En el octavo aniversario del asesinato de Vanessa Lage, en Vigo aún no hay chalecos para todos los policías

Javier Romero Doniz
j. romero VIGO / LA VOZ

VIGO

Tres policías atienden a su compañero herido, Vicente José Alló (izquierda), mientras otro auxilia a Vanessa Lage, que murió horas después en el Meixoeiro. El atracador, Enrique Lago, fue abatido a pocos metros y falleció sobre la acera.
Tres policías atienden a su compañero herido, Vicente José Alló (izquierda), mientras otro auxilia a Vanessa Lage, que murió horas después en el Meixoeiro. El atracador, Enrique Lago, fue abatido a pocos metros y falleció sobre la acera. CEDIDA

Los sindicatos policiales señalan al Ministerio del Interior por no destinar las partidas presupuestarias para la compra de estas prendas, cascos y pistolas de incapacitación

06 nov 2022 . Actualizado a las 21:46 h.

Enrique Lago Fariñas, alias el Escayolas, apretó siete veces el gatillo de su pistola: dos balas perforaron el pecho y el cuello de la policía Vanessa Lage, de 36 años. Falleció horas después en el Hospital Meixoeiro. Los otros cinco proyectiles penetraron en el cuerpo de su compañero, Vicente José Alló, que sobrevivió. Ninguno vestía chaleco protector al acudir el 28 de noviembre del 2014 al número 47 de la calle Doctor Carracido, en O Calvario. Desconocían ante quién se jugaban la vida: el Escayolas era un tipo peligroso por violento, de gatillo fácil, familiarizado con el uso de armas, los bajos fondos, el consumo de heroína y los atracos a sucursales bancarias desde hacía cuatro décadas. Su primera condena, de seis años, fue por asaltar una entidad en mayo de 1984: tenía 19 años, empuñaba una escopeta recortada y se llevó un botín de 6.000 euros.

El Escayolas, huyendo de su último banco asaltado, con una empleada de rehén y escudo humano, arremetió contra Vanessa y su compañero con una pistola automática parabellum de 9 milímetros y tres cargadores llenos. La muerte de Vanessa y el milagro que implicó la supervivencia de Alló motivaron un tsunami reivindicativo, a nivel nacional, para que todos los agentes, incluso los de policía local, vistan prendas antibalas y anticuchilladas. Se avanzó mucho, pero ocho después, la situación, al menos en la Comisaría de Vigo-Redondela, no es la deseada. Faltan chalecos, cascos y pistolas táser para jugarse el tipo en la calle con garantías de protección; lo denuncian el Sindicato Unificado de Policía (SUP) y la Confederación Española de Policía (CEP), que atribuyen la responsabilidad de la carencia al Ministerio del Interior por no presupuestar desde hace tres años el dinero necesario para adquirir las prendas y el resto de herramientas de trabajo.

«Seguimos reivindicando un chaleco por agente; se mejoró mucho tras la tragedia de Vanessa Lage, pero desde hace unos años faltan chalecos. En Vigo, lo tiene el 95 % de los funcionarios integrados en el área de seguridad ciudadana, y los compañeros de las unidades de calle UIP, UPR, GAC y GORE, pero faltan prendas y otro paquete de chalecos es de uso común. Es decir, los agentes se los intercambian a pesar de estar sudados o usan los que no son de sus tallas. En el caso de las compañeras, la situación es peor. No los compran adaptados a su cuerpo y al pecho, y eso tiene que corregirse», explica el secretario general del SUP en Galicia, Roberto González. Este sindicato ya presentó quejas ante el departamento riesgos laborales de la Policía Nacional, que mientras no tenga dinero procedente del Ministerio del Interior, está atado de manos: «El origen del problema está en la gestión del ministerio, que no presupuesta las partidas económicas necesarias. Hasta no hace mucho, cada agente en prácticas, al salir de la academia, recibía un chaleco, pero desde hace un par de años se dejó de hacer. Van a sus destinos y tienen que prestarles uno y rezar para que sea de su talla», añade González.

Efecto guillotina

Agustín Vigo, máximo responsable de la CEP en Galicia y funcionario de la Comisaría de Vigo-Redondela, señala igualmente al Ministerio del Interior para atribuir la falta de estas prendas: «En el caso de las compañeras resulta más preocupante; visten chalecos de hombres que, al sentarse en el coche, les hace el efecto guillotina. Se les sube e inmoviliza el cuello». La CEP también ha denunciado internamente la situación, pero a sabiendas de que mientras el Ministerio del Interior no afloje el dinero necesario, la dirección de este cuerpo de seguridad carece de recursos, aunque sobre voluntad.