La vida en los límites perimetrales: de las multas por ir a comprar patatas a la vista gorda policial

La Voz REDACCIÓN / LA VOZ

VIGO CIUDAD

M.MORALEJO

Allí donde los cierres por concellos chocan con la razón, algunos se saltan la norma y lo pagan caro. Otros reconocen que incumplen y no pasa nada. Lo cuentan desde distintos concellos

17 feb 2021 . Actualizado a las 15:51 h.

Galicia es ese lugar del mundo donde en cada corredoira hay una casa; la dispersión geográfica hecha país. La distancia entre un núcleo y otro, los límites entre municipios, no existen en la vida cotidiana. No es raro ir a comprar patatas al concello de al lado porque la tienda queda mucho más cerca que la del propio ayuntamiento. Pero las restricciones de la pandemia, con los actuales cierres perimetrales por concellos, han clavado una estaca en la idiosincrasia gallega, y están obligando a centenares de ciudadanos a vivir situaciones que chocan con la razón. Algunos, de repente, tienen que hacer kilómetros para ir a la farmacia pese a tener una botica al lado de casa, pero en el municipio limítrofe. A otros los multaron por ir a la tienda que les queda a 50 metros de su hogar. Y, algunos más, atraviesan la «frontera» con sigilo para ver si la policía no les pilla yendo al súper del ayuntamiento de al lado. Así es el día a día en los límites municipales.

 

M.MORALEJO

1.CHAPELA-VIGO

«La policía lo entiende y no multa»

Eva Santana vive Chapela pero su casa está más cerca del término municipal de Vigo que del centro de esta parroquia de Redondela. Por eso, con frecuencia se ve obligada a saltarse el cierre perimetral, sobre todo para ir a hacer alguna compra de última hora, porque le queda más cerca el de Vigo. Reconoce que, afortunadamente, encuentran bastante flexibilidad por parte de las fuerzas del orden. «La policía lo entiende bastante y nunca nos han puesto ninguna multa», afirma.

 

CARMELA QUEIJEIRO

2. A POBRA-BOIRO

«A dos o tres clientes les pusieron una multa y ya no volvieron»

Realizar tareas tan básicas como ir a recoger medicamentos o a hacer la compra se han convertido en un verdadero quebradero de cabeza para los vecinos del núcleo de A Ribeiriña —en el municipio coruñés de A Pobra do Caramiñal— que a pocos metros de sus viviendas tienen varias tiendas y una botica, pero estas se encuentran en el concello de Boiro al que tienen prohibido cruzar. «La verdad es que hemos notado muchísimo el bajón de clientes, porque al principio aún venía alguno cuando tenía una urgencia, pero a dos o tres les pusieron una multa y ya no volvieron», apunta el farmacéutico Agustín Picanes. Aunque él no está en contra de las restricciones, considera que los cierres deberían de haberse planteado de otra forma, es decir, teniendo en cuenta la zona de influencia y los servicios básicos que necesita cada grupo de población, de tal forma que no se causara tantos trastornos a los vecinos. «Con los cierres perimetrales se está obligando a personas mayores que no tienen coche a coger un autobús para comprar medicamentos o para ir a supermercados grandes donde las posibilidades de contagio se incrementan», apunta. Además, el profesional considera que esta situación está causando numerosas paradojas. Pone como ejemplo que, como anteriormente los residentes en A Ribeiriña podían escoger a su facultativo de atención primaria entre los del centro de salud de A Pobra o los del de Boiro, muchos optaron por tenerlo en este segundo municipio porque le quedaba mucho más cerca de su domicilio. «Así que ahora están autorizados a poder ir a su médico al ambulatorio boirense, pero al volver a sus casas, que están aquí al lado, no pueden parar a coger los medicamentos en esta farmacia, sino que tienen que ir al municipio pobrense a comprarlos», afirma Picanes, quien confía en que la buena evolución de la pandemia permita levantar los cierres perimetrales cuanto antes.

 

CAPOTILLO

3.PONTEVEDRA-MARÍN

«Algunos clientes llaman para saber si está la policía»

Marín y Pontevedra se tocan en una plaza, a la que los pontevedreses denominan Marqués de Valterra y los marinenses le llaman O Regueiro. Es un espacio con tiendas donde las fronteras solo están sobre el papel. Menos ahora, que los que pertenecen a Pontevedra no pueden ir al súper que les queda a pocos metros de casa porque está ya ubicado en Cantodarea (Marín). Ni los de Marín pueden ir a cortarse el pelo a su barbero de toda la vida, a Alber, o a la carnicería de Cándido porque, aunque la tienen a tiro de piedra, significa cruzar la frontera. ¿Lo hacen igual? A veces, sí. «Algunos clientes llaman para saber si está la policía. A otros los echo en falta, supongo que tienen miedo a las multas. Al principio, era una pasada, porque había controles policiales», cuenta el peluquero. «Eu penso que ao principio a xente non viña porque había moitos controis policiais, pero despois tiveron que empezar a facer un pouco a vista gorda porque isto non tiña moito sentido. Aínda así, boto en falta a moitos clientes», añade Cándido, el carnicero de la plaza Marqués de Valterra. 

 

4.MOECHE-CERDIDO

«Temos a farmacia a 400 metros, pero agora non podemos ir»

Eva María Quetti Orjales vive en la parroquia de Labacengos, en Moeche, justo en el límite con el vecino municipio de Cerdido, en el interior de la comarca de Ortegal. «A farmacia quédanos máis cerca a da Barqueira e a gasolineira témola a 400 metros da saída á estrada xeral», explica. Pero el cierre perimetral les obliga, tanto a ella como a sus vecinos, a desplazarse hasta San Ramón, a casi nueve kilómetros, una distancia tres veces mayor, para ir a la botica o repostar. «Pásalle a toda a xente de Vilachá, Barbelas e San Xiao... O caixeiro tamén o temos máis cerca na Barqueira que en Moeche. E hai veciños afeitos a ir facer a compra á Cooperativa da Barqueira, e agora, seguindo as normas, non poden ir, aínda que a teñen moito máis cerca», añade. A unos 200 metros de su casa, Eva María ya pone los pies en el concello de al lado, donde viven muchos de sus vecinos, a quienes durante estas semanas tampoco puede ver. De hecho, en algunas de las actividades de la asociación de vecinos que preside esta vecina de Labacengos suele juntarse más gente de Cerdido que de Moeche, por proximidad. Ahora, con todo suspendido, eso importa menos. El cierre perimetral también impide que vecinos de otros municipios se desplacen a Moeche para comprar. «Ao supermercado vén moita xente das Somozas, Cerdido, San Sadurniño e incluso de Pedroso [Narón], e agora só poden encargar para o reparto a domicilio», comenta.

 

ASR

5.BETANZOS-COIRÓS

«Ahora compro por Internet»

Apenas cien metros es lo que impide que Antonio y su familia no puedan ir libremente a uno de los múltiples hipermercados del municipio vecino. Estos están en Betanzos, pero él vive en Coirós, y desde su casa ver perfectamente el límite perimetral, el punto donde cambian las fronteras. En este pequeño concello la opción «legal» de compra es la gasolinera, a unos pocos kilómetros. «Pero obviamente ahí no te abasteces con todo lo que necesitas», señala Antonio Díaz. Se ha generado mucha confusión respecto a la posibilidad de que familias de municipios como Coirós puedan transgredir fronteras para comprar alimentos. Los propios hipermercados de Betanzos han sido lugar de vigilancia por parte de la Policía, para comprobar el cumplimiento. Por otro, el propio Concello de Coirós ha dictado una especie de bando en el que se invita a pisar Betanzos si es para comprar artículos de primera necesidad y se pueda justificar. «En el anterior cierre de Betanzos nos dijeron que teníamos que ir a Aranga a comprar», recuerda Antonio, quien ha optado, mientras espera que las fronteras se reabran, hacer la compra por Internet al Eroski de Betanzos. «No es lo mismo que si vas allí, que siempre te acuerdas de más cosas, pero sales del paso».

ANA GARCÍA

 6.VIMIANZO-CAMARIÑAS

«Tes a tentación de saltar a lei»

«Este tipo de restricións non teñen en conta as realidades sociais do rural». Es la reflexión de Xan García, que vive en el lado vimiancés de A Esquipa, una travesía dividida por la mitad que coge también parte del municipio de Camariñas. «A miña parroquia, Cereixo, ten o seu vínculo económico coa Ponte do Porto (Camariñas), non con Vimianzo: imos alí ao supermercado, temos as pensións nos seus bancos... E sucede tamén noutros lugares como Carnés ou Carantoña», asegura. «Eu teño un ultramarinos e un supermercado a escasos 400 metros da casa, pero tería que facer dez quilómetros para ir buscar un paquete de sal ou de Avecrem. En situacións coma esas tes a tentación de saltar a lei», reconoce. No es el único caso de estas características en la Costa da Morte: el pequeño núcleo de Sandrexo tuvo a la mitad de su población confinada, y la otra no, cuando solo Vimianzo tenía cierre perimetral; en Sardiñeiro desearían poder hacer sus recados en Corcubión, pues les queda más a mano; y solo un puente separa a los vecinos de A Piroga (Vimianzo) con los de Baio (Zas). «Eu creo que o problema fundamental radica na ordenación do territorio, que non responde a criterios sociais actuais. Hai parroquias zasenses que tiran máis cara Santa Comba e veciños de Cabana que fan todas as súas xestións en Baio. Entendo que non se pode analizar cada caso e dividir os concellos para establecer unhas restricións, pero iso non quita que estea mal feito», sostiene Xan García.

 7.VILAGARCÍA-VILANOVA

«O meu home pagou 600 euros de multa por ir mercar patacas»

En una de esas zonas en las que los límites entre Vilagarcía y Vilanova se vuelven caprichosos existe un pequeño local de hostelería. «E vaia se nos sae caro o peche perimetral», cuenta su responsable, que prefiere no dar su nombre. Hace unas semanas, cuando aún podía atender a clientes en su local, se quedó sin patatas. Y sin pararse a pensárselo dos veces, le pidió a su marido que fuese a la tienda a por ellas. Pero la tienda a la que recurren habitualmente está en Vilagarcía, al otro lado de la frontera. «Nin nos paramos a pensar no peche perimetral», dice la mujer: el hombre se subió en el coche y puso rumbo al establecimiento de siempre, al más cercano. Ni siquiera cuando la Guardia Civil le dio el alto se le ocurrió que estaba en problemas: «Díxolle que ía mercar unhas patacas para o meu establecemento; pero non tiveron piedade, porque el non é o responsable do local, que son eu. Metéronlle 600 euros de multa. Foron as patacas máis caras da miña vida», recuerda su mujer. «Podía ter dito que ía a levarlle á comida a miña nai; é maior, está enferma e temos que ir todos os días a atendela. Pero non se lle ocorreu dicir iso porque non tiña conciencia de estar facendo nada malo», relata su esposa.

Información elaborada por Rosa Estévez, Ana F.Cuba, Alejandro Martínez, Ana Lorenzo, Toni Silva, Marta López y María Hermida.