Jordi Ferré, el mejor vecino de España: «Ayudo a simpapeles a encontrar trabajo. Tenemos un chat»

YES

Así fue elegido por la red social Nextdoor, y no es para menos. Le dedica una media de 5 horas al día a buscar ofertas para inmigrantes que llegan a nuestro país en situación irregular. Y lo hace de manera altruista. Solo por la satisfacción de ayudar a quien lo necesita

22 nov 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

El caso de Jordi Ferré es el de un supervecino en toda regla. Y no es que lo digamos nosotros, sino que así lo han votado los usuarios de la red Nextdoor porque ha sido proclamado el mejor vecino de España por esta red social. Casi nada. Y lo es por méritos propios, porque ha creado varios grupos de WhatsApp para inmigrantes, la mayoría de ellos sin documentación, y se dedica a enviarles ofertas de trabajo a las que pueden optar. Hay miles de personas adscritas a estos grupos y este vecino de Carabanchel (Madrid) les ayuda sin obtener ningún rédito. Nada más que por la satisfacción personal de colaborar con la gente.

Todo comenzó hace unos años cuando se apuntó a Nextdoor para conocer a sus vecinos del barrio y algunos decidieron quedar para tomar algo: «No tenía más intención que esa. Entonces, conocí a un chico colombiano y me explicó que tenía un grupo de WhatsApp para ayudar a gente inmigrante. Me dijo si yo quería participar porque la mayoría de los que se apuntaban eran recién llegados a España y yo, a lo mejor, podía ayudarlos para ir de un sitio a otro de Madrid. Los estuve ayudando una temporada. Pero, luego, por diferencia de ideas con los administradores, creé mi propio grupo». Esa diferencia de ideas venía motivada por el hecho de que Jordi ayudaba de manera altruista, mientras que los que gestionaban este grupo obtenían algún tipo de beneficio, según aclara.

«El grupo que creé fue pasándose de boca a boca y aumentando. De tal manera que WhatsApp permite hasta 1.024 integrantes en cada grupo y ya hemos llegado al límite hace unas semanas. Por lo que he tenido que abrir otro chat nuevo. Y en este ya somos como unas 60 personas», comenta.

De lo que se encarga, básicamente, Jordi es de informarles de las ofertas de trabajo para que puedan regularizar su situación: «Lo que hago es ponerles ofertas. Me meto en páginas web y cuando veo que no necesitan papeles o tener la documentación en regla o el carné de conducir, pues lo añado al grupo. Busco las ofertas a las que pueden acceder para ver si encuentran trabajo», explica.

Esta ayuda desinteresada le ocupa 4 o 5 horas al día durante la semana y 7 u 8 los fines de semana: «Hay mucho trabajo por hacer, hay muchísima gente, hay gente que me escribe por privado, preguntándome, por ejemplo, temas de asilo, de empadronamiento y así. Y lo hago simplemente porque me gusta ayudar a la gente. Nada más».

Jordi explica que jamás ha cobrado por ninguna de estas gestiones. «Aparte de este grupo, tengo otro de gente que tiene papeles. Creo que serán unas 300 personas de Madrid. Y luego, otro en Barcelona. En este hay de todo, porque es más pequeño. Serán unos 105 o 110», asegura. En todo este tiempo ha descubierto muchas historias de superación, pero una de ellas le ha marcado más que el resto: «Conocí a un chico colombiano el verano pasado que llevaba pantalón corto. Me mostró dos agujeros que tenía en la pierna izquierda. Yo me quedé muy sorprendido porque me parecieron disparos de bala. Al principio pensé que igual era otra cosa... Pero luego me contó que vivía en una zona de Colombia fronteriza con Ecuador y que había mucho narcotráfico. Los narcos le dijeron que o se unía a ellos o lo mataban. Él decidió que no. Y por eso tenía esas marcas en la pierna. Eran de dos disparos. Me quedé alucinado. En cuanto salió del hospital se vino para España. No podía seguir allí porque lo mataban».

Jordi también sabe de algún caso que, gracias a su ayuda, ha salido adelante. «Que me lo hayan dicho personalmente, tres personas. También veo gente que sale del grupo, con lo cual imagino que si van saliendo es porque han encontrado trabajo. No lo sé, habrá casos que imagino que sí y casos que, a lo mejor, no. Algunos también sé que han regresado a sus países. No sé cuántos. Pero que me lo hayan dicho a mí, pues también cuatro o cinco casos. Pero sé que hay gente que encuentra trabajo y no te dice nada».

Reconoce que cada vez que sabe de alguien que ha encontrado trabajo gracias a su ayuda siente «una satisfacción enorme». Además, para él fue toda una sorpresa haber sido elegido el mejor vecino de España. «En una de esas quedadas que hacíamos, vino una chica que vivía cerca de mí, y me dijo que me había propuesto para supervecino. Pero, claro, una cosa es que te lo digan y otra es ver que cuando ya solo quedan tres finalistas, tú eres uno de ellos. No me lo esperaba. Y tampoco sé muy bien cómo funciona. Imagino que me vota la gente. Luego, ya vi que pasaba a la final con dos de Barcelona», aclara. Y resultó ser el ganador: «Con un 59 % de los votos. Fue una sorpresa. Es más de la mitad». Y aunque el premio consiste en otorgarle un título al mejor vecino de España, según esta red social, y 150 euros para la oenegé que él decida, lo más importante es el reconocimiento de la gente.

La unión hace la fuerza

«Pienso que todo el mundo tendría que hacer lo mismo. La unión hace la fuerza y cuantos más lo hagamos, más podremos ayudar a la gente», cuenta este madrileño que anuncia que va a crear su propia oenegé, después de recibir el apoyo de mucha gente: «Mi idea era seguir ayudando como hasta ahora. Pero me están proponiendo crear una oenegé y como hay mucha gente que me dice que me va a ayudar, porque, claro, yo sigo teniendo mi trabajo, solo lo puedo hacer si la gente colabora», asegura este funcionario. «Mi idea es hacer un llamamiento. Da igual que seas joven o mayor, lo importante es ayudar a los demás y hacerlo de forma altruista. Porque hay gente que lo hace, pero para conseguir algún beneficio», puntualiza este hombre de 55 años, que echa de menos la cordialidad que había antes en los barrios. «Por eso me gusta Nextdoor, porque te pone en contacto con la gente de tu barrio y se puede crear una red colaborativa. Cuando era pequeño y vivía en Barcelona, todos los vecinos nos conocíamos y hablábamos. Ahora, en la escalera de mi edificio sí nos conocemos, pero con el resto de vecinos, nada», concluye.