Ane Arieta, madre, madrastra y máster en Mediación e Intervención Familiar: «Formar una familia enlazada puede fortalecer más la pareja»
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Lleva 12 años divorciada y diez formando una familia ensamblada con dos hijas y dos hijastras, y ayudando a otras con las suyas. Esta licenciada en Derecho es la creadora de la cuenta de Instagram STEP-FAMILY, un referente para más de 17.000 personas
07 jun 2024 . Actualizado a las 11:46 h.El 80 % de las parejas que se divorcian forman nuevas familias. Por eso, resulta sorprendente que haya tanto desconocimiento sobre las familias ensambladas. «Ha pasado mucho en muy poquito tiempo. Son familias, sí, pero no como las convencionales. Tienen los conflictos que puede tener la mejor de las familias, pero estos más complicados», señala Ane Arieta-Araunabeña —licenciada en Derecho Económico y máster en Mediación e Intervención Familiar—, que está dentro de ese 80% de parejas divorciadas y mucho de lo que aprendió de su experiencia como madre y madrastra en una familia ensamblada lo utiliza desde entonces, desde que empezó a construir su nuevo hogar, para ayudar a otras que afrontan un desafío como el que le cambió la vida hace un decenio. Fue «un lío grande» que la llevó a sacar su mejor versión y a formar una gran familia atravesando una realidad que no es la de Modern Family... Pero que tiene sus momentos de drama y de comedia de situación de esas que duelen, pero acaban por reconciliarte con la vida.
Dos años después de divorciarse del padre de sus hijas, la fundadora de la cuenta de Instagram STEP-FAMILY (que suma casi 17.000 seguidores) asumió la empresa de formar con su pareja un hogar de seis con un 2+2: Ane y su pareja han logrado crear junto a las dos hijas de ella y las dos de él una familia ensamblada, enlazada o reconstituida. ¿Cómo son estas familias de hecho, qué desafíos enfrentan en el ámbito legal y en situaciones concretas del día a día? Por si hay duda, una familia reconstituida es esa en la cual uno o los dos miembros de la pareja tienen uno o varios hijos de uniones anteriores. Son «familias exploradoras», que exploran un camino que no viene asfaltado por la experiencia de las convencionales, y que ya contempla el proyecto de ley que fue aprobado por el Gobierno español en febrero.
—¿Cuándo es necesaria una mediación o intervención familiar?
—Un proceso judicial se alarga en el tiempo y hace difícil construir vínculos. La mediación te permite tener una especie de juez o árbitro que no va a dictar sentencia en ningún momento, sino que facilita que las partes sean las que llegan a acuerdos.
—¿Qué hace el mediador?
—Va viendo las necesidades que tienen una y otra parte para alcanzar un acuerdo y ayuda a reflexionar y a escucharse el uno al otro. Es un trabajo de matices y de tiempo, pero no tanto como el de un proceso judicial, en que te vas a los dos años como mínimo. Están los costes económicos y emocionales de ese proceso judicial; no solo es la espera, sino también la incertidumbre que se genera a la hora de relacionarnos.
—¿En mediación no vale con que solo quiera uno?
—Sí. Si uno de los dos no quiere llegar a acuerdo, no funciona. Algo que estoy viendo por mi cuenta es que hablamos mucho de «por el bien de nuestros hijos» y eso lo que lleva es a terminar o callándonoslo todo y no ejercer la paternidad como querríamos, o a alargar una batalla. La mediación hace que los dos lleguen a un win win. El bien de los niños es, realmente, nuestro propio bien como padres y hay gente que no lo ve. Con la mediación, negociando desde el principio, podemos ejercer cuanto antes nuestro papel, no tener la mente ocupada con el miedo y la incertidumbre que generan los procesos judiciales.
—¿La familia enlazada es como cualquier otra? ¿Las herramientas para resolver los conflictos comunes son los mismos que funcionan en una familia convencional o son distintos?
—La familia enlazada es una familia de hecho, y parece que en breve ya será de derecho. Acaban de aprobar una ley que entrará en vigor que reconocerá, entre otras, a las familias reconstituidas. El 80 % de las parejas que se divorcian forman nuevas familias. Parece sorprendente que haya tanto desconocimiento. Ha pasado mucho en muy poquito tiempo. Son familias, sí, pero no como las convencionales. Tienen los conflictos que puede tener la mejor de las familias, pero estos más complicados. En las reconstituidas es un poco más de reto, y eso requiere hacernos con usos y costumbres que no tenemos. ¿Qué conocimiento tiene uno de la familia que va a crear? Las familias ensambladas no tenemos una cultura de usos y costumbres de cómo se suele hacer y tampoco tenemos guías, salvo esas personas que, como yo, salimos tratando de compartir la información más actualizada que existe; lo que no significa que esté contrastada con estudios empíricos y la experiencia de décadas detrás. Tenemos los conocimientos del derecho, conocimientos de intervención familiar, etcétera, que ayudan. Yo llevo doce años divorciada y diez creando mi nueva familia ensamblada. Y esto es, al final, tratar de aplicar a esta vivencia todo lo que hemos aprendido en el proceso desde un punto de vista profesional.
—¿Qué te ha dado la formación en Derecho en este sentido?
—El saber cómo deberían ser las cosas. Como luego lo he vivido, y lo he sufrido, lo he visto de otra manera. Yo hace diez años estaba buscando desesperada información en internet. Las emociones nos llevan tan al límite que se viven situaciones que a veces yo pensaba: «¡Qué raro que no salgan en los telediarios más sucesos con este origen, una familia ensamblada!». Yo buscaba y solo había desierto. En estos dos últimos años ha sido cuando he empezado a ver que el derecho se hacía eco. Ayudando, y viviendo mi experiencia, fui viendo cómo en el mismo tipo de familia ensamblada los sentimientos y las necesidades que tenemos al final son las mismas, incluso con gente que es de otros países. Se llegan a escuchar incluso las mismas frases, como esta de las madrastras: «Me siento una desconocida en mi propia casa». Yo soy madre con madrastra enfrente y madrastra con madre enfrente, y eso me ha permitido ver que, al final, sobre todo se trata de entender lo que cada uno siente para saber por qué se reacciona de una manera u otra. Si yo entiendo lo que siente el otro (una hijastra, por ejemplo), puedo trasladarle lo que necesito, pero ya lo voy a hacer de otro modo, desde esa comprensión. De esta manera, se puede hacer una gestión de la vida en familia que no esté tan sesgada por el dolor y la emoción.
—¿Son parecidos los sentimientos de los hijos y los hijastros o no?
—No es lo mismo tener en tu casa a tu madre que tener a tu padre. Ni igual la historia paralela que pueda haber en cada uno de ellos. No es lo mismo un niño que tiene un padre presente que otro con un padre que le ha abandonado o que le llama una vez al año. No es lo mismo lo que pueden sentir uno y otro respecto a la figura del padrastro o la madrastra.
—Pero un padrastro no tiene la culpa del vacío o la herida que causa un progenitor...
—No, no tiene la culpa. Yo me he sentido más juzgada, y haciendo mayor esfuerzo, como madrastra que como madre. El de madrastra es un papel muy complicado: mal si haces, mal si no haces. Como madrastras, no somos responsables de lo que ese niño vive [con su madre], pero sí que debemos ser conscientes de ello. Es un andar de puntillas. Debes saber cuál es tu lugar, que no es el de su madre. No están claras las obligaciones entre hijastros y padrastros, no están reguladas aún a nivel legal. Hay madrastras y padrastros que paternan y hay otros que no. Pero, en cualquiera de sus decisiones, se van a sentir juzgados. La sociedad enjuicia esos papeles, y eso genera un miedo en los menores.
—Callarse o no poner límites para ser aceptada como madrastra en la convivencia, dices, no es lo mejor...
—No eres su madre, pero eres el adulto de la casa. Hay cosas que son del sistema, no cabe una convivencia como si fuera un piso de estudiantes.
—A veces no nos divorciamos por proteger a los hijos. Y hay expertos que dicen: «Hazlo por ellos».
—Yo soy una gran defensora de pensarlo bien antes de separarse. A mis amigas les digo: «Antes de separaros, venid a hablar conmigo»...
—¿Porque es muy duro, más de lo que «a priori» tendemos a pensar?
—Es difícil. Yo soy más defensora, si hay amor, de no separarse. Si es por rutina, quemazón, broncas..., defiendo el tratar de lucharlo. El conflicto permanente en el matrimonio es el conflicto que se termina perpetuando en el divorcio, el posdivorcio y la copaternidad. Otra cosa es que en una pareja no haya amor o uno de los dos no quiera darle la vuelta a la situación, o haya situaciones de desigualdad o malos tratos. Ahí es obvio, claro.
«Con los hijastros no cabe la convivencia tipo piso de estudiantes»
—¿Qué aprendes, sobre todo, al formar una familia ensamblada?
—La familia ensamblada no es lo malo, ¡lo malo es lo que estaba ahí de antes! Una familia ensamblada funciona como un espejo de la gestión emocional que has hecho. Los niños en el momento de formar la familia ensamblada empiezan a vivir un nuevo duelo del divorcio. De repente, llega una persona a cambiar el acuerdo al que se había llegado entre los ex.
—¿Se puede ser más feliz que antes del divorcio formando esa nueva familia?
—Claro. En resumen, lo que yo le diría a una amiga separada que me dice: «He quedado con un chico que tiene dos hijos», es: «Mejor no quedes con él, no vaya a ser que te guste y te metas en el lío». Es un lío, pero también una oportunidad de convertirte en una versión mejor como madre o padre. La familia ensamblada puede sacar tu mejor versión. No es Modern Family, hay muchos retos que debes gestionar. Hay que aprender a hacerlo tranquilamente. Pero formar una familia ensamblada puede llegar a fortalecer más la pareja que un hijo común.
—¿Los ingredientes esenciales para formar una familia ensamblada?
—Hay dos sin los que esa familia va a ser difícil que sea funcional. Requiere generosidad y confianza. Muchas veces hablamos de cómo podemos ayudar a los demás... Yo te invitaría a tomarte tu familia ensamblada como la oportunidad de ayudar a niños que vienen con sus propias historias. Es importante estar abierto a generar esos vínculos afectivos que como adulto suponen una gran exigencia. Solo desde la confianza y la generosidad se pueden combatir los mensajes que vienen de fuera de inseguridad y miedo. Yo en STEP-FAMILY intento enseñar que se puede, que tenemos conflictos, pero se gestionan. Y otro ingrediente es la información, porque siempre nos calma.