Andrómeda es una hermosa galaxia espiral que se aproxima a nuestra Vía Láctea a razón de 300 kilómetros por segundo. Los astrónomos prevén que colisionen en una gran hecatombe cósmica, prevista para dentro de seis mil millones de años. Para entonces, la discriminación de la mujer será historia. Pero sería bueno adelantar su fin, por más que el presidente Feijoo se pregunte: «¿Por qué ahora?». Pues porque esto ya no se sostiene por más tiempo. Andrómeda es también el nombre de una chavala de la mitología griega. Su padre, el rey Cefeo, la encadenó desnuda a unas rocas, para que la devorase un monstruo marino que había enviado el dios Poseidón. Salvada finalmente por Perseo, su imagen es la de la mujer enviada al sacrificio. ¿Y a qué viene esto? Pues a la vasta cultura que nos regala últimamente el Cuerpo Nacional de Policía. Que ha llamado así (Andrómeda) a la operación que permitió detener a cinco personas por prostituir a mujeres latinas en dos puticlubes de la ciudad. Porque anteayer, mientras nos manifestábamos por la igualdad, había puteros en los prostíbulos. Los hay todos los días y a todas horas, como lo refleja la realizadora viguesa Noemí Chantada en su documental La mujer invisible, finalista de los Mestre Mateo. La buena noticia es que el jueves, al menos, la policía metió entre rejas a algunos proxenetas. Pero siguen abiertos infinidad de lupanares donde se explota a las mujeres. Y que frecuentan honorables padres, abuelos, hijos, hermanos, primos y demás familia. Así que hay que felicitar a la Policía por esta operación. Pero no lo van a arreglar ellos solos. Esto no se soluciona con andrómenas ni con andrómedas.