Estos bares no tienen llave

NOELIA SILVOSA / JUAN CAPEÁNS / MARÍA VIDAL / CARMEN GARCÍA DE BURGOS

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PACO RODRÍGUEZ

ABIERTOS 24 HORAS No todos pero alguno hay. Lo bueno es que puedes ir a cualquier hora sin miedo a que esté cerrado. Una buena excusa para dejarse caer dos o tres veces en el mismo día por estos locales.

14 may 2016 . Actualizado a las 09:15 h.

Todos tienen cerraduras en sus puertas, pero destacan precisamente por abrirlas de par en par y dejar que corra el aire y la clientela durante 18, 20 y en algunas ocasiones hasta 24 horas sin descanso. Los locales de hostelería que pitan de buena mañana, al aperitivo, de tarde y cuando cae la noche son piezas contadas y extrañas en Galicia, negocios que normalmente gozan de un gran rendimiento que lleva aparejado un esfuerzo profesional extraordinario.

En A Coruña, el Car Coffee pasa de ser la cafetería más acogedora del mundo al local de copas más sofisticado. Es cuestión de horas. Porque si vas cuando abren, a las ocho de la mañana, te encuentras con el reconfortante aroma a café que te espabila a golpe de lunes. Pero si te dejas caer a las tres de la madrugada de cualquier fin de semana, o a las dos de lunes a jueves... entonces te encuentras otra cosa. Mónica Díaz, que es propietaria junto a su hermana Úrsula, sabe muy bien cuáles son las claves para cambiar de registro. «Lo que más efecto hace es, sin duda, la iluminación. De la mañana a la noche cambia completamente. Luego, obviamente, la música y el volumen al que la ponemos». ¿Algo más? «Pues no, únicamente las exposiciones. Por la noche lógicamente no podemos tener la bollería de por las mañanas», apunta. Lo que sí tienen cuando cae el sol es bien preparada la ginebra. «El gin tonic es la copa que más despachamos, lleva unos años triunfando», cuenta Mónica, que dice que en la sesión vermú y por las tarde la que se lo lleva todo es la cerveza, aunque «hemos notado un aumento en el consumo de vino, y creemos que es por la crisis. Antes mucha gente empezaba con las copas por la tarde, y ahora se moderan con él».

¿Y la clientela? ¿Cambia igual que lo hace el local? Pues no demasiado, porque resulta que muchos de los que van al Car Coffee por la mañana vuelven por la tarde, e incluso repiten por la noche. Todo sea por la causa. «Nuestro perfil de clientela son hombres, empresarios que pasan el día fuera de casa con un nivel adquisitivo medio alto», apunta la hostelera. Con tanta jornada de puertas abiertas, cualquiera diría que las que lo tienen difícil para ajustar el cuerpo al horario del bar son sus dueñas. «Hacemos turnos cada quince días de mañana y de tarde, y los fines de semana tenemos otra camarera de refuerzo», dice Mónica. Como buenas hermanas, lo llevan bien.

SANDRA ALONSO

AL SON DE LA BERENGUELA

La Quintana, en Santiago, nació en la plaza del mismo nombre y se hizo popular poco antes del año santo que lo cambió todo, el de 1993. Desayunar un café o tomar una copa en su terraza al atardecer al son de la Berenguela se convirtió en un rito para compostelanos y turistas. Con los años el local ganó espacio y tras una certera remodelación obtuvo la licencia para trabajar también como pub por las noches. Félix García gestiona desde hace seis años esta pequeña joya ubicada en los bajos de un edificio emblemático como la Casa da Conga, y desde que cogió las riendas se dio cuenta de que no era un negocio cualquiera con un nicho horario definido.

La potencialidad era evidente y, además, «tal como está la cosa no se pueden desaprovechar oportunidades». El invierno se lo toma con algo más de calma, pero en cuestión de días empezará con un horario intensivo las siete jornadas a la semana que durará hasta finales de septiembre. Implica desplegar la terraza y poner los primeros desayunos a los turistas y tirar sin descanso hasta bien entrada la madrugada. El esfuerzo es doble: hay que pensar en el día, con un personal más enfocado hacia el concepto de café, y antes de la medianoche cambiar el chip y el tintineo de las cucharillas por el del hielo de las copas. Pasar de servir a familias, turistas y peregrinos con sandalias y ampollas en los pies a la actividad nocturna, con más clientela local y taconazos de altura, dentro y fuera de la barra. ¿Habrá alguien que haga doblete? «Sí lo hay, sí, a alguno lo tenemos por aquí en distintos momentos del día», indica Félix. En realidad, este local de Santiago de excepcional ubicación aprovecha como muchos otros la doble dinámica que generan los turistas extranjeros, «que tienen otros horarios». De hecho, es muy habitual que con los últimos rayos de sol, si el tiempo acompaña, ya haya gente cenada en la terraza meneando unos copazos de licor. Los autóctonos aún tardan unas cuantas horas en llegar. Y también en irse. A pesar de los exigentes horarios, el gerente trata de estar presente el mayor tiempo posible, «eso es muy importante. Ya me iré de vacaciones en invierno, cuando la actividad decaiga», sostiene el hostelero santiagués.

Si alguno se retrasa en la salida y otro se adelanta en la entrada, los empleados del Maracaibo, en Vigo, casi pueden chocar las cinco al entrar. Por lo general no se pasan el testigo porque como muy tarde salen a las 4 de la mañana y los primeros que entran lo hacen a las seis. Y aunque parezcan horas intempestivas, hay mucho movimiento, entre semana a primera hora y los fines de semana a última. «Muchos clientes que desayunan antes de entrar a sus puestos de trabajo, en Correos, los jardineros...», explica Antonio Lorenzo, responsable del local. El momento más flojo es casi el de la siesta, bueno un poco después, de 5 a 6, porque ¡quién nos diera dormir a esas horas! Pero lo que es en el desayuno hay casi overbooking. Pueden salir 200 cafés en una mañana. Y la mayoría acompañados de tostadas.

Oscar Vazquez

NO SE CIERRA LA PUERTA

Tampoco resulta extraño encontrar ambiente a última hora entre semana.

Según cuenta Antonio, los que quieren tomar una copa entre semana tienen pocas opciones, y una de ellas es esta. Otra optar directamente por un 24 horas. No un supermercado, sino alguno de los bares que abren durante todo el día que hay en la calle Urzaiz. En Ecos, por ejemplo, podrían funcionar solo con un juego de llaves, y para eso de emergencias. Excepto de domingo a martes que bajan la verja de madrugada, de jueves por la mañana a domingo por la noche no se cierra la puerta. Vamos que así no hay duda. Siempre está abierto. Los hay que con esta excusa paran varias veces al día. No desayunan, comen y cenan pero casi. La cocina siempre está funcionando, y esto para los empleados de los pubs cercanos es una gran ventaja. Sea antes o después de currar siempre pueden coger un bocadillo o un plato combinado. La propietaria, Mari Carmen Diéguez, está encantada con el funcionamiento y solo le ve ventajas. Sobra decir que se las apañan entre 10 empleados, que tampoco son tantos para estar full time.

CAPOTILLO

DESAYUNOS GRATIS

La terraza es el principal reclamo de La Fuga de Blas, el local con más encanto de la céntrica calle Padre Luis María Fernández. Aunque su fama se la debe a sus pinchos elaborados y a la hora de las cañas y los vinos, su decoración -y sus mesas y sillas en plena calle peatonal- atrae cada mañana a decenas de trabajadores del corazón de la zona monumental de Pontevedra. Alrededor de las 11 de la mañana -abre a las 10- comienzan las dificultades para encontrar un hueco en las mesas exteriores. Tomadas por los empleados del Museo de Pontevedra y empresas municipales, el local que abrió en el 2007 Lilo Garrido no ha hecho más que crecer. Tanto en clientela como en oferta.

Parte del atractivo de sus desayunos es, para empezar, que son gratis. No hace falta más que pedir un café con leche durante la mañana para encontrarse con un plato de pizarra cargado con dos tostadas recién hechas de pan de barra. A su lado dos pequeños botes de salsa rellenos con mantequilla y mermelada de fresa. He ahí el segundo encanto del local: «Creo que la gente está un poco cansada de la bollería industrial, y como aquí servimos desayuno en pan fresco, les gusta más», explica Garrido. De hecho, quienes disfrutan de una primera comida del día sana también pueden pedir aceite para acompañar el pan. O una madalena, si pertenecen al otro bando.

La Fuga pasó de las tapas - ganó el premio a la mejor tapa de Galicia del concurso Destapa Galicia, en el que participaron más de 10.000 propuestas- y las banquetas altas de su interior a cerrar únicamente a primera hora de la tarde para dar descanso al personal y recomponerse como pub en el que las cañas empiezan a desfilar poco después. Y no paran. Tras el parón de después de la comida -sirven también menú del día, aunque es lo que más les cuesta llenar-, llega el afterwork. Y, una vez se han acabado las excusas para el ribera y las cervezas y en las mesas apenas quedan comensales terminando sus platos de autor sube la música, baja la luz y comienza la verdadera huida. De Blas -el perro de Lilo que solía escaparse siempre que tenía ocasión- y de quien quiera apuntarse. Hasta las 3 de la madrugada hay tiempo para irse muy lejos y volver. O no.