Un confinamiento especial: «Estuve 8 meses solo con mis perros»

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VÍTOR MEJUTO

La mejor compañía no tiene que tener dos extremidades ni hablar perfectamente. A veces, como en el caso de Sol, un animal puede convertirse en un gran aliado, especialmente cuando hay poca interacción social

06 feb 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

A Sol y a Lax, su fiel escudero, el confinamiento de marzo les pilló con un pie en un piso y otro en una casa con terreno en las afueras de A Coruña. Hace tiempo que a ella le venía rondando la idea de tener una parcela en la que Lax, un rottweiler de 3 años, pudiera campar a sus anchas, ya que percibía que el animal cada vez llevaba peor vivir entre cuatro paredes. Cuando empezó a sonar lo del covid, no se lo tomó muy en serio, pero a medida que se iba acercando y que veía que otros países entraban en cuarentena, cambió el chip y la mudanza se materializó. «Cuando escuché eso de minutos, a no más de cien metros de casa... me agobié yo más que él», confiesa Sol, que fue entonces cuando dijo: «Vámonos».

Desde entonces, tanto Sol como Lax apenas se han movido de su nuevo hogar. «Prácticamente estuve desde marzo hasta octubre haciendo vida solo con él, salvo visitas puntuales a la familia y siempre de manera muy prudente», señala Sol, que se deshace en halagos para su gran compañero de vida. No se quiere imaginar cómo hubiera sido el confinamiento sola, sin la compañía de Lax, pero sospecha que más aburrido, agobiante y estresante. «A mí me hace muchísima compañía, y durante esos meses que ya no sabías ni qué hacer, tenías la motivación de decir: ‘Voy a hacer algo con él, a jugar con él...’. A mí ver la tele ya no me llena, así que por lo menos lo tenía a él», cuenta Sol, mientras al otro lado del teléfono se escucha cómo Lax la recibe en casa.

Para esta especie de autoconfinamiento contó con la ayuda de algún que otro aliado, como Óscar, uno de los socios de Cans School, adonde antes de la pandemia acudía con Lax para que aprendiera a socializar con otros perros y a ser un poquito más obediente, «porque aunque es muy bueno, es muy cabezón». «Llevábamos cinco meses trabajando con Óscar, pero cuando empezó el confinamiento lo dejamos, sin embargo, me siguió ayudando, porque me traía hasta casa el pienso que come Lax», señala.

Ahora, que Sol ya sale con más frecuencia ya que ha comenzado a recuperar poco a poco ciertas rutinas, cuando regresa, ni Lax ni Anubis, el nuevo miembro de la familia, le quitan ojo. Vaya a donde vaya van detrás, si se sienta en el sofá, se sientan con ella, si sale al jardín, allá van... «Al principio no les hablaba mucho, pero entre que fue pasando el tiempo y que cada vez tienes menos que hacer, lo acabas haciendo sin querer o queriendo. Empiezas con ‘Voy a hacer esto‘ o ‘Voy a limpiar esto, tú quédate aquí...’, pero después ¡madre mía!», confiesa Sol, que desde pequeña ha convivido con animales. Sin embargo, le dio muchas vueltas hasta que tuvo el suyo propio. «No sabía si estaba preparada para darle una buena vida», apunta. Cuando se animó, Lax llegó a casa, primero a la de sus padres, y posteriormente al piso que compartieron los dos. «Siempre ha hecho vida conmigo -explica Sol- no solo venía a todas partes, es que si me iba de vacaciones, venía conmigo, si me iba a la nieve, él también venía. Vamos a todos lados juntos».

UN EQUIPO DE TRES

El buen tándem que hacían Lax y Sol se rompió hace unos meses con la llegada de un nuevo miembro a la familia. Anubis, un pastor belga, llegó para hacerles compañía, aunque le ha sobrado tiempo para mostrar quién es su favorito. «Es un poco pesada, es muy cachorrita, pero la verdad que se llevan muy bien. Lax no se cela para nada, Anubis le está todo el rato encima, de hecho, está más encima de él que de mí. Son como una pareja. Le viene bien para que no esté solo, pero también para que se acostumbre a estar con otros animales», explica Sol que señala que los primeros paseos después del confinamiento no fueron nada fáciles. «Cuando se empezó a poder salir, bajé alguna vez con él por cerca de casa, la verdad por donde vivo yo tampoco vive mucha gente, pero si pasaban personas, le parecía extraño. Durante muchos meses no vio a ningún perro y se agobiaba, no llevaba muy bien ver a tanta gente. Por eso decidí cogerle una compañera, para que todo ese agobio fuera diferente», señala Sol.

Si los últimos días en el piso Lax los pasó agobiado, cansado e incluso malo del estómago, desde que puede correr por la finca adelante, y tiene la compañía de Anubis, es otro. No hay como la vida al aire libre, y sobre todo si estás en buena compañía, sea humana o perruna. «Los animales nos dan una enorme compañía, que en ocasiones ni tenemos de las personas. En estos meses he creado un vínculo enorme, ha sido difícil pero con ellos se lleva mejor».