A las puertas del sorteo más grande del año, «aunque toca más en Reyes», Teresa no pierde la esperanza, confía en que todavía le pueda traer más sorpresas. «Espero que me toque algo, aunque solo me devuelva los cuartos...», dice. Ella lo tiene muy claro: «No juego por el dinero, sino porque me gusta», y además, está muy mentalizada: «Si me toca, qué maravilla; que no, pues no estaba para mí. Ojalá que le toque a gente que lo necesite más que yo». Eso sí, mientras lo sigue intentando. Podemos decir que el espíritu lotero lo lleva en la sangre. En general, en su casa son muy loteros, aunque no a todos les gusta jugar. De su tía heredó la pasión y el número. No se lo pensó dos veces cuando se le presentó la oportunidad de continuar la tradición del 16177. «Yo vivía con mi tía, que era la que estaba abonada de toda la vida, y cuando se murió, seguí con él», relata Teresa. De esto hace ya casi 28 años y desde entonces no le ha dado tregua a diario. No lo comparte con nadie y juega todos los sorteos que hay. Esto implica jueves y sábados, y sorteos extraordinarios como Navidad o Reyes. «Los jueves no me toca nada, solo me da disgustos, alguna devolución, pero poco más. La empecé a coger porque me había convencido Ramiro, el padre de Ana, bueno también porque yo quería, y alguna vez digo: ‘Me voy a dar de baja', pero ahí sigo», señala.
Aunque es el más querido, porque confiesa que «hasta que me muera o no pueda ir a comprarlo, seguiré jugando», no es el único número al que le es fiel. También apuesta semanalmente por el 24451, que llegó a su vida de casualidad. «Estaba yo un día con Ana en La Favorita y llegó una señora que tenía pendiente de pago varios números no premiados. Le dijo que si no se iba a comprometer ella, no se los podía guardar, así que los cogí yo», cuenta Teresa, que la primera vez se llevó cuatro, pero finalmente se ha quedado solo con uno.