«In memoriam» de José Ramón Iglesias Veiga, gran historiador del arte y mejor ser humano

Juan Miguel González Fernández INSTITUTO DE ESTUDIOS VIGUESES

VIGO

Xoán Carlos Gil

Fallece el mejor especialista en la arquitectura regionalista gallega

05 nov 2020 . Actualizado a las 13:37 h.

 Hace unos pocos años durante una de sus muchas conferencias José Ramón María (Moncho) Iglesias Veiga (Sanguiñeda, Mos, 1957) se sintió ligeramente indispuesto. Allí comenzó a dejarse sentir el calvario de una grave dolencia que desembocaría en su trágico fallecimiento.

Si hubiera que definir a Moncho en muy pocas palabras cabe decir que era un gran historiador del arte, sobre todo del regionalista (Palacios, Gómez Román, etc.) y que era todavía mejor persona. Y no hablo desde el cariño y la amistad sino desde verdades incontestables.

Su larga y gruesa, como todas las buenas, tesis en la UNED bajo la dirección del ahora también difunto J. Melero, viene siendo la culminación de mucho tiempo y dedicación al trabajo; si el libro que recoge buena parte de su tesis doctoral en una sinfonía del saber, la primera parte es antológica, fruto de su dilatado quehacer.

No vale decir que ahora que ha fallecido hay que hablar bien de él. Su trayectoria vital y como historiador del arte gallego y como excelente persona más que sobradamente conocidos, y no siempre reconocidos.

Afincado desde muy joven en Vigo, su verdadera casa, luchó como un titán en conocimiento y defensa del patrimonio arquitectónico de esta ciudad, la cual debe reconocérselo de alguna manera. Se convirtió en todo un referente cultural no solo de Vigo sino de todo su entorno (O Porriño, Val Miñor) y de toda Galicia en suma.

Querido y respetado por los mejores, no dejó nunca de ayudar a nadie, incluso a los fariseos. Generoso al límite, siempre se podía contar con él, y su dedicación al Instituto de Estudios Vigueses, del que fue estacado miembro varios años, y de la Comisión de Cultura de la Deputación de Pontevedra, son una excelente muestra.

¡Qué decir como orador! Ameno y didáctico al máximo, (incondicional de las ilustraciones), el vídeo que sus alumnos del Instituto “Pino Manso” de O Porriño, le dedicaron con motivo de su jubilación es la mejor prueba de ello. Su bonhomía iba por delante siempre.

Muy amigo del recientemente finado arquitecto Jaime Garrido, con quien colaboró en varios libros, y del maduro periodista Gerardo González Martín, deja tras de sí una estela de trabajos (libros, artículos, comunicaciones) en los que se pone de manifiesto el rigor y el trabajo bien hecho. Un legado que se mantendrá (y le mantendrá) vivo durante generaciones.

Contados los que como él, amaron los nobles edificios de esta ciudad, desde el Eclecticismo hasta la Guerra Civil, pasando por el Modernismo (1856-1936). Nos los redescubrió y les dio un sentido, defendiendo así su pervivencia frente a la voraz piqueta desarrollista. Sin su esfuerzo, seriamos casi unos ignorantes de nuestro envidiable patrimonio arquitectónico.

Enemigo infatigable de las injusticias, dejaba sentir su sensata y serena voz allí donde iba. Aunque, todo hay que decirlo y bueno es, no le dolían prendas para indignarse ante los desafueros. Calaba con acierto a las personas, pero a nadie negaba un saludo; así de caballeroso era.

¿De dónde sacaba el tiempo para desarrollar su actividad? Pues de la familia y sus aficiones, como todos nosotros. Su esposa fue un puntal en el que apoyarse, armada de mucha paciencia.

Para acabar, me viene a la memoria una escena significativa: un anochecer a la salida del local del Instituto de Estudios Vigueses, en un arrebato de vehemencia y sinceridad me atreví a asegurar que en la institución había dos miembros con el corazón muy grande, y uno de ellos era él. Y no me equivocaba en nada. Palabra.

La inminente presentación de su última obra (colectiva) sobre el edificio y conservas Alfageme, se ha de convertir en el epígono de su absoluta dedicación, muestra de su buena labor.

La Parca es sumamente injusta, cuando en plena madurez creativa aún le quedaba tanto y tanto por hacer, que ofrecernos,....

A su esposa, Marisa, e hijos, nuestra más sincera condolencia, de corazón, aunque suene a tópico.

Sit tibi terra levis, amigo. No te olvidaremos nunca.