Luis Tosar: «Con dos niños, juergas, cero. Ya no sé cuándo fue la última»

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Santi M. Amil

En «Maixabel», la película que llega a los cines el 24 de septiembre, Tosar se adentra en el corazón de ETA y atraviesa el de todos. Otro papelón para dejarnos sin aliento. «Da un plus más de sufrimiento, porque por desgracia ha ocurrido», apunta

18 sep 2021 . Actualizado a las 13:07 h.

Nada más y nada menos que en las carnes de un etarra se mete esta vez Luis Tosar (Lugo, 1971). En concreto, en las de Ibon Etxezarreta, uno de los autores del asesinato de Juan María Jáuregui. El actor, triple premio Goya, estrena estos días en el Festival de San Sebastián Maixabel, una historia que eriza la piel a través del encuentro entre Maixabel Lasa y dos de los asesinos de su marido. Uno de ellos es al que pone rostro el lucense, que se entrevistó con el propio Etxezarreta. No se trata, dice Tosar, de humanizar al asesino. «Un asesino es un humano, pero que comete atrocidades», reflexiona el intérprete, que a punto de cumplir los 50, confiesa que son sus dos hijos, León y Luana, quienes le ayudan a volver a la tierra tras rodajes tan intensos como este. «Cuando no haces bien tu ejercicio de dejar las cosas del trabajo en el trabajo y llegar a casa lo más limpio posible, enseguida hay una imagen especular que te devuelve tu realidad y dices: ‘Vale, okey, no lo estoy haciendo lo suficientemente bien, porque ellos lo están notando’, confiesa.

—Encarnas a un etarra arrepentido. Un papelón, en todos los sentidos.

—Sí. Bueno, es una película compleja, muy ambiciosa, y también forma parte de un área de nuestra historia que a todo el mundo le gustaría olvidar, pero no puede ser. En este caso se trata de recrear unos hechos muy concretos en los que una serie de personas trabajaron para mejorar la armonía, la paz, la convivencia… Y que eso se pueda producir después de la huella de dolor que deja el terrorismo de ETA durante tantos años. Ese proceso de paz fue un momento muy concreto que terminó, pero tenemos la suerte de que los personajes reales están ahí, nos lo pudieron contar.

—Son personajes reales que te verán interpretarlos. ¿Has tenido oportunidad de hablar con ellos?

—Sí, ellos son conscientes de eso. Yo me pude entrevistar con Ibon y conocí a Maixabel. Blanca [Portillo] compartió mucho tiempo con Maixabel, que es el gran espíritu de la película. Y yo tuve la suerte de estar con Ibon en un par de ocasiones antes de rodar, y después vino un día a hacer una pequeña visita casi de incógnito, pero luego no se quiso hacer notar mucho. Para él es un proceso evidentemente muy doloroso, recrear todos estos momentos que han sido tan determinantes en su vida. Pero al mismo tiempo, también es un acto de generosidad. Por el lado de Maixabel, desde cualquier lugar que lo mires, porque ella es la generosidad personificada. Es una persona que con un marido asesinado por ETA es capaz de entablar un diálogo e incluir a otras víctimas que no son solo las de ETA dentro del proceso de paz, por así decirlo. Es una mujer con una amplitud de miras que tiene muy poca gente en el mundo. Y gracias a ella, yo creo que han ocurrido cosas que de otra forma no se hubiesen producido. Supongo que si hubiese muchos más como Maixabel, seguramente esas cicatrices de todos estos episodios estarían curándose a mucha más velocidad. Pero bueno, desgraciadamente no somos así por naturaleza.

—Entrevistarte con Ibon Etxezarreta no debió de ser fácil.

—Ibon en este caso fue muy, muy generoso conmigo, porque se expuso de una manera muy abierta para mostrarme lo que había sido su vida, sus fanatismos, sus desengaños, sus arrepentimientos, la asunción de todo el dolor que había producido… No sé, no son cosas fáciles de asumir para una persona. Él está en ese camino, y no hay muchos tampoco en eso. Esa es la realidad, y la tristeza también. Luego, la responsabilidad de lo que tú dices está ahí. Estamos interpretando a gente que está viva, que lo va a ver, pero de alguna manera también son partícipes del proyecto de forma directa, por así decirlo, con lo cual… No sé, creo que hay una especie de trabajo en equipo.

—¿Fue complicado para ti humanizar a un asesino? ¿O en este caso te resultó más fácil empatizar con alguien que se arrepiente y que es consciente del dolor que causó?

—A ver, humanizar a un asesino... No sé, un asesino es un humano, pero que comete atrocidades. También es verdad que depende del lugar desde el que lo mires, porque estamos viendo actuar a asesinos de forma descarada todos los días, pero nos parece normal. ¿Por qué? Porque están de nuestro lado quizás, y porque están autorizados por nosotros. Vemos matanzas a lo largo y ancho del mundo, pero como es Occidente el que lo hace, pues claro, nos parece que esos que matan están bien. En este caso, es alguien a quien hemos reprobado todos. Es una banda armada terrorista, ETA, y a todos nos han parecido siempre asesinos. Pero no han dejado de ser gente que estaban detrás de eso, seres humanos que estaban detrás y que por una razón o por otra, acabaron ahí. Algunos seguramente porque eran gente mala, directamente. Habrá algún psicópata metido en medio de estos, y luego hay gente que ha tenido unas circunstancias muy determinadas. También trata de eso un poco la peli.

—De contar cómo llegó Ibon al punto de matar y Maixabel al de perdonar.

—Sí. No desde el tronco de la película, pero sí que hay algo desde lo que se intenta que los personajes puedan explicar cómo llegaron adónde llegaron, y qué circunstancias se producían para eso. También qué circunstancias se produjeron para que después lograsen darle la vuelta, porque evidentemente alguien que llega hasta esos extremos, pero luego se da cuenta, es alguien que no está lejos de nosotros. Porque si no, no podría hacerlo. El que no le da la vuelta es el que sigue ahí dentro, pensando que la lucha armada está justificada, que el estado español es opresor, y una serie de cosas. Probablemente, esas personas sí estén lejos de nosotros. Pero yo a Ibon lo sentí muy cercano. Entendiendo que seguramente en un momento de su vida, para mí sería una persona horrible. Alguien que estaba convencido literalmente de que la lucha armada, la violencia y el asesinato estaban justificados para conseguir unos fines, un idealismo que ahora nos parece absurdo.

—¿Has llegado a entenderlo?

—Desde Galicia y la periferia uno entiende mejor estas situaciones, porque las vive un poco más cercanas. Ese entorno político en algunas posturas muy fanático, lo de marcar la diferencia, lo de creerte un poco mejor que el resto a veces, son términos peligrosos. Lo que pasa es que en Euskadi esto llegó al paroxismo absoluto, y aún llega en determinados entornos. No es algo que haya desaparecido completamente, y a mí es lo que más miedo me da. Joder, estamos viviendo una época muy extraña en la que la ultraderecha sube como la espuma. Pero también es una reacción, la misma que tuvo la gente del entorno aberzale y de ETA. Es decir, es algo provocado por otras cosas.

En casa nos dimos cuenta de que éramos ‘los eles’, y dijimos: 'Venga, vamos a buscar la que cierre el círculo'

—Hay un momento en el que Ibon dice: «Yo nunca te he pedido perdón, porque lo que hice fue imperdonable».

—Sí, porque sabes que de alguna manera también es poner la responsabilidad en el otro, y no se lo merece. Encima de que tiene el dolor, no puedes colocársela. Porque el perdón es una cosa muy cristiana al fin y al cabo. Eso de «te pido perdón, si tú me perdonas estoy más tranquilo». No, qué cojones. Ibon y Luis Carrasco yo creo que son gente que han tenido tanto tiempo para madurar todos estos conceptos en la cárcel, y además le han dado tan duro al pensamiento que lo han madurado de una manera muy racional y lo han dejado decantar. Se dan cuenta de que el perdón no es una cosa necesaria, es decir, Maixabel tampoco es que diga expresamente que le ha perdonado. Lo que pasa es que dice: «Creo que puedo convivir con esta gente, a mi marido le hubiera gustado que conviviéramos, pero yo no los considero mis amigos». No sé si es una especie de amistad, quizás sí, no sé. Es que es muy difícil, pero tampoco tienes que superar completamente ese sentimiento. Ellos lo que intentan es restaurar una paz que destruyeron y, de alguna manera, compensar un poco todo el daño que hicieron construyendo algo a futuro. Pero no para ellos. Yo creo que para ellos ya no piensan mucho.

—El asesinato es una de esas cosas que se suelen considerar imperdonables. Después de este viaje interpretativo, ¿qué dirías que es imperdonable para ti?

—Ni idea. Soy una persona que me dedico todo el santo día a ponerme en otros lugares. Desde hace muchos años me di cuenta de lo difícil que es hacerlo. Y a la gente que dice categóricamente: «Yo no haría esto», le diría: «Pero si es imposible saberlo». Tenemos que ser conscientes de lo que somos. Somos seres imprevisibles, seres que no sabemos cómo vamos a actuar prácticamente ni en los cinco minutos posteriores a lo que estamos diciendo ahora mismo, y la gente pretende saber cómo va a actuar en una situación extrema. Es que no tienes ni idea, yo no la tengo. Ni tengo ni idea de qué es lo que llegaría a perdonar o no. Si algo me ha enseñado esta película es que hay gente que realmente está por encima de todos nosotros, y a la que querría aspirar a parecerme. Me gustaría que hubiese más personas como Maixabel, y yo llegar a tener esa ambición emocional con respecto al resto de mis congéneres. Y poder enseñárselo a mis hijos, eso ya sería la hostia.

—De nuevo nos haces sufrir. ¿Es lo tuyo?

—¡Ja, ja! Ya, bueno, es lo que hay. Esta sí es un poco más... Da un poco más de plus de sufrimiento, porque es algo que ha ocurrido por desgracia de verdad, y que algunas personas han vivido muy, muy de cerca. Y luego todo un país lo ha vivido durante muchos años como uno de los problemas más acuciantes de nuestra sociedad. El terrorismo de ETA ha estado entre las primeras preocupaciones del ciudadano español durante décadas. Evidentemente, no puede dejarnos indiferentes ese sufrimiento y ese dolor.

—Y eso que dices que fuera de cámara no te gusta nada el conflicto. Los dejas todos para el cine entonces.

—Sí. No me gusta vivir en conflicto, que la vida sea un conflicto permanente, ni relacionarme con gente que concibe la vida como una especie de pelea constante. Aunque sea una pelea de baja intensidad, pero constante. No me gusta esa dinámica. La prefiero en el trabajo. La pruebo, la decanto y la olvido.

—¿Será cosa de la edad, que dicen que va amainando?

—No, lo he rehuido toda mi vida. No sé si será cuestión de los 50, ja, ja. A los 50 evidentemente me apetece menos el conflicto, lo disfruto más en la ficción. Pero es que jamás lo quise. Nunca he querido tener pirulas con nadie, me producen malestar y no me gusta sentirme mal. Entiendo que haya gente a la que le guste esa dinámica, eh, pero yo jamás la he tenido, nunca.

—Ahí atrás decías que esos 50 años los ibas a celebrar sí o sí. ¿Sigues adelante o te has echado atrás?

—Pues mira, los celebraré, pero aún no sé ni lo que voy a hacer. Parece que está la cosa un poco difícil todavía, pero los celebraré seguro. Y no sé cuánto de grande lo voy a poder hacer, pero quiero juntar a una pandilla de amigos.

—María León nos dijo hace poco en una entrevista que con la edad uno aprende a disfrutar mejor de las juergas, pero con dos niños es de suponer que juergas, pocas.

—¡Ja, ja! Juergas, cero. No, disfrutamos de las juergas durante el día. Las fiestas se producen al mediodía, comida en casa y cosas por el estilo. Pero juerga en sí, ya no sé cuándo fue la última. No la recuerdo. Es que no tengo ni idea, ja, ja.

—Con ellos no hay lugar al aburrimiento ni a las crisis existenciales. ¿Te ayudan a cambiar el chip del rodaje?

—Sí. A veces igual no lo consigues tanto, pero ellos son un buen reflejo de cuándo no lo estás consiguiendo. Cuando no haces bien tu ejercicio de dejar las cosas del trabajo en el trabajo y llegar a casa lo más limpio posible, enseguida hay una imagen especular que te devuelve tu realidad y dices: «Vale, okey, no lo estoy haciendo lo suficientemente bien, porque ellos lo están notando». Y es verdad, ellos son mucho más pragmáticos, mucho más resolutivos, y te hacen serlo a ti. Y eso es una maravilla, porque te hacen descentrarte. Nosotros, los actores, tenemos un problema. Y es que siempre estamos dándole vueltas a lo mismo, todo el rato. Tener hijos la centrifugación te la desvía un poco, no tienes el eje tan controlado, y eso está muy bien, porque te dejas llevar un poco más y dices: «Bueno, seguramente esto es mucho más importante que la rayadura en la que estaba instalado hace cinco minutos».

Me hace coña que Liam Neeson vaya a interpretarme

—Por cierto. Luis, Luisa, León y Luana. Cuatro eles. Buscadas, ¿no?

—La última sí fue buscada. Ya éramos «los eles», nos habíamos dado cuenta de que éramos «los eles», y dijimos: «Venga, vamos a buscar la que cierre el círculo y que también lo haga con ele». Nos costó, eh, nos costó mucho, porque no había ningún nombre con ele que nos acabase de chistar. Y ya finalmente mi mujer, mi esposa, que es maga para los nombres, lo encontró. Es ella la que acierta siempre. Lo mío hubiera sido un fracaso total.

—Va a hacer de ti Liam Neeson en el «remake» «El desconocido». Casi nada.

—Sí, sí. Yo sabía que se estaba haciendo ese proyecto, porque llevan tiempo intentando levantarlo con él como protagonista, hasta que ahora finalmente ha ido para adelante. Me hace ilusión, porque además esta película ya lleva varios remakes, uno coreano, uno alemán, y ahora ya este de Estados Unidos. Me hace coña, sí, un poco de coña sí me hace.

—Y además es una película gallega.

—Sí, debe ser que hacemos las cosas bien para que nos anden remakeando por ahí sin parar.

—Uno piensa que a un actor como tú, con varios goyas, nunca le dicen que no. ¿Cuándo fue la última vez?

—Es que aquí en España, claro, la dinámica es muy diferente. Porque aquí normalmente cuando me ofrecen algo, ya te lo están ofreciendo a ti, entonces es muy raro que después te digan que no. A no ser que sean unos hijos de puta, ¡ja, ja! O que ocurra algo muy raro de por medio, que todo se transforme, que podría ocurrir. Pero lo normal cuando me ofrecen algo nacional es que ya quieran que lo haga yo. Pero fuera, por ejemplo, cuando hago cástings de cosas para América, Inglaterra o así, ahí sí que me dicen que no, sin ningún problema.

—¿Y ahí uno se recoloca?

—Sí, pero la verdad es que las pruebas yo siempre me las tomé con bastante filosofía. Siempre intenté estar desde un lugar alejado y prudente para no llevarme grandes chascos, y con este tipo de pruebas que hago fuera, así de vez en cuando, pues ocurre un poco lo mismo. No pongo una gran ilusión en ello ni quiero que sean mi tabla de salvación ni nada por el estilo, porque esa posibilidad de que te digan que no, es muy amplia. Probablemente, más amplia que que te digan que sí.

—La culpa de todo esto la tiene Mavisa, aquella profe que vio un actor en ti.

—Sí, Mavisa es una de las personas más influyentes en mi vida, con diferencia. En un momento además muy especial, con 16 o 17 años, que es cuando la conocí, pues claro, podía tirar hacia un lado o hacia otro. Ella vio yo creo que una mezcla de interés y actitud muy clara desde su palestra e intentó orientarme. No solo a mí, sino a alguno más. Y le salió muy bien. Joder, yo más agradecido no le puedo estar. Gracias a Mavisa encontré mi vocación de una manera rapidísima, además. Quizás la hubiera encontrado después, pero seguramente no tan pronto. Ni de una manera tan clara. Fue en el instituto, en el IES A Nosa Señora dos Ollos Grandes, que era el femenino en Lugo, pero nosotros fuimos la primera promoción de chavales que entró.

—¿Es cierto que te colabas en el cole de tu hermana para ir a teatro?

—No, no. En el cole en el que estaba mi hermana, el de monjas de San Fernando, yo también hice párvulos. Después de eso me fui a los maristas, pero en ese colegio de mi hermana estaban las Juventudes Marianas Vicencianas, que era una congregación religiosa cristiana donde se hacían muchísimas actividades culturales y de teatro, orientadas para centros de día, de gente con discapacidades y cosas por el estilo. Entonces, llevaban como una especie de pequeño show ambulante. Y ahí nos colamos unos cuantos de maristas para hacer cosillas ahí. En realidad el motivo era mucho más espurio, porque nosotros veníamos de un colegio masculino en el que no había ni una sola chica, y ahí sí que las había. Entonces dijimos: «Venga, vamos a mezclarnos un poco». Ja, ja.

—¿Qué más estrenos tendrás?

Way Down, una película prepandémica que ha ido retrasándose, una de robos dirigida por Jaume Balagueró y que protagoniza Freddie Highmore, un tipo ilustre, el de The Good Doctor. Él habla muy bien español, y decía que era de ascendencia gallega, que se lo inventó. ¿No te acuerdas? Se montó la de Dios con la broma, lo nombraron hijo predilecto o una cosa así. Y esta peli finalmente ya logramos que se estrene en noviembre. Es una cámara acorazada que está bajo suelo, los tipos entran ahí y tal. A lo grande.

—Vamos, otra historia tranquilita.

—Bueno, en este caso mi personaje es un tipo bastante tranquilo, hasta simpático diría yo.

—¿Ya has tenido vacaciones en Galicia?

—Sí, fui para ver a la familia y nos tocó bastante mal tiempo, porque fuimos en julio. Ahora volvimos durante la ola de calor de aquí de Madrid, fuimos tres o cuatro días ahí a Lugo. A los niños les gusta mucho.