«El verano en la aldea es un revival con cero postureo»

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Abril y Lucía en el mismo hórreo en el que se escondían sus madres (Vanessa y Soraya) de niñas
Abril y Lucía en el mismo hórreo en el que se escondían sus madres (Vanessa y Soraya) de niñas

Aquí no hay playa ni wifi... ¿Qué tendrá esta aldea del interior que no tiene la costa?

28 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Es alucinante ver las estrellas en la eira, en As Cazallas, que, según la superabuela Maruja, es el «xardín de Melide». Esta aldea que vio nacer a esta mujer de 97 años espabilados como rosas hace buena la frase de que la belleza está el interior. Y les hace llevaderos los tiempos del covid a Soraya y Vanessa, que contagian a sus hijas la pasión por el lugar que las vio, verano a verano, crecer desde pequeñas. En el hórreo de «la bisa» Maruja -un hórreo que tiene más de cien años en piedra- estas primas jugaban a esconderse de sus padres. Ahora toman el relevo sus hijas, Lucía y Abril, que también se refugian allí de la orden de retirada de los mayores.

El verano en As Cazallas es un lujo, me cuentan sus asiduas, que no se puede pagar. Se tiene o no se tiene, es un bien de la familia. «El verano son los primos», aseguran Soraya y Vanessa. Allí en la aldea lo tienen todo, «y a buen precio, oye», dice Soraya. Naturaleza, familia, amigos, libertad. «El verano aquí es relax, cero postureo», es bañarse en la piscina o en el río Furelos (así se pasa el calor, que aprieta), disfrutar de comidas que se van alargando hasta ser cenas, en las que los invitados llegan sin avisar y te alegran el alma». Lo cuenta Soraya, la prima mayor. A sus 44 aún recuerda cómo se bañaban Vanessa y ella en el pilón de niñas, cómo hacían canastas en el poste de la luz y muchas anécdotas con alguna que otra rotura de mentón de por medio. Para dejarse caer, As Cazallas, que además tiene una iglesia donde jugaban las primas al escondite hace ya cuarenta años.

Su pasión por el monte (y por estar a monte), por los suyos, las noches llenas de estrellas y sin ruido, no ha cambiado con el paso del tiempo. Hay aldeas que son amores que duran toda la vida, en un río de generaciones. «Al final, estas vacaciones son un revival de nuestros veranos de la infancia», dice Soraya. «Sí -asegura Vanessa-, tenemos recuerdos maravillosos de aquellos veranos. Son un patrimonio, una tradición que queremos que se mantenga con nuestras hijas».

Abril y Lucía, dos primas que siguen la tradición de sus madres y abuelas de pasar las vacaciones en familia en Melide
Abril y Lucía, dos primas que siguen la tradición de sus madres y abuelas de pasar las vacaciones en familia en Melide

«No hace falta coger un avión ni hacer mil kilómetros cuando tienes un sitio al que volver para recordar de dónde vienes», nos emociona Soraya. Así cultivan, en verano, sus rosas familiares, en el mejor «campamento de verano» que existe: el de la abuela.

Las puertas están abiertas. Sin prisa, sin reloj, casi sin wifi (a veces lo encuentran cerca del lavadero) disfrutan las vacaciones estas primas (y familia). Los churros de O Burato, los melindres de Casa Melchora y las churrascadas también son razones de peso para celebrar fuerte el interior. Ellas, además, en casa de la abuela tienen «bufet libre». ¿Qué tiene, en fin, esta aldea sin mar? «Veranos como los de antes», dicen. ¡Y el jardín de la bisabuela! No hay otro igual. Esto sí es belleza interior...