¿Y a partir de los 18 qué?

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MARCOS MÍGUEZ

Siempre nos quedará el Interrail. Con la mayoría de edad recién estrenada la aventura del verano viaja en tren. Europa en el horizonte y los aspirantes a universitarios se cargan la mochila a la espalda y se lanzan al mundo. Este tren no los lleva pola beira do Miño, va mucho más allá...

24 jun 2017 . Actualizado a las 04:00 h.

Son amigos y residentes en A Coruña y están dispuestos a poner todo de su parte para conseguir que este sea el verano de sus vidas. Con un montón de kilómetros por delante y diez kilos de equipaje sobre sus espaldas, el mes de julio les sonríe como nunca. Atrás quedan los malos ratos de los exámenes finales y los nervios de la nueva selectividad, ahora llega el momento de la diversión. El interrail se convierte, aun hoy, en un pasaporte hacia la edad madura. No son los primeros, ni tampoco serán los últimos, pero seguro que su viaje será único. Ellos han escogido la modalidad de 10 días de viajes a lo largo de un mes, que les ha costado 325 euros: «Un poco menos, porque pillamos una oferta».

Todo está programado desde hace meses para asegurar que la experiencia sea un éxito. El itinerario escogido empieza en París y termina 22 días más tarde en Croacia. Por el medio Brujas, Ámsterdam, Berlín, Múnich, Viena... Algunas ciudades han sido seleccionadas por su valor cultural o simbólico, otras por ser un centro de diversión juvenil internacional.

DISCOTECAS Y MUSEOS

Aunque parte del viaje se irá decidiendo sobre la marcha, algunas de las visitas ya están programadas. Así, la estancia en Múnich se completará con una visita al campo de concentración nazi de Dachau («nos parece muy interesante») y en Praga está previsto pasar las horas de ocio en la superdiscoteca Karlovy («es muy cool»), que con sus cinco pisos de pistas de baile hace las delicias de los jóvenes aficionados a la marcha nocturna.

El recorrido empieza con una pequeña trampa, ya que irán a París en avión («allí veremos la torre Eiffel, claro, y también el Louvre») y termina de la misma manera, ya que volarán a casa desde Dubrovnik. En Croacia recalarán en Zrce: «Es la playa con más marcha de Europa, hay cuatro discotecas abiertas todo el día y toda la noche». Un buen remate de fiesta.

Además del tren y el avión, nuestros intrépidos viajeros también harán kilómetros en autobús ( «en Croacia hay muy pocos trenes ») y hasta tienen previsto moverse en bicicleta. «En Ámsterdam no pueden faltar».

DORMIR EN EL TREN

También han reservado ya los hoteles y albergues en los que darán descanso a sus agotados cuerpos de aventureros. Nada lujoso desde luego, el presupuesto no da para más, pero dignos. Aún así alguna noche habrá que pasarla mecidos por el tracatrá del tren. No queda más remedio. «Saldremos de Viena a las cuatro de la mañana y llegaremos a Novalja a las ocho de la tarde». Será su tirada más larga. Una prueba de resistencia.

El trayecto entre Ámsterdam y Berlín es bastante más corto, pero también servirá para dormir: «Subiremos al tren a las cuatro de la mañana y llegaremos al destino a las doce del mediodía». Ocho horas de sueño reparador.

En el viaje, las enormes mochilas interraileras serán sus compañeras inseparables. En ellas llevarán lo más imprescindible. No hay que sobrecargarse, que se paga caro. Lo que no debe faltar son las baterías, las chanclas, el cargador... «y el altavoz portátil».

También viene bien incluir en el equipaje una toalla ligera, de las modernas que no ocupan apenas espacio, que nos sirve para secarnos pero también nos pueden hacer de manta, almohada o de abrigo. Un chubasquero, las cosas de aseo y la ropa (alguna un poco más decente para poder entrar en las discotecas de moda) completan el ajuar del mochilero experto.

Yago, Javier, Pablo, Nicolás y Pedro forman este quinteto de magníficos dispuestos a hacer de Europa su territorio natural. Una especie de avanzadilla hacia lo que será su año de Erasmus. Otros cinco compañeros se unirán a la divertida aventura ferroviaria. Los kilómetros no les asustan. Tampoco temen a la dureza de los asientos. La ilusión del viaje y la compañía de los amigos vence cualquier inconveniente.

En la retaguardia quedan los padres. Ya se sabe, entre intranquilos y orgullosos de ver que sus cachorros se hacen independientes. Un clásico.

FOTO: MARCOS MÍGUEZ