TRES SIGLOS DE HISTORIA
Además de mantener su carácter familiar y su vocación de servicio público sanitario en sus tres siglos de historia, tampoco ha cambiado su ubicación. La calle Prateiros, número 8 es la protagonista de este gran recorrido histórico que hemos encaminado. «El negocio siempre estuvo ubicado en la misma calle y el mismo número». La continuidad puede que esté asegurada o «eso espero. O mis hijos, o mis sobrinos», cuenta entre risas. Una historia del pasado que sigue más presente y viva que nunca.
BAUTISTA Y LIA, BRIGANTIUM LOUNGE BAR: «Muchos clientes vienen y me dicen: ‘¡Yo me casé aquí en el 68!’ Y es algo que me enorgullece mucho»
El protagonista es ahora el Brigantium Lounge Bar y toda su historia viene de muy atrás, de los años 30 exactamente. A sus 34 años, Bautista Rey Barral, actual dueño del negocio, revive toda esa magia antigüa que lo hacía tan especial. Eso sí, con sus toques modernos. Él ha seguido toda esta tradición hostelera constituyendo la cuarta generación. Lo vemos acompañado de Lia, su prima, que estudia en Madrid y en vacaciones le apetecía buscar un trabajo. «Justo abrimos y coincidió», aclara Bautista.
Fue hace muchos años cuando el germen de esta semilla familiar puso en marcha el primer negocio de hostelería de la familia en la playa de Santa Cristina, en A Coruña, la playa por excelencia en aquellos tiempos. Corría la década de los años treinta, un periódo complicado de entreguerras y, sin embargo, ellos supieron seguir y salir adelante. Bautista nos lleva por el camino del recuerdo en esta historia turística. «La gente pasaba el día en la playa y bajo la necesidad de no tener que volver a casa a comer, se ponen en funcionamiento las pequeñas casetas de madera. El primer kiosco lo adquirieron mis bisabuelos para dar servicio a los bañistas y poco a poco fue reconvirtiéndose. Pasó a ser una casa de comidas cuando aún lo regentaban mis bisabuelos, y posteriormente, Suso hijo se hace con el negocio. De Casa Suso pasó a restaurante El Madrileño y aquí adquiere un gran tirón», introduce. Casi a la par? explica? mi abuela Manuela quiso abrir en la finca contigua un nuevo local, Casa Barral, donde ahora se ubica el Bringatium, y Orlinda, la otra hija de mis bisabuelos, dio origen a Casa Orlinda. Y espera, que aquí no acaba. Una tía de mi abuelo también abrió por esta zona Casa Sara. Así fue el comienzo de una tradición hostelera que hizo que tres generaciones más regentaran con éxito varios locales. Bautista, orgulloso y lleno de emoción, cuenta a YES cómo muchos de los clientes llegan y le dicen: ‘¡Aquí me casé yo en el año 68!’.
Por esta línea hostelera también pasaron los padres de Bautista al mando de Casa Barral y, pasados unos años, lo dejaron. «Con la intención de recuperar el antiguo negocio familiar y revivir la esencia de 1934 haciendo algo diferente, abrí hace tres meses el restaurante. Muchos clientes que vienen piensan que sigue llamándose igual», señala. Fueron muchos años en los que Casa Barral dejó huella, pero «quise cambiarle el nombre para despersonalizarlo un poco y hacerlo más atractivo y comercial», cuenta. Toda la historia la podemos ver plasmada en fotografías que Bautista guarda en este nuevo local que continúa con su saga hostelera.
Sí. Es en este instante en el que empiezas a vivir disfrutando cuando descubres que tu profesión es un gran regalo. Pongamos rumbo a Cea para abrir el siguiente.
Antonio, Juan, Rosa y Nieves en Forno do Calviño: «Nuestra tatarabuela ya era panadera»
Los orígenes de San Cristovo de Cea (Ourense), así como su tradición panadera, son referentes en toda Galicia. Cuando uno pasea por allí se impregna de una historia donde el pan es arte, pero hoy en día algo ha cambiado si nos referimos a la forma de organizar el trabajo. Lo que está claro es que el oficio en sí sigue siendo la principal actividad agroindustrial de este ayuntamiento. Al pan se dedican más de veinte hornos, entre ellos Forno do Calviño, el más antiguo de los hornos privados. Todo un mérito. Los protagonistas los tenemos delante. A la derecha, Antonio Calviño Vázquez, el abuelo, seguido por Juan Luis Calviño Testa y Rosa María de la Fuente, marido y mujer ?actualmente dueños de la panadería? y su hija Nieves que, con 17 años, ya tiene en mente que quizás pueda ser panadera. «Al vivirlo desde pequeña está acostumbrada y nos hecha una mano muchas veces», cuenta Rosa, mujer de Antonio? quien ha heredado el negocio?. Una historia llena de recuerdos de superación donde «la mujer era la principal trabajadora», introduce Rosa para adentrarnos un poco más en la historia.
EL MÁS ANTIGUO DE CEA
«El oficio viene por tradición. La bisabuela y la tatarabuela de mi marido ya eran panaderas y lo hacían como forma de vida, ya que Cea era un pueblo donde en casi todas las casas había alguien que ejercía este oficio», explica. Eso sí, nos damos un bocado de tiempo atrás y claro, antigüamente las panaderías las llevaban las mujeres. «En aquellos tiempos nadie veía a un hombre panadero, a veces sí, pero para ayudar? como es el caso de mi suegro, que ayudaba a su madre en casa con el pan?, aunque normalmente eran las mujeres las que iban a buscar el trigo, lo llevaban al molino, lo tamizaban, lo cocían, salían por la mañana y volvían por la noche. ¡Llevaban el pan en una mula para venderlo! Todo se llevaba de casa al horno y del horno a casa», detalla Rosa dejando plasmado el gran trabajo que hacían y todo el esfuerzo y pasión que le dedicaban. Ya no solo era la forma de vida que tenían la única diferencia, sino que hay más. «El proceso de elaboración es el mismo, pero los hornos de antes no eran privados, eran comunales, y eso provocaba que todo fuera mucho más lento, ya que no contaban con tantas modernidades como ahora. Y claro, todo el proceso ha hecho que el pan tenga su magia, su secreto», especifica. ¿Cuál? «Para eso hay que probarlo», cuenta entre risas.
Volvamos a nuestra época. Juan, marido de Rosa, al volver de la mili heredó el negocio por parte de su abuelo, Antonio Calviño Vázquez (lo vemos en la foto), y anteriormente lo llevaba María Vázquez Campos, la bisabuela. «El trabajo que hacían marcó su día a día. Es algo que se veía en casa y que influía mucho. Nosotros llevamos ahora el negocio, pero recordando todo lo que ellos nos han enseñado», cuenta. Y así es como YES ha ido viajando y recordando cómo lo transmitido de generación en generación marcó el corazón de todas estas familias convirtiéndolo en un diario donde las letras jamás podrán borrarse.