Sara Reig, psicóloga, es madre soltera tras superar dos rupturas y ser familia enlazada: «Las madres tenemos que aprender a soltar, pero no es fácil»
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«Seguir con una persona cuando no hay amor hace más daño a los hijos», asegura esta psicóloga y psicoterapeuta que, en una separación, recomienda dejar a un lado el ego adulto y poner siempre a los niños en el centro. ¿Un error con los hijos? «Explicarnos demasiado», dice Sara. ¿Líneas rojas? «Comentarios al niño del tipo: 'Como mamá se quiso separar, ahora estamos así'»
10 jun 2024 . Actualizado a las 09:55 h.Es psicóloga, madre y una mujer «fuerte, segura y autónoma» a todo el nivel que puede y que la dejan, matiza Sara Reig, que, a los 39 años, tras dos rupturas de pareja, vive en un gran y sólido equipo de tres. «Hoy somos mi hija, la gata y yo», dice esta mamá orgullosa de su niña de 8 años.
Sara tiene oficio y tiene un bagaje personal. Viene ya de una familia enlazada con tres hermanos (una hermana de padre y madre, un hermanastro por parte de la mujer con la que se casó su padre y una hermana nacida de este matrimonio). «Nos llevamos superbién los tres. A mis hermanos los quiero con locura», manifiesta esta mujer que sintió siempre la curiosidad de ser madre. Despejó la duda al convertir su deseo de tener un hijo en realidad con su primera pareja tras 15 años de relación. «La niña vino prontito y lo disfrutamos un montón, sin esa cosa de ‘quiero tener otro’», recuerda.
Sara es autónoma pero se debe en parte a su red, una tupida red de mujeres que se ayudan siempre «las unas a las otras». Las amigas son lazos que no deja de reforzar. «Ellas son otra cosa. ¡Que me enamoro de un capullo, ahí están!», expresa.
Tras separarse del padre de su hija, Sara recurrió a Creada, comunidad de terapeutas expertos en ayuda en separaciones conscientes y familias enlazadas, para orientarse al dar el paso de iniciar una nueva relación. Entró en Creada como paciente, o cliente, y salió como profesional, con experiencia como «madre y mamastra» en una familia enlazada. «Casi no se habla de estas familias. No somos familias desestructuradas. No estamos desestructuradas, son familias estructuradas pero de otra manera», restaura. «Ahora se llaman así, ¡pero estas familias han existido toda la vida!», señala sobre un modelo que representa ya al 80 % de las parejas divorciadas, que forman nuevas familias. Pero aún hay que romper estereotipos. Por ejemplo, en torno a padrastros y madrastras: «Yo he sido madrastra, que es una palabra con carga peyorativa, en parte por cómo se ha tratado en los cuentos. Prefiero usar mamastra, que proponen las creadoras del blog Ser madrastra. Es una vueltita de rosca».
¿Qué es lo primero que se debe hacer cuando se rompe una pareja? «Poner en el centro a la criatura. Asesorarse bien, sin prisa, ir pensando cada paso», dice Sara, que, como psicóloga, apela a ver el valor de la intuición.
«Seguir con una persona a la que no quieres hace más daño a todo el mundo, incluso a los hijos, que dejarlo. He conocido personas que me han dicho: ‘Yo rezaba todos los días por que mis padres se separaran’. Los hijos están bien cuando los padres están bien», considera desde su óptica de terapeuta. «Hay que aprender a soltar, sobre todo las madres, pero no es fácil. Nos han educado en cuidar, cuidar y cuidar».
¿Qué líneas rojas hay? «Actitudes violentas o negligentes. Comentarios al niño o la niña del tipo: ‘Como mamá se quiso separar, ahora estamos así’. No devolver la ropa al padre o la madre es un detalle importante».
Cada casa tiene sus normas, pero debemos «identificar qué es una necesidad de los padres y qué de los hijos. Porque hay progenitores que con la excusa del bienestar de los hijos controlan la vida del otro», dice Sara.
A veces la negligencia ni se ve por parte del que no está en lo pequeño, en el día a día. «A muchos les viene bien ser ignorantes. El género influye. No se ve igual a un hombre separado que a una mujer separada, ni a una mamá sola que a un papá solo», recalca.
¿Cómo se pone a los hijos en el centro, en lo concreto? «Es complicado porque estamos tan impregnados de las propias necesidades como adultos que cuesta objetivar y dejar de lado nuestro ego», admite Sara, que advierte que un error frecuente con los hijos es que «nos explicamos demasiado». «Recomiendo menos explicaciones y ninguna prisa».
«Yo lo he pasado fatal, pero hoy me siento agradecida. He crecido y ahora soy yo cien por cien», dice esta madre que sabe que nada es perfecto. Y abrazar la imperfección es ejemplar. Porque es lo humano.