Idos solos

YES

22 jul 2017 . Actualizado a las 10:46 h.

Hay claudicaciones de la Real Academia Española que suenan a traición. Y no es por una relación conservadora con la lengua, sino por saberse vencida en una guerra que solo un ejército sabía que se estaba librando. Cuando en otoño sea oficial el imperativo iros, la legalización solo será reconocida por quienes mantuvieron ese tipo de respeto por las palabras que las convierten en poesía.

Antes de ese doloroso iros hubo otras claudicaciones que todavía se echan en cara a la institución encargada de registrar el devenir de una lengua llena de matices y circunstancias. El sólo diacrítico fue uno de los que más ruido provocó. Ese jugar con la tilde que permitía distinguir significados con una humilde comita. La nota escrita por la RAE cuando en el 2010 se eliminó ese acento gráfico destilaba la agresividad soterrada de los desprecios. Dijo, contundente, la Academia: «Ese empleo tradicional de la tilde en el adverbio solo (...) no cumple el requisito fundamental que justifica el uso de la tilde diacrítica, que es el de oponer palabras tónicas o acentuadas a palabras átonas o inacentuadas formalmente idénticas, ya que solo es siempre palabra tónica en cualquiera de sus funciones». Se podrían poner mil ejemplos de confusiones que solo resolvía la tilde (solo estoy comiendo o el que propuso la propia RAE: tuve sexo solo una hora) pero puede que sea tiempo de aceptar que en el disgusto de esa eliminación palpitaba la nostalgia. Se ha señalado que la desaparición del acento de sólo nos disparó hacia una madurez imprevista e indeseada a quienes fuimos a EGB, un tránsito súbito para el que ya existían demasiadas evidencias que quizás insistíamos en no ver. Aferrarnos a esa tilde fue un último acto de rebelión juvenil, una batalla para la que ya casi no quedaban soldados, pues por detrás empujan nuevos hablantes que le darán a la lengua el dinamismo que necesita. Se ha censurado incluso una cierta vocación elitista de los defensores del sólo para quienes una determinada forma de hablar o de escribir distinguiría a los elegidos de la masa.

Todo para concluir que tras las palabras hay mucho más que léxico y lingüística. Hay memoria, nostalgia y una forma de situarse en el mundo, una vocación de pertenencia al grupo.

Por ejemplo. Hay muchas melodías infantiles asociadas a la lengua, esos soniquetes de los que no te desprendes nunca. La de «solo se escribe con tilde cuando equivale a solamente» era de las más fáciles de recordar. Pero estaba también la lista de las preposiciones, las conjugaciones regulares o la regla de acentuación de las esdrújulas, que ya se sabe que se señalan todas. Evocarlas permite emprender ese viaje brutal e instantáneo en el tiempo que solo se asocia a la memoria. Son músicas que te convierten en la niña que fuiste, cuando todavía podías ser la adulta que quisieras.

Esta reciente claudicación de la RAE con la conjugación irregular del verbo presenta un elemento nuevo: puede que sea la primera del mundo digital. La anunció un académico vía Twitter, mucho antes de que la reforma superara los trámites previstos por una institución centenaria que todavía mantiene durante décadas el secreto de las deliberaciones de su plenario. Fue en esa red social en la que se tejen tantas postverdades en la que se ventiló un cambio que anuncia polémica. Otro síntoma más de que la lengua es lo que somos. Aunque nos duela que se haya caído la tilde solo.

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