Adrián, autista, epiléptico y rey de las flechas: «En los campeonatos nadie me ve raro»

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Adrián Millán, campeón arquero, en el campo del Club Arco Trasno, de Tomiño
Adrián Millán, campeón arquero, en el campo del Club Arco Trasno, de Tomiño Oscar Vázquez

PEQUEÑOS CAMPEONES GALLEGOS. Son números uno y no han cumplido la mayoría de edad. Un campeón arquero de Tomiño, la coruñesa que vuela con el skate y una crac del ajedrez de 9 años hacen que la esperanza dé un estirón

13 mar 2021 . Actualizado a las 09:14 h.

Adrián Millán tiene, a sus 17 años, una colección de trofeos y medallas que superan de largo su edad. Nadie le puede quitar lo que ganó: 15 trofeos y 25 medallas desde el 2016. Pero él llegó a temer que podría pasar, cuando la federación gallega le retiró la licencia que le impidió competir en casa una temporada tras convertirse en número uno. Podríamos llamarle «el Robin Hood gallego» por su talento con el arco y su gusto por el bosque, pero él no es un ladrón. Se ha ganado lo que tiene con puntería y una perseverancia que pelea contra su autismo. Sus padres, Carmen y Roberto, son sus primeros aliados en esta lucha fuera de competición. Adrián se convirtió, en el 2020, en subcampeón de Asturias en categoría absoluta y campeón en dos competiciones de liga nacional 3D y campo. Su historia es un flechazo a las dificultades y la discriminación.

Todo empezó «con un arco del Decathlon», recuerda su madre. «Le regalamos un arco de juguete ». Y vieron que Adrián tenía estilo. «Le hice unas fotos que compartí en Facebook y un compañero me dijo: ‘Qué buenas posturas pone... ¿Por qué no lo traes al Club de Gondomar?», cuenta su padre. Con 12 años, Adrián empezó a apuntar al campeón que ha llegado a ser.

Gracias al arco, se relaciona mejor. Él no tiene filtros, ni para lo bueno ni para lo malo, dice lo que piensa, como si fuese un espejo, necesita la repetición, lo concreto, tanto que, cuando, al prepararse para la Comunión (les costó encontrar cura dispuesto a dársela), le explicaron que Dios está en el cielo, él miraba arriba diciendo: «¿Dónde? No lo veo». Lo cuentan sus padres, que, cuando él se cansa, son su voz.

«Era un niño muy nervioso. Y en el Club de Gondomar nos dijeron que este deporte le iba a ir bien. ¡El primer año fue increíble! Todo beneficios. Y se le daba tan bien... Pero íbamos contentos porque veíamos que estaba relajado, que se centraba. Él que no era capaz de estar quieto en la silla...», señala su padre.

El primer premio fueron la calma y el contacto con los demás, esa manera de destensar con el deporte el arco de sus relaciones. Su especialidad es el arco desnudo, y sus favoritas, las competiciones de bosque. «Me gusta ir a los campeonatos porque soy como los demás compitiendo. Nadie me ve raro tirando flechas», cuenta Adrián.

PREMIO TRAS LA DESILUSIÓN

Enseguida se tomó en serio su pasión; al principio iba al Club Serra de Gondomar. Hoy tiene su propio club, que montaron sus padres a raíz de que le retiraran la licencia en Galicia. «Luchamos por él montando el club», dice su padre sobre el Arco Trasno, su sueño hecho realidad en el campo de Tomiño.

El primer trofeo llegó... «¡en la primera tirada!», ríe su padre. El primer año que compitió, en el 2016, cuando logró un segundo puesto en Galicia. En el 2018, Adrián fue el número uno gallego.

«Le quitaron la licencia en Galicia alegando que el seguro no cubría a un niño autista con epilepsia»

Tras convertirse en campeón le quitaron la licencia. «En septiembre del 2019 se le renovó, pero en octubre nos reclamaron desde la federación informes médicos en los que se indicase que está capacitado para este deporte», explica Carmen. «Primero nos dijeron que era por el autismo -añade Roberto-. Luego que era por la epilepsia». «Pero solicitar informes médicos para demostrar que estás capacitado no lo recoge la normativa ni se lo pidieron a nadie más en la federación. Le quitaron la licencia alegando que el seguro no cubría a un niño autista con epilepsia», resume Carmen. Estaban entonces en el club Arkeiros do Deza. Gracias a ellos, señalan, Adrián compitió la temporada pasada en Asturias, y se convirtió en subcampeón absoluto venciendo la desilusión de no haber podido jugar en Galicia. «Ese día lloré como una Magdalena», confiesa su padre. «Para Adrián fue un retroceso estar mes y medio sin practicar, no por competir, sino a la hora de relacionarse. Era como enfrentarse a todo por primera vez», explica su madre.

Pero hubo quien, en las duras, dio la cara por él. La familia no olvida el apoyo que recibieron, con nombres y apellidos. Entre otros, el de un guarda forestal de 64 años que lleva toda la vida tirando con arco siendo epiléptico.

Oscar Vázquez

Adrián, que ha pasado más de un año sin crisis, fue discriminado sin razón, subrayan sus padres, que se aficionaron al arco gracias a él. «Aprendí al verlo a él, al acompañarle. Y ahora yo pongo los arcos a punto», dice Roberto. A Carmen la apuntó él por sorpresa a un curso de iniciación, y se convirtió el año pasado en campeona gallega.

En esta entrevista por Skype, Adrián me enseña uno de los trofeos de los que se siente más orgulloso, el del campeonato gallego de bosque del 2018. Tiene tantos que su abuelo le está haciendo una vitrina para reunirlos, para tener muy junta su gran familia de méritos. «Eso espero, que ya no hay sitio», dice.

¿Prefiere las medallas o los trofeos? «Cuando tenga el siguiente concurso de arco, lo averiguaremos...», responde Adrián, que no dice una palabra en vano. Es directo y competitivo. Si algo sale mal, «se pica», dice su padre. Al principio, si las flechas se le iban fuera, se frustraba, pero sus padres destensan con humor lo que él se toma a pecho.

«Lo mejor no son los trofeos, sino la tranquilidad que ganó Adrián, el arco le ayudó a gestionar la vida con más calma»

Ni ganar un trofeo le cura a Adrián el dolor de romper una flecha. Conoce el valor de cada una. El trabajo de sus padres y el del arco va en el sentido de relajar esa tensión. Lo mejor «no son tanto los trofeos como la tranquilidad que ganó Adrián con el arco, que le ayudó a gestionar la vida con calma. Llévalo del deporte a la vida cotidiana: no pasa nada si te equivocas, esa es la lección». «Ahora, Adrián no da pasos atrás si te acercas. Da pasos adelante. Y, si vienes a casa, eres un amigo. Es una educación que no da el colegio». En abril, Adrián competirá en Villaviciosa. Recuperó la licencia gallega, pero el campeón arquero de Tomiño irá a Asturias a poner a prueba su tirada, ese flechazo maestro que acertó en la diana de su vocación.

Maia Pérez, campeona de España de ajedrez: «¡Soy mala en las partidas rápidas!»

Oscar Vázquez

Hasta gana la partida en humildad, que es la forma elegante de ganar. A Maia Pérez, del Club Xadrez Mos, campeona de España de ajedrez sub-8 en el 2019 que representó al país en Europa, no le gustan las derrotas, pero ha aprendido a encajarlas. Torres, caballos y alfiles la ayudan a ser una reina. Dice que su hermano la supera y que ir contra el reloj es su mayor debilidad. El 15 de mayo, Maia cumplirá 10 primaveras como una crac precoz del tablero. Apasionada de la película En busca de Bobby Fischer, cuenta los días que nos roba la pandemia entrenando online.

«Jugar online difícil-difícil no es, pero sí es muy distinto», señala Maia. Y su madre, Sandra, la acompaña diciendo que los niños «necesitan más tocar las piezas, el contacto físico. Maia disfruta mucho más de los torneos en vivo».

Los torneos, cuentan Maia y Sandra, no son solo partidas de ajedrez. «Allí conozco a otros niños, coincidimos los niños de unos y otros clubes». Se van conociendo y, entre partida y partida, hablan y los juegos van yendo mucho más allá del tablero.

«Mi hermano es mejor»

Maia movió la primera pieza cuando tenía 6 años. «Mi hermano jugaba, y yo le veía y me gustaba... Entonces, un día mi madre me preguntó si quería aprender y le dije que sí», cuenta esta pequeña campeona. Al principio, le pareció «un poco aburrido», pero con el tiempo fue creciendo el interés y Maia empezó a ganar. ¿Qué es lo importante para ganar? «Entrenar y entrenar», responde.

Como en todo en la vida, refuerza su madre, se nota mucho el trabajo. «Es un deporte en el que se aprende de los errores. Analizar tus errores ayuda a mejorar».

«Una asignatura pendiente: que las federaciones promuevan de verdad la participación de las chicas»

Al tablero son muchos más los chicos que las chicas que compiten. «Es una asignatura pendiente: que las federaciones promuevan de verdad la participación de las chicas. Las niñas necesitan referentes», dice Sandra. Referentes como estos. Uno de ellos, muy cercano, es Inés Prado, la primera campeona gallega de ajedrez. Otros para Maia son Carlsen y Judit Polgár.

Maia le dedica a su pasión cinco horas a la semana, y cuando hay competición más. El talento importa, pero todavía más «las horas que le echas».

Le gustan las blancas. «Me gusta una apertura que hago con blancas, la catalana», detalla quien muestra su debilidad. «¡Soy mala en las partidas rápidas!», admite.

Su hermano es su rival en casa. «Es mejor que yo», asegura Maia, que sueña con ganar el campeonato gallego tras haber logrado el nacional. La capacidad de concentración de Maia es su as. «No sé cómo lo hago...», dice Maia. Y su madre: «Tiene una sangre fría que la ayuda». «Lo bueno del ajedrez es que te ayuda a anticiparte, a ver que tus planes tienen unas consecuencias». Te ayuda a ser flexible, dicen, y a gestionar mejor el fracaso. «Vas a perder muchas partidas, gestionar esto es muy útil. Es un poco como la vida, se puede aprender del error. Es lo bonito», concluye Sandra, la madre de una campeona sin prisas por acabar la partida.

Julia Benedetti, campeona española de skate: «Si te diviertes, mejoras»

EDUARDO PEREZ

Lleva la poesía en el apellido y alas en los pies. Julia Benedetti (A Coruña, 2004) es campeona de España de skateboarding y a sus 16 no lleva la cuenta de sus premios, pero tiene bien guardada la medalla de bronce que ganó en los mundiales de Qatar. Este año irá a los Juegos Olímpicos de Tokio, que debieron posponerse a este verano por la pandemia del covid. Ella será la única española que compita en skatepark. Pero no piensa mucho en eso, para no descentrarse en el día a día ni detener la diversión de «surfear» en patín.

«Tengo un hermano mayor que hace surf. Tenía un skate en casa y, si no había olas, patinaba. Yo lo veía y patinaba en casa, un poco de broma, con él... Y me empezó a gustar más y más», cuenta Julia sobre cómo echó a rodar. Se ganó un patín propio. «Al comprarlo, me dieron un folleto de una escuela, Maroña, y empecé a ir», dice. Lo del skate la enamoró: «Al principio iba a la escuela un día a la semana, los sábados. Para mí era el día especial». En la misma escuela sigue la maga coruñesa del skate (mírala en su Instagram, @juliabenedetti_sk8). ¿Cómo hace para volar? «No es tanto... Es práctica... Creo que lo importante es divertirse y pasárselo bien. Si te diviertes, siempre mejoras. Si me lo paso bien y estoy motivada, yo lo hago mejor que si no me apetece patinar o si estoy cansada», explica. La clave es «que te guste lo que haces, es lo que hace que te esfuerces».

«Me rompí una vez la muñeca y el codo hace poco, pero nada grave...»

Como se rompió un brazo en diciembre, Julia estuvo una temporada sin poder patinar. «No sigo una rutina, porque depende de otras cosas, como de los exámenes que tenga. Si tengo más libre, voy más», resuelve. Compagina los estudios con su pasión, y lo más difícil para ella es un «McTwist», que es «como un 540 y un mortal, algo raro». Cuesta ponerse en situación...

Julia se ha caído más de una vez. Y se ha vuelto a levantar. «Me rompí una vez la muñeca y el codo hace poco, pero nada grave», despeja. Nada ha conseguido alejarla de su pasión, que se estrena como deporte olímpico.

Lo mejor para esta campeona es que al patinar desconecta de «todo». En premios, el que se lleva la palma de su ilusión es el primer campeonato de España que ganó. No lleva la cuenta, pero calcula que van «cinco o así». «El primero fue el que más ilusión me hizo —subraya— y también la medalla de bronce en los juegos de Qatar. ¡Una medalla mola!». «La tengo en la habitación bien guardada. Tengo una hermana que buaaa..., es un poco revoltosa», cuenta.

Este año irá al mundial que más puntúa antes que a Tokio. Ella hace que vaya rodado. Empezó a competir en el 2015 a propuesta de su escuela. «¡Era divertido!, fuimos a Málaga y yo iba más a ver que a competir. Lo que me impresionó fue ver a todos los pros de España ahí».

«Si te gusta, lo sabes, prueba, las cosas van yendo solas», propone Julia a ese niño o esa niña que la ven volar con el skate. Este verano participaremos con Julia en la olimpiada de la ilusión.