Dientes, dientes

YES

Mario Anzuon

10 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Se llama Aimee Lou Wood y es la revelación de la última temporada de The White Lotus a quienes los seguidores de la serie acudimos con la confianza del prosélito y salimos con el desencanto de un noviazgo equivocado. Sus capacidades interpretativas habían pasado hasta ahora por debajo del radar y quizás sigan en esa frecuencia porque de lo que más se ha hablado es de sus dientes. Unos dientes desafiantes, impulsivos, adelantados y descarados, despendolados incluso para los estándares actuales en donde incisivos y premolares parecen dispensarse en los lineales de la Fnac, todos iguales y todos perfectos. En todas las entrevistas que ha concedido Lou Wood tras ser tocada con la varita mágica de Mike White ha referido los volquetes de comentarios hirientes que ha encajado por su sonrisa heterodoxa que, quién sabe, quizás se convierta en una aspiración de manera que todos los que han arrimado miles de dólares para insertase carillas e implantes ahora suplementen la inversión en ortodoncistas capaces de crear imperfecciones dentales perfectas.

En España, se podría dictaminar la generación de un individuo solo con mirarle la boca. Hay una frontera clarísima antes de la cual las personas convivimos con dientes amontonados e imperfectos, supervivientes salvajes de una era en la que los aparatos dentales eran rudimentarios y toscos instrumentos para corregir incorrecciones en la alineación dental incompatibles casi con la vida. Después de esa frontera temporal todos los niños han puesto un bráquet en su vida, algunos por si acaso, y las sonrisas de la chavalada son hoy todas profidén e independientes de la herencia genética.

La paradójica e involuntaria venganza de Aimee Lou Wood es que en la locura ambiental de las tendencias y las modas ya hay quien considera sus paletas un ejemplo a seguir, como antes fue la diastema de Madonna que empujó a miles de influenciables a introducirse piezas en la boca que obligaban a sus incisivos a independizarse unos de los otros. Será porque, como dice ese refrán popular español acuñado por quien sabía de qué hablaba, «dientes, dientes, que es lo que les jode».