El imposible control de los virus en un mundo global

Antón Lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO

Barcos, marineros y viajeros hacen que las enfermedades se trasladen entre continentes al margen de los controles

12 oct 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Esta es una historia de ficción. Tiene que ver con el medio ambiente, sus problemas, y la actualidad, que para eso estamos, y con sus consecuencias ecológicas y sociales. Pero a pesar de que muchas piezas de esta historia son reales, el conjunto del puzzle, a día de hoy, es simple invención, aunque hace cinco años escribimos una nota de prensa muy seria (que pasó totalmente desapercibida) en la que imaginábamos este escenario.

Abdul vive en Sierra Leona. Pescador artesanal, hijo y nieto de pescadores, hace años que diversifica su actividad cazando monos en la selva. No es lo suyo, pero tiene que alimentar a su familia, numerosa, y la pesca ya no es suficiente. Las flotas industriales europeas esquilmaron sus caladeros y para comer recuperan la antigua tradición de consumir carne de mono. Para conseguir algún dinero capturan también a las crías de esos monos, que venden luego como mascotas en el mercado del puerto a los marineros de los grandes arrastreros que a veces hacen escala allí.

Ayer tuvo suerte. Consiguió un monito verde de dos meses para vender y de paso mató a la madre del monito y tres hembras más que intentaron proteger a la cría. Hay comida garantizada para toda la semana y un posible buen negocio. Tras un duro regateo, consigue venderlo y vuelve a casa feliz con nada menos que diez euros en el bolsillo, una auténtica fortuna en Sierra Leona. Su alegría le hace olvidar el catarrazo que lleva encima y que le tiene estornudando sin parar desde ayer. (Abdul desaparece aquí de nuestra historia. Una semana después será el número 112 de muertos por ébola ese día en aquel país).

Mascota peligrosa

Quien también está contento es Paco. La temporada de pesca termina regular, cada vez menos peces y de menor tamaño, pero tiene por delante unos meses de descanso. En el barco están cabreados por eso, pero atracaron en Sierra Leona para repostar y Paco bajó a tierra para estirar las piernas y curiosear por el mercadillo. Ya se imagina la cara de su sobrino Fins (al que le gustan mucho los animales) cuando le aparezca con su nueva mascota de regalo, que hará compañía al lorito que le llevó el año pasado y que convirtió a Fins, el sobrino, en la envidia de sus compañeros del cole.

Les esperan unos días de viaje hasta llegar a su puerto base, por lo que Paco compra unos kilos de frutas variadas para alimentar a su monito en el barco. Fueron unos días de navegación sin incidencias, excepto el día que el monito se escapó del camarote y tras horas de persecución por el barco, y morder a toda la tripulación hasta que consiguieron capturarlo, Paco se ganó una bronca del patrón.

Pero una mañana embocaron por el sur de Cíes y vieron al fondo el hermoso puerto de Vigo. Por fin en casa. Ese día en el puerto hay mucho lío, con cinco grandes pesqueros llegando simultáneamente, dos cruceros, y encima un simulacro de desembarco de un infectado por ébola. Los inspectores no dan abasto y Paco, con el mono en la mochila, sale tranquilamente del puerto y se abraza con su hermano, que lo espera para llevarlo a casa. Ya volverá mañana a recoger sus cosas. Lo primero es lo primero y Fins lo espera ansioso para ver «esa sorpresa que te traigo». Al sacarlo de la mochila, entre el miedo y el estrés acumulado, lo primero que hace el monito es morder a Fins. En ese mismo momento, vista la mala leche del bicho, deciden bautizarlo como Chuky (por la peli del muñeco diabólico). Chuky no se adapta bien a su nuevo hogar, cosa comprensible por otra parte, y no para de pegar mordiscos a cuanto visitante (y son muchos) se acerca para conocerlo.

Unos días después, Fins le dice a su madre que no quiere ir al colegio. Se encuentra mal, con estornudos y fiebre, y el Frenadol no soluciona el problema. Al día siguiente van al médico, que le receta los consabidos antigripales, y vuelta a casa. La cosa se pone peor cuando empiezan las diarreas. A saber que porquerías comerán en el cole, piensa su madre, pero cuando la fiebre sube deciden olvidarse del médico de cabecera y plantarse en urgencias con Fins.

Atención urgente

En el fondo hay suerte. El médico que lo atiende, muy pendiente de las noticias de estos días, se mosquea y decide activar el protocolo (entre las burlas de sus compañeros, que lo llaman histérico), pero el médico se planta y ordena el traslado a la unidad de referencia. La ambulancia sale de Santiago, dos horas para llevar a Fins del Xeral al Meixoeiro. Resultado positivo: Fins tiene ébola. La noticia es un mazazo y la familia está comprensiblemente angustiada. Empieza el interrogatorio y tras muchas vueltas sale a escena el monito. Es una probabilidad a tener muy en cuenta, por lo que desde el hospital envían rápidamente un equipo para coger a Chuky y analizarlo. No llegarán a tiempo por unos minutos. Ignorantes de lo que sucede en el hospital en ese mismo momento, en casa de Fins alguien se acuerda de Chuky. No están las cosas para preocuparse por tonterías y Paco decide entregar el monito (del que ya estaban hasta las narices por su mal carácter) en Vigozoo para que se hagan cargo de él, pero su cuñado le advierte que no tiene papeles y posiblemente le pongan una multa por traer un bicho de forma ilegal.

Era justo lo que faltaba, que encima cayera una multa. Paco mete a Chuky en el maletero del coche, se mete por una pista forestal del monte Vixiador. Detiene el coche, comprueba que no hay nadie a la vista, abre el maletero y tras decirle al monito «búscate la vida», lo suelta. Paco regresa a casa. En cuanto llegue se tomará un Frenadol, a ver si le pasa el catarrazo con el que se levantó esta mañana.