«La ley no está preparada para la llegada de una madrastra a casa»

E. Vázquez Pita

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XOAN CARLOS GIL

Berta Capdevila es «coach» de mujeres que entran en una familia reconstituida en la que conviven con hijos de su marido o los niños de ella con hermanastros. El proyecto forma parte del derecho colaborativo, que realiza con Ana Sarabia en Vigo

14 jun 2018 . Actualizado a las 12:06 h.

Berta Capdevila (Barcelona, 1986) es coach especializada en familias reconstituidas, un tipo de hogar cada vez más habitual pero lleno de lagunas legales y culturales. Forma equipo con Ana Sarabia, de la asociación de derecho colaborativo Agadeco, con quien asesora a las mujeres que entran en nuevos hogares con hijos del marido y les ayudan a enfrentarse a sus miedos, adaptarse y defender sus derechos. Intentan desmitificar a la madrastra, que a menudo aparece retratada como la «mala» de las películas Disney. Ella, que reside en Padrón, realiza sesiones de apoyo con un grupo de cinco a seis madrastras, y les ayuda a adquirir nuevas habilidades.

-¿En qué consiste el trabajo de entrenadora personal de madrastras?

-Como coach, mi trabajo en el proceso colaborativo consiste en acompañar a las personas implicadas y junto con ellas identificar sus intereses. Es decir, no nos centramos en defender una postura concreta sobre cantidades de dinero y tiempo, sino que indagamos sobre las necesidades, valores y deseos que hay detrás de esas posturas, algo de lo que a menudo no somos conscientes, y buscamos la forma de expresarlos de manera efectiva.

-¿Qué es una familia reconstituida?

-Las familias reconstituidas son aquellas en las que al menos un miembro de la pareja aporta hijas o hijos de otra relación anterior. Hasta hace 40 años, antes de que se legalizara el divorcio en España, las familias reconstituidas surgían después de la muerte de uno de los progenitores. Hoy en día, la gran mayoría se forma después de una separación o de un divorcio. Se crean así conglomerados de hogares entre los cuales se mueven las niñas y niños. Alrededor de un 14 % de las familias españolas son reconstituidas.

-¿Qué problemas tiene la madrastra?

-Como coach de la Asociación Española de Familias Reconstituidas (Afín), trabajo día a día con familias que viven un altísimo nivel de conflicto con la otra casa. Es muy duro, porque la conflictividad entre madres y padres es muy angustiante para las menores y los menores, mucho más que la separación en sí.

-¿Por qué las madrastras piden ayuda?

-Hasta ahora las familias siempre llegaban a la asociación cuando el conflicto ya estaba enquistado y todas las personas habían sufrido daños. Después de centrarnos mucho tiempo en cómo tratar estas heridas, hemos decidido dedicarnos también a prevenir o atender el conflicto antes de que sea demasiado tarde, y eso pasa por cuidar el proceso de separación y las posteriores negociaciones.

-¿De dónde surge el conflicto?

-Imaginemos un matrimonio que después de haber tenido o adoptado dos hijas decide separarse. Lo más probable es que su divorcio se convierta en un proceso judicial. A partir de ese momento entrarán en la dinámica del litigio y se encontrarán enrocados cada uno en su posición, enfrentados entre ellos, ahondando cada vez más en el conflicto que ya acarreaban. Habrá una sentencia, con ganadores y perdedores, y el divorcio habrá terminado. Ahora, el proceso no les habrá ayudado a centrarse en la relación de coparentalidad que deben mantener a partir de ese momento, más bien la habrá perjudicado.

-¿En qué situación se encuentran?

-Nadie les va a orientar para convertir los miedos que tienen en peticiones claras hacia la otra persona, ni les va a ayudar en la transición de relación de pareja a relación de coparentalidad. Nadie les va a hacer preguntas que les ayuden a pensar a largo plazo y definir cómo quieren convivir como conglomerado de hogares o cómo afrontar los principales retos que con seguridad tienen por delante: la toma de decisiones conjuntas, el encaje de la cotidianidad de dos hogares, la llegada de nuevas parejas y quizás hermanas y hermanastras para sus hijas, o la relación con el colegio y otros ámbitos públicos de sus hijas.

-¿Hay un vacío legal con la madrastra?

-Todos estos aspectos prácticamente no están regulados. Bajo nuestro criterio, algunos no deben regularse, y para los demás, parece que todavía hará falta mucho trabajo hasta que la sociedad asuma la realidad de las nuevas familias y pueda legislar de acuerdo con ella. Por ejemplo, no hay regulación a nivel estatal sobre derechos y deberes de las madrastras y padrastros con relación a hijastras e hijastros, ni tampoco está debidamente blindada la relación entre hermanas y hermanos de vínculo sencillo, es decir de padre o de madre, por no hablar de la relación entre hermanastras y hermanastros. Hoy en día la ley ofrece un apoyo muy escaso a las familias en transformación.

-¿Qué se puede hacer?

-De esta carencia y de nuestra voluntad de cuidar la relación entre padres y madres durante el divorcio, ha nacido un proyecto conjunto con la Asociación Gallega de Derecho Colaborativo para promover el divorcio colaborativo. El derecho colaborativo es una herramienta legal alternativa al litigio y a la mediación que se sale de la estructura clásica de enfrentamiento. Puede usarse para la redacción de convenios reguladores, planes de crianza y cualquier otro pacto necesario que, tras ser ratificado por una jueza o un juez, tendrá la misma validez que una sentencia judicial.

-¿Qué beneficios aporta?

-Una de sus principales ventajas es que atiende a la vez las dimensiones legal y emocional de la separación, a través del trabajo conjunto de abogadas o abogados y coaches. Además se puede recurrir a expertas o expertos en ámbitos concretos, y a personas cercanas que puedan aportar información y perspectivas complementarias, todo con el objetivo de tomar las decisiones de manera informada.

-¿Hay posibilidades de acuerdo en estos conflictos que ustedes abordan?

-A menudo descubrimos que los intereses de las dos partes son más parecidos de lo que se imaginaba, ya que tienen que ver con necesidades humanas básicas como la seguridad, el bienestar económico, la protección de los vínculos, el reconocimiento y un cierto control sobre la propia vida. Una vez identificados los intereses, las abogadas o abogados colaborativos ofrecen información sobre el marco legal y orientan a las partes para hallar un encaje que dé respuesta a los intereses de ambas.

-¿Son muy caros estos acuerdos?

-Es un proceso más corto y barato que el litigio, con un porcentaje de éxito del 80 % en Estados Unidos, donde ya está muy implantado. Su principal valor es que permite a las familias salir de la dinámica de conflicto para colaborar en la toma de decisiones informadas sobre cómo vivir a partir de ese momento.

-¿Qué consejo da a estas familias?

-Nuestro mensaje, tanto para las familias como para las abogadas y abogados de familia, es que hace falta plantearse el divorcio no como la disolución y cierre de cuentas de un matrimonio, sino como la transición de una relación de pareja a una relación de coparentalidad que durará muchos años y atravesará complejidades para las que nuestra cultura y nuestro sistema legal están poco preparados, como por ejemplo la llegada de madrastras y padrastros a la familia. El éxito de las nuevas relaciones y el bienestar de las menores y los menores dependerán en buena medida de la solidez de la relación coparental, así que es importante cuidarla desde el primer momento.