El precursor de los Minions es de Vigo

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO

M.MORALEJO

Héctor Rodríguez lleva una década creando personajes, cada uno con identidad propia, que hace con piezas valiosas de objetos reciclados con mucha historia

22 jul 2020 . Actualizado a las 12:07 h.

Si no fuera porque sus muñecos no se mueven ni hablan -por lo menos ayer no dijeron ni pío- se diría que Héctor Jesús Rodríguez Álvarez (Vigo, 1965) es la versión campechana, enérgica y alegre de J.F. Sebastian, el ingeniero genético de la película Blade Runner que vivía con sus humanos artificiales en un edificio abandonado. En realidad, excepto en su capacidad para insuflar vida a los objetos, pocas más son las similitudes, aunque tras desmenuzar la personalidad de cada uno, no es descabellado pensar que cuando se queda solo con ellos las tertulias sean épicas.

Este vigués que reside en Ponteareas siempre fue un manitas, pero descubrió hace más o menos una década, su habilidad para componer esculturas con vida propia. El primero fue un vikingo que le regaló al Real Club Celta. Su perfil se acerca más al de un artesano como Gepetto que a un progenitor de replicantes. Y sus pinochos se cuentan por decenas. «Ya no sé dónde ponerlos. Me van a echar de casa», exagera.

El artista cuenta que todo empezó «después de conocer a gente de edad que tenía aficiones relacionadas con el coleccionismo y la recuperación de objetos. Por mis inquietudes empecé a hacer personajes, que no son figuras ni esculturas, todos tienen una historia y todos merecen atención y consideración», afirma. Como ejemplo pone a un grupo que acaba de colocar en el exterior de La Pequeña Tienda de Antigüedades (Avenida de Madrid, 24), el establecimiento donde actualmente expone una amplia muestra de su trabajo: «Se llaman Los Manueles, son todos señores mayores con un montón de experiencias, con carácter, que ocuparon puestos unos más humildes y otros más importantes en su vida laboral y se juntan una vez a la semana para hablar de sus cosas. Son tercos pero se respetan», concluye.

Héctor, cuya profesión no tiene nada que ver con esta pasión suya, ya que combina su empresa de cátering con el montaje de eventos y espectáculos, aclara que la biografía de sus creaciones no es solo suya: «Algunas me las invento yo, y con otras me ayudan amigos a los que les gusta escribir y tienen sensibilidad para esas cosas». Además de figuras, realiza también muchos mecanismos motorizados como aviones, bólidos, motos o bicis. «Hay piezas esperando un argumento porque están en fase de buscar un personaje que se adapte a ellas», indica. Las que usa para construirlos no son cualquier cosa. Algunas hay de desguaces, y despieces de máquinas industriales, el lanzamisiles de una fragata, un secador de peluquería, el depósito de una Harley, el ala de un Rolls Royce y de un Citroën 11 Ligero de 1915 o viejas farolas de Castrelos cedidas por el Concello de Vigo.

Él busca cacharros con solera. Mucho procede de anticuarios, pero no lo habitual, sino eso que acaba en el cajón de sastre, «que nadie sabe qué hacer con ello y para mí son tesoros», advierte. Aunque cada personaje es único, todos se parecen un poco y a su vez recuerdan a los Minions porque llevan gafotas hechas de los restos de unos prismáticos o unos anteojos de ópera. Pero el artista asegura que nunca pensó en las criaturas amarillas de animación por las que expresa admiración: «Son un producto muy bueno» dice mientras observan los robots Ángela y Sancheski y alguna de sus lámparas casi humanas.

El granjero que araba los campos con forma de corazón inspira un cuento infantil

Aunque insiste en que todas sus creaciones tienen entidad propia, entre sus favoritas está Enzo Mallorca. «Fue el primer hombre que batió el récord de inmersión en apnea, gran amante de las Vespas antiguas, recorrió el mundo entero. Nació en la isla de Siracusa y falleció en 1948», dice. Héctor se define como autodidacta aunque algo tuvo que ver su abuelo, contramaestre en Elcano que le enseñó «a hacer nudos y trucos para ser hábil».

Tuvo durante un tiempo un museo en Ponteareas, El Muñeco del Reloj, que ahora le gustaría poder ubicar en Vigo. El artista ha realizado numerosas exposiciones y piezas suyas han llegado hasta otros países, aunque confiesa que no le gusta desprenderse de ellas. Por eso prefiere las visitas didácticas que organiza para niños cuando hace alguna muestra.

En vistas hay proyectos para que sus personajes sigan teniendo vida propia en otros lugares. Por ahora no se atreve a imaginarlos hablando y moviéndose en películas, pero sí como seres de cuento para niños, como Aniceto y su tractor de coser, que es «la historia de un viudo que vivía en una granja y araba los campos con forma de corazón para que su mujer los pudiera ver desde el cielo».