40 años de atracos a bancos: cada vez menos y más sofisticados

Javier Romero Doniz
JAVIER ROMERO VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

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Vigo ha pasado de contabilizar cien robos al año en los ochenta y primeros noventa a convertirse en un delito residual pero profesionalizado

06 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Las sucursales bancarias no eran los búnkeres actuales, tampoco los choros que las desvalijaban ni las técnicas de investigación para meterlos entre rejas. Vigo fue durante los ochenta y primer lustro de los noventa la ciudad de España, por población, con más robos en bancos: universo de asfalto, coches robados, jeringuillas, litronas y bolsos en las esquinas. «Lo normal eran 80, 90, 100 al año, en 1988 llegamos 150...», explica Avelino Luis de Francisco, ahora alcalde de Cortegada (Ourense) y en 1983 primer responsable de la brigada antiatracos creada en la Policía Nacional de Vigo para reprimir aquel escenario desbocado. Hace más de una década que son casos aislados, pero ejecutados con destreza. El último se perpetró el pasado 28 de octubre: rostros cubiertos con medias y 160.000 euros saqueados de la caja fuerte y dos cajeros automáticos. El anterior ocurrió hace un año, en Coia, con otro botín de 160.000 euros. Ninguno puedo compararse con los perpetrados hace más de 30 años: la heroína, entonces, motivaba cada asalto y sus autores iban siempre empalmados [tener arma de fuego, en el argot policial].

Tito de Matamá y Guille, alias Solitario, se ganaron a pulso la condición de más reincidentes y peligrosos. Sus nombres y fotos en blanco y negro protagonizaron cientos de legajos mecanografiados y abundantes condenas de cárcel. Pero también el Piñata, los hermanos Vila, Chicho de Matamá, Buchu, los Gemelos, Carballés Collazo, los hermanos Migallas, Chuti, Castro o Tito de Cabral. Integraron aquella violenta y dopada primera quinta; la mayoría procedía de Cabral y en menor medida de Coia. En la calle Marín, recuerdan en la comisaría, siete de cada diez familias visitaban a un integrante en prisión. «Muchos eran menores de edad, el primer butrón en Vigo lo hicieron dos críos de 15 y 16 años. Eran otros tiempos, con mucho paro, un nivel socioeconómico bajo en el perímetro de la ciudad y las consecuencias de la heroína, claro. Lo normal eran siete u ocho atracos a la semana, había días de tres o cuatro», detalla Avelino Luis.

El hoy alcalde recordaba esta semana que, entonces, tenía a su cargo a ocho inspectores y una red de informantes que suponía la piedra filosofal de las investigaciones: «Estábamos dentro del hampa, teníamos ojos y oídos en sus lugares habituales de reunión. Hacíamos las investigaciones y las detenciones, casi siempre sin apoyo de otras unidades. No había horarios, dormíamos en los sofás de la comisaría si era necesario. Tampoco ordenadores, ni tecnología; era calle, nada más que calle, y podemos estar satisfechos con el resultado. Resolvíamos casi todos los atracos, las estadísticas están ahí para cotejarlas».

De gatillo fácil

Pero aquellos adolescentes y jóvenes, siempre alentados por el caballo o el mono de la abstinencia, eran de gatillo fácil. «En San Andrés de Comesaña, un compañero se quedó parapléjico de un balazo que le pegó el Tito de Matamá, que se hizo con una metralleta nuestra e intentó usarla contra nosotros; menos mal que se le encasquilló», recuerda este comisario jubilado, antes de añadir: «Los bancos, con el tiempo, mejoraron la seguridad. Al principio no tenían ni mamparas, era como entrar en un ultramarinos. Tampoco estaban conectados con la comisaría ni contaban con cámaras de fotografía o vídeo. Sobre todo fuera del centro, por eso los atracos se cometían casi siempre en sucursales de la periferia de Vigo o de su comarca».

Pero aquella industria delictiva requería de armamento para consumarse, un negocio paralelo que ofertaba también su alquiler para trabajos puntuales. Primero utilizaron escopetas de caza guardadas en casas a las que recortaban los cañones; luego proliferaron los revólveres Tauros, procedentes de Portugal en un 80 %. Por último, también del país vecino, llegaron a Vigo armas de 9 milímetros robadas de un gran arsenal almacenado en un barco atracado en el puerto de Lisboa: «El mercado negro estaba saturado y los atracadores de Vigo sabían dónde encontrarlas, dinero no faltaba», concluye Avelino Luis. Ya las investigaciones actuales pasan por el manejo de la información más privilegiada de confidentes, tecnología telefónica y la revisión de imágenes obtenidas por cámaras de videovigilancia; pero no solo del banco, también de negocios, particulares o de la red viaria. Nada que no sepan los atracadores, incluso los más imberbes.

El inspector jefe Santiago Trincado, también jubilado, estuvo a las órdenes de Avelino Luis en Vigo desde 1983 y siguió en la brigada antiatracos de la ciudad hasta su disolución, en el 2000. Sus compañeros, muchos en activo, le recuerdan por la detención del taxista Manuel Rodríguez Lamas, alias el Pulpo, atracador y autor de cuatro asesinatos en Vilaboa; también por la negociación hecha en 1986 en la desaparecida cárcel de Vigo cuando el Guille, el Tito de Matamá y el Chuti se amotinaron reteniendo a cinco funcionarios: «Estaban armados con una recortada, les tiraron las piezas de la escopeta, una a una, desde el patio de un colegio anexo. También le metieron a otro preso, el Chicho, tres o cuatro baldeos [cuchilladas]. Lo sacamos a tiempo, no murió de milagro».

El discurso de Trincado recrea un Vigo pretérito, salvaje en sus bajos fondos y aún alejado de la prosperidad venidera. La heroína, también a su juicio, motivó aquella delincuencia desvinculada del ambiente posmoderno del centro, aupada por la movida cultural importada de Madrid y el espídico ocio nocturno. «De Cabral, con una sociedad labriega mayoritariamente, salieron los peores atracadores y no procedían de familias marginales», reflexiona Trincado, a la vez que reconoce que la heroína supuso igualmente un hilo policial del que tirar con éxito: «Casi siempre atracaban colocados, muy colocados, pero es que al huir, y no pocas veces, se iban directos con el mismo coche y ropa del robo a ver a los traficantes para comprar más caballo».

Oficina Telmos

Este inspector jefe, ponderado al facilitar datos operativos, sí confiesa que tener ojos y oídos entre los quinquis resultó fundamental para adelantarse a sus planes; los define, sin más, como «medios técnicos para ver y no ser observado». Pero el dinero fácil de los atracos no se diluía únicamente por las venas de los choros; las barras americanas eran su otro patio de recreo predilecto. El Club Telmos, del proxeneta Telmo Domínguez, entonces en la calle Fermín Penzol, era punto de encuentro habitual de delincuentes de todo pelaje, prostitutas, confidentes y maderos. Los soplos de información se sucedían entre alcohol barato, papelinas, ceniceros rebosantes de colillas e intenso olor a perfume barato. «Se quemaba mucha pasta, el gerente cambiaba a las señoritas cada 21 días y no faltaban los camellos, era una mina de información. A los atracadores les gustaba despilfarrar, hacer gala de que tenían los bolsillos llenos; signo evidente de que dieran un palo», recuerda Trincado.

La heroína, paradójicamente, no solo engendró aquel bum delictivo en la ciudad de Vigo, sino también su epílogo. A partir de 1995 fue a menos, en parte, por la demacre que este derivado del opio causó entre sus devotos. Muchos murieron y otros, cadavéricos, eran incapaces de ejecutar los planes. La presión policial, a mayores, los asfixió hasta echarlos de la partida. En 1997, el censo de atracadores de bancos en Vigo llegaba a 300, y el 70 %, según datos oficiales aportados entonces, dormía en los jergones de las prisiones. Por eso, en el 2000, la brigada antiatracos se disolvió con un balance brillante y la satisfacción de legar una ciudad mejor.

Guillermo García Sánchez

 El Guille. Fue desde adolescente, con el Tito de Matamá, el mayor atracador de Vigo. También se le recuerda por un motín con rehenes en la cárcel de la ciudad en 1986.

ANTONIO PEIXOTO COSTAS

 Mala sangre. De Alcabre, llegó al 2005 en la cresta de la ola de lo suyo tras comenzar en los años ochenta y acumular más de 15 arrestos en la ciudad.

JOSÉ ÁNGEL MARTINS MENDOZA

 El Peque. Otro histórico de los atracos en Vigo, que también participó en el robo de una sucursal en A Cañiza en el 2010 con un guardia civil muerto de un disparo.

Manuel rodríguez lamas

 El Pulpo. Es recordado por matar a cuatro personas en Vilaboa, pero también por ser el encargado de conducir coches para escapar tras los atracos.

JUAN JOSÉ NOGUEIRA

 El Bizco. Su ficha policial es abultada y su último atraco fue en el 2014; tiró los billetes al aire para que ciudadanos se echaran a ellos y esquivar a la policía.

Bernardino Muñiz

 Su propia banda. Accedía a los bancos por los conductor de ventilación. Murió ahogado cogiendo percebes, en el 2006, estando fugitivo por atracos. 

Cuatro décadas de robos a entidades bancarias en Vigo

27-11-1980

El Guille, en lo más alto a sus 18 años

Guillermo García González, alias Guille, con 18 años y sin profesión conocida, fue detenido con dos compinches por atracar cuatro bancos en Vigo en noviembre de 1980. Eran los inicios de uno de los mayores ladrones de bancos que ha visto la ciudad.

16-3-1984

El Tito de Matamá forja su leyenda negra

Alejandro Iglesias Casal, alías Tito de Matamá, posiblemente el atracador de bancos más recordado en Vigo. En 1984 se llevó casi 12.000 euros de una oficina en Comesaña. Acabó detenido en Portugal y apareció muerto en una celda por causas nunca esclarecidas

15-4-1992

El ladrón que afrontó 128 años de cárcel

Manuel Pereira protagonizó una petición de 128 años de cárcel por seis robos en sucursales bancarias y, en el transcurso de los mismos, consumar dos intentos de homicidio. Su robo más sonado se perpetró el 15 de abril en la oficina de Caixavigo en García Barbón.

15-4-1992

El ladrón que afrontó 128 años de cárcel

Manuel Pereira protagonizó una petición de 128 años de cárcel por seis robos en sucursales bancarias y, en el transcurso de los mismos, consumar dos intentos de homicidio. Su robo más sonado se perpetró el 15 de abril en la oficina de Caixavigo en García Barbón.

8-5-2000

Dos muertos y un furgón con 2,3 millones

Fue uno de los golpes más sonados del Grapo en Vigo. Se fue de frente contra un furgón blindado para asaltarlo con tres explosivos. Murieron dos vigilantes y el botín ascendió a 2,3 millones de euros que iban al Banco de España.

9-6-2004

El plan que incluía huir por la puerta trasera

Una banda de encapuchados causó terror en la ciudad al retener varias horas a los empleados y clientes de una ofician bancaria en Tomás Alonso. Eran profesionales, abrieron la caja fuerte y se escaparon por la puerta trasera burlando el perímetro policial.

17-2-2014

Decenas de billetes al aire para escapar

Aquel atraco lo protagonizaron tres profesionales reconocidos del sector, uno de ellos condenado por asesinato. Se llevaron 30.000 euros, que acabaron lanzando al aire, y disparando sus armas, al verse rodeados por decenas de agentes que seguían sus pasos.

28-11-2014

El atraco más trágico que nadie ha olvidado

La muerte de la policía Vanessa Lage y las heridas de su compañero Vicente José Alló, a manos de Enrique Lago Fariñas, alias el Escayolista, sigue muy presente entre la ciudadanía. El atracador, uno más entre los históricos de Vigo, fue abatido en la acera frente a la sucursal de O Calvario.

28-10-2022

Vieja escuela para los nuevos tiempos

El último atraco en Vigo se consumí la semana pasada y evidenció que al menos uno de sus protagonistas conoce el oficio y supo desvalijar dos cajeros automáticos y la caja fuerte. Se llevaron 160.000 euros con los rostros cubiertos con medias y gafas de sol.