En la fiesta de Blas no se baila reguetón

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

M.MORALEJO

El toque de atención de la organización de la popular romería surtió efecto y se respetó la tradición

04 feb 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuidadito con San Blas. La organización de la fiesta con más adeptos de Vigo, con permiso de San Roque y las de San Miguel de Bouzas, se ha tenido que poner como una madre de hijo adolescente de antes —zapatilla en mano y una semana sin salir— tras las reiteradas faltas de respeto a un evento donde todo era tradición. Era ya algo raro encontrar un acontecimiento así por la ciudad: gente tocada con boina, pañuelo cubriendo la garganta y tazas para el vino atadas al cuello, música que no sale de ningún aparato enchufado a la corriente sino de artilugios naturales: gaitas, pandeiros, panderetas y voces, y furanchos donde sirven platos que no desafinan en la tradición gallega. Pero desde que el evento comenzó a interesar también a peñas más jóvenes, hubo quien aprovechó para darles lo que supuestamente iban a buscar: hamburguesas, perritos, pizzas, cubatas, reguetón y música electrónica, con o sin dj's. El añadido triunfó y estaba empezando a soliviantar a los puristas, recordando que por algo fue declarada Festa de Interese Turístico Galego. Hace unos días, la Irmandade de Festas de San Blas e Santiago Apóstol advirtió a los romeros que se estaban cargando algo único y especial para convertirlo en una celebración como las demás. «Manter a existencia da festa é unha responsabilidade de todos nós. Dende sempre foi unha exaltación da nosa cultura», recordaban en un comunicado que ha surtido efecto.

La gente ha tomado nota y el toque ha surtido efecto. Ayer, que fue el día grande de San Blas, el ambiente se disfrutó siguiendo las pautas a la antigua usanza. Solo sonó música tradicional y llegaron grupos y músicos de toda la comarca con sus instrumentos para amenizar la romería de Bembrive en directo.

Hubo alguna disonancia, pero sin malicia. Un grupo de vigueses disfrazados de Barbie y Ken aducían que uno de los carteles de la fiesta tenía a estos dos personajes como protagonistas. No era el cartel oficial pero ellos no tenían por qué saberlo. Además, casi es carnaval y tampoco hay que ponerse talibanes. Por otra parte, argumentaban razones económicas. La boina costaba 12 euros y con eso compraban en un bazar pelucas para toda la familia Mattel.

También había algunos puestos que no se adecuaban a ese espíritu retrogalaico de la cita, como las bufandas de cuadros escoceses, pero poca cosa. Lo cierto es que ante los mostradores de perritos calientes no había colas, y delante de los de pulpo, o los de choripanes la clientela tenía que esperar un buen rato hasta conseguir llegar a la barra. Los dj's, si los hubo en las sesiones previas, se disolvieron entre la maleza del rural vigués, y el reguetón fue desterrado de la fiesta de Blas, que en la canción de charanga, rima con copas de más. En ese día en el que ruedan las rosquillas por San Blas, en la iglesia hubo misa y detrás de las tapias, la procesión iba por dentro. Señoras y caballeros, chicas, chicos y gente de todas las edades, no quisieron perderse la cita de la fiesta invernal que salió bastante pasada de grados y un inusual olor a sobaquina llenando de primaveras este enero.