso, donde probar lo mejor de sus pescados y mariscos. Es una buena puerta de entrada para el parque natural del sudoeste alentejano, que se extiende desde Sines hasta el cabo de Sagres.

Cabo da Roca

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«Onde a terra se acaba e o mar começa», lo describió Luís de Camões en su epopeya Os Lusíadas. A pocos kilómetros al norte de Lisboa, es el punto más occidental de Europa continental y su faro ofrece un impresionante mirador al océano y la costa más escarpada de Portugal. Aunque es un punto muy concurrido, en el entorno hay varios senderos para caminar en solitario, muy recomendables. Más al sur, se encuentran los pueblos de veraneo de Cascais y Estoril, con una gran oferta de ocio y gastronomía para unas vacaciones que combinen naturaleza y ciudad.

Faro

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Faro es una de las mejores bases para conocer el Algarve. Tiene un bonito casco histórico peatonal, con mucha animación y patrimonio cultural, como la catedral de Santa María, el palacio de Estói y las murallas junto al mar. Se ubica en el cabo de Ancão, con la playa homónima y el conjunto natural de la ría Formosa, considerada uno de los siete espacios portugueses de mayor valía gracias a su fauna y flora. Existen rutas definidas para poder observar hasta doscientas especies de aves, según la época del año. Además, se pueden organizar excursiones por las islas que protegen la bahía. Y, a poca distancia en coche, se puede llegar a playas impresionantes como Falésia o Barril.

Peniche

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Cumple todos los estereotipos de la costa portuguesa: sus larguísimos arenales expuestos a la fuerza del Atlántico lo convierten en un destino tradicional para los apasionados del surf y su villa marinera, con una propuesta gastronómica muy auténtica, también se ha convertido en atractivo para vacaciones familiares. Allí, un antiguo fuerte, utilizado como prisión durante la dictadura, acoge ahora el Museo Nacional de la Resistencia y la Libertad. Cuando el tiempo lo permite, se puede tomar un barco hasta las islas Berlengas.

Nazaré

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De un rinconcito alejado de Portugal, Nazaré pasó a los focos de todo el mundo por ser el sitio donde se surfea, año tras año, la ola más grande del planeta. La vista desde su pequeño fuerte es un icono en Portugal. Pero, al otro lado del cabo, el pueblo ofrece una playa más recogida, vida veraniega y la esencia de una villa de pescadores. En su amplio arenal, junto a los barquitos, se puede ver el museo vivo del pescado seco, que muestra la tradición de secar el pescado al sol.

Seixal

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Seixal ofrece una de las pocas playas de la isla de Madeira y, con seguridad, la más hermosa. Recogido en una pequeña bahía de aguas templadas y cristalinas, se puede nadar al pie de las grandes paredes volcánicas que conforman las montañas de la isla. Su pequeño puerto también facilita practicar deportes náuticos. Como alternativa, se puede ir a las vecinas piscinas naturales de Porto Moniz, más concurridas. En el pueblo, hay opciones para probar la gastronomía local, descansar y realizar rutas de senderismo por la Laurissilva (ecosistema típico de Madeira).

Arrábida

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La península de Arrábida alberga un parque natural a media hora en coche de Lisboa. Es un entorno inigualable por sus bosques autóctonos, que llegan al mar en rocosos cabos y amplios arenales que se caracterizan por la limpieza y tranquilidad de las aguas, ideales para el baño. Aunque hay pocas opciones de alojamiento, la ciudad de Setúbal está a un paso y favorece la logística. Enfrente, la localidad de Troia da la bienvenida a la costa alentejana con las ruinas de la mayor fábrica de salazón del Imperio romano.

Costa Nova

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Situada en el istmo que protege la ría de Aveiro del océano, Costa Nova es uno de los destinos de playa más valorados en el norte del país. Sus casitas de colores —así pintadas originalmente para identificar la propiedad— ya son una postal del verano luso. Se sitúan junto a un imponente conjunto de dunas, que dividen, por un lado, una playa salvaje y atlántica y, por el otro, un puerto pesquero con buenos restaurantes de pescado y marisco. Además, es posible pasear por las pasarelas de madera hasta el pintoresco faro y las salinas.