Las garzas regresan al Lagares

Antón lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO CIUDAD

Unas pasaran en la ría el invierno y otras viajan hacia África

14 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Este año tardaron mucho más en venir, y su llegada fue más escalonada y accidental que de costumbre, pero ya están aquí en su migración anual. Las garzas reales ya se pueden ver en toda la ría de Vigo y alrededores. Algunas para quedarse a pasar el invierno y otras reponiendo fuerzas para continuar su ruta hacia África.

Se trata de un pajarito de buen tamaño que sobrepasa fácilmente el metro de altura y el metro y medio de envergadura. Es igualmente inconfundible su color, predominantemente gris (de ahí su nombre científico Ardea cinérea, de ceniza). Tanto en vuelo como caminando resulta llamativa su delicadeza y su elegancia de movimientos que sería la envidia de cualquier compañía de ballet clásico. 

Semejante belleza no es extensiva a su canto que consiste en un graznido desagradablemente insoportable. Sus largas patas, su larguísimo cuello, todo ello terminado en un igualmente largo pico, es un prodigio evolutivo que es la clave de su éxito y se resume en una palabra: paciencia. Con dicha paciencia nuestras garzas eligen un lugar de aguas someras y allí, prácticamente inmóviles, esperan a que algún infortunado pez pase a su lado. En ese momento toda la parsimonia se transforma en velocidad y vertiginosamente, como si fuera un arpón, lanza un picotazo para capturar al pez. En los documentales la cosa resulta infalible, pero en la realidad el pez se huele la tostada y en el 90 % de los casos nuestra amiga se queda con el pico clavado en la arena. 

Ser un ave entre grande y enorme tiene sus ventajas, como optimizar la eficiencia energética, pero también sus inconvenientes que se traducen en un ritmo lento en el remonte de vuelo y en su consiguiente singladura con semejante envergadura. La cosa no tendría mayor importancia si no fuera por el inconveniente de las escopetas. Las garzas son una de las víctimas preferentes de los escopeteros en las que encuentran un blanco fácil para quienes disparar por simple diversión. Por si tuvieran alguna duda está estrictamente prohibida su caza al ser especies protegidas, y ni siquiera son comestibles, pero ambos factores no evitan que sean algunas de las víctimas más frecuentes de los disparos. Simplemente son grandes, lentas, y se les dispara con facilidad. Matar por divertirse. 

El hábitat preferido de las garzas es otro problema añadido a su supervivencia. Para poder encontrar alimento y refugio precisan lagunas, humedales costeros y continentales, bosques de ribera, en definitiva, el tipo de hábitats que están desapareciendo. Si quieren disfrutar del espectáculo les recomendamos dos enclaves cercanos, la xunqueira del Lagares en Vigo y sobre todo la Foz del río Miñor en Nigrán

Nuestras amigas están desarrollando un proceso de adaptación a las zonas urbanas que tiene que ver en buena medida con la contaminación lumínica. Teniendo en cuenta su dieta, siempre fueron aves diurnas, pues difícilmente se puede arponear en la oscuridad un pez con el pico si no lo vemos, y mucho menos volar de noche con semejante envergadura, pero estas cosas van cambiando y las garzas nos están demostrando una característica sorprendente, su capacidad de adaptación. Las garzas encontraron en la urbanización del litoral una inesperada oportunidad. Las luces que ya ocupan prácticamente la totalidad de la costa, especialmente en puertos y paseos marítimos resultan un atractivo para los peces y paralelamente para sus depredadores naturales y también humanos, y así no resulta difícil encontrarlas a altas horas de la madrugada en las zonas portuarias de Nigrán, Saiáns, Canido, Teis, Redondela, Arcade, Vilaboa, Moaña, Cangas, es decir, circunvalando la ría. No es una buena noticia dicha adaptación. Es un indicador de que estamos cambiando los ritmos biológicos de las especies, cosa que nunca termina bien, y este proceso negativo incluye a nuestra propia especie.