¿Sirve de algo el castigo?

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BESOS, VERDADES Y CONSECUENCIAS «Castigos hoy, adolescentes irresponsables mañana». Pongamos en duda el titular.  Cuatro expertos responden a YES. ¿Es posible poner límites sin pasarse?

02 may 2016 . Actualizado a las 05:05 h.

Educar es uno de los verbos más vulnerables de la lengua. Hace años que venimos escuchando mensajes tan contradictorios que como padres acabamos por dudar hasta de nosotros. Hace poco se hacía viral en redes el post de una madre que advertía: «Lo mejor no es el pecho, lo mejor no es el biberón, lo mejor no es que lo cojas, lo mejor tampoco es que lo dejes de coger, lo mejor no es que le des purés, lo mejor tampoco es que le des trozos [...] Lo mejor para tus hijos eres tú. Ni el pecho, ni el biberón, ni el consejo de tu amiga, ni el de tu madre, ni estos purés o estos otros. Lo mejor eres tú».

Pero no dejamos de revisar modelos. De informarnos. De dudar. Es el signo de los tiempos. Ahora hay quien advierte que el castigo solo genera irresponsabilidad. Un titular de la web www.solohijoscom, «Castigos hoy, adolescentes irresponsables mañana», invita a detenerse. «Los niños no necesitan castigos para aprender», afirma contundente el pediatra Carlos González. Pero ¿de dónde sale la loca idea de que para que un niño se porte bien primero tenemos que hacerle sentir mal?, plantea a su vez Bibiana Infante, fundadora de Disciplina Positiva Galicia, psicóloga y psicoterapeuta de niños y adolescentes: «El castigo solo puede ser efectivo a corto plazo. Provoca rebeldía, deseo de vengarse o retraimiento. Aumenta la distancia con el niño y hace que piense cosas como ??Es injusto, se van a enterar, ya verán cuando no me vean...?? . El castigo no les prepara para la vida».

¿Y LOS PREMIOS?

«Hace unos días salía en medios la noticia de que habían aumentado las denuncias de padres que son maltratados por sus hijos. El estudio indicaba que estos adolescentes que pegan a sus padres son en su mayoría hijos únicos que nunca han tenido límites», alerta el doctor Eduard Estivill. ¿Entonces? «Los niños necesitan límites, normas; necesitan ser educados en la frustración para que aumenten su autoestima. Castigar físicamente nunca, poner límites siempre», subraya Estivill.

Según Catherine L?Ecuyer, autora del bestseller Educar en el asombro y el recién estrenado Educar en la realidad, el modelo de castigo y recompensa «es mecánico y conductista, adiestra al niño en el mero cumplimiento (cumplo y miento) y en la dependencia de estímulos externos. Cuando desaparecen esos estímulos externos, el niño actúa de forma caótica, y el único criterio es ?hago lo que me apetece mientras no me pillan?». Es algo en sintonía con lo que advierte Infante. «Tampoco me acaban de gustar los premios -aporta Carlos González-. Realmente un premio se parece sospechosamente a un chantaje. La calidad moral se desvirtúa y se degrada cuando hay un premio de por medio. El premio no es un avance en la senda de la educación, sino un retroceso frente a la verdadera bondad, que es desinteresada e incondicional».

Con más libros en la mesilla, los padres de hoy parece que «vayamos dando bandazos de un lado a otro», observa Infante. «Con los niños mantenemos el buen tono hasta que no podemos más y llegamos al grito. Pero sí se puede ser amable y firme a la vez. Gritaremos menos y nos gustaremos más como padres».

Un ejemplo. ¿Qué hacemos para evitar la pelotera de llegar tarde al cole cada mañana? «Pregúntale al niño: ¿Qué se te ocurre a ti? Él, al sentirse involucrado en la solución, escuchado, es más probable que sea colaborador. Prueba. Son sorprendentes», dice Infante. Va el sol de otro ejemplo: «Para ir a la playa hay que ponerse crema solar -expone L?Ecuyer, que apuesta por una educación centrada en las consecuencias naturales de las acciones del niño-. «Si no te pones, no podrás ir, tú lo has decidido con tu actuación». Podemos ser empáticos (sin ironía): «¡Qué lástima que no podremos ir a la playa!». Poco a poco, el niño entiende que sus acciones son libres y llevan consecuencias (anunciadas de antemano). Es la mejor manera de educar en la libertad y la responsabilidad».

¿Lo intentamos?