¿Soy blanca?

YES

02 sep 2017 . Actualizado a las 09:41 h.

La piel es una película que te recubre por fuera. Una capa resistente y flexible de dos metros cuadrados de superficie y medio milímetro de espesor. Pesa cinco kilos y está compuesta de corpúsculos como el de Meissner, un tipo de terminaciones nerviosas responsables de nuestro tacto que alcanzan el mayor umbral de sensibilidad cuando reciben vibraciones de menos de 50 hercios. Nuestra percepción del mundo depende de esa membrana cuyo mantenimiento también es un gran negocio en algunas partes del mundo en las que los humanos miden la autoestima en la profundidad de las arrugas. La piel envejece, reacciona y se regenera con una destreza asombrosas. Parece un milagro cómo el agujero de una lesión se va cerrando poco a poco, comparar el dorso de tu mano con el de tu recién nacida o con el de tu madre y descubrir ese mapa increíble que va trazando el tiempo y las circunstancias, esas pequeñas rayas que te cruzan la cara, ese surco que un día te corta la frente, entre las cejas, tengo que sonreír más. Dentro de esa gran bolsa elástica que envuelve los órganos, las cosas van más o menos igual para todo el mundo pero, vista desde fuera, la piel es como una pantalla, un televisor orgánico que proyecta lo que nuestros espectadores quieren ver. Esa mirada ha sido entrenada durante siglos a base de presupuestos y prejuicios. Por culpa de ella se ha establecido una escala que ha sido una fuente de dolor para millones de seres humanos. Arriba, los de un color; abajo, los de otro.

Ocurre que con la piel se dan muchas cosas por sentadas. Tantas que a cada paso hay equívocos. Esa estructura asombrosa, ejemplo extremo de adaptación al medio, esa película que en un mismo ser humano encierra varias gamas, ese prodigio de la biología está sobrecargada de contexto. Obama fue el primer presidente negro de Estados Unidos aunque su madre era Anne Dunham, una blanca de Honolulú. Cosas de las etiquetas, de una rigidez absurda cuando se quiere clasificar a una especie que es toda mestiza y que existe precisamente porque es híbrida y mulata. Pero las etiquetas determinan la vida de las personas, el lugar que ocupan en la pirámide. El 80 por ciento de las 840 personas ejecutadas en Estados Unidos desde 1977 fueron condenadas por asesinar a blancos, aunque el número de asesinatos de negros es igual al de blancos. Y por cada seis dólares que tienen los blancos, los negros tienen uno.

Luego está lo del aspecto árabe del que se habla estos días, aunque hay bereberes pelirrojos y una comunidad, la yazidí, al norte de Irak, que son kurdos rubios de ojos azules. Los españoles nos tenemos por blancos, pero ¿lo somos? ¿Somos todos blancos? ¿Hay españoles con aspecto árabe? ¿Depende? ¿Algunos? Una de esas españolas blancas se encontró un día en un bar de Madrid con un iraquí que le preguntó por sus orígenes.

-Eres igual que mis hermanas, zanjó el persa.

Convencida de que era una tierna estrategia de aproximación, la española se mantuvo blanca hasta que el hombre ilustró su conclusión con una foto de la familia. Los rasgos de aquellas chicas de Teherán con aspecto de ser árabes eran los suyos. Los de una española ¿blanca?