No hay nada peor para un sábado por la mañana que una charla inesperada con un gaiteiro cabreado. Bueno, sí. Una charla con gaiteiro con ansias de reconocimiento. Hace unos días, durante la entrega de los premios Galegas Destacadas, en este caso, a las astrofísicas Ana Ulla y Minia Manteiga, un gaiteiro vestido de tal guisa de la cabeza a los pies, desde la monteira hasta las polainas, se acercó para avisar de que quería comentar algo en un aparte. Al finalizar el acto se desveló el misterio. Quería que su nombre, como parte contratada por el Concello de Vigo para la ceremonia, apareciese en la noticia. Aseguraba estar harto de participar en numerosos eventos y que nunca nadie reparase en quién ponía la banda sonora. «Si fuera Carlos Núñez sí que salía bien destacado. Yo entiendo que no soy él, no soy una estrella, pero...». Tiene razón. Todo artista merece atención y a veces nos olvidamos de que están ocultos entre el atrezo, esforzándose por hacer su trabajo poniendo lo mejor de sí mismos. Pero en vez de quejarse a la prensa debería dirigirse al departamento de comunicación del Concello de Vigo para que cada vez que vaya a actuar en alguna ceremonia en la que el municipio tenga algo que ver con la organización, no se olviden de nombrar a todos los participantes, que luego se le mosquean y le echan la culpa a otros. El gaiteiro se llama Álvaro Costas, es el nieto mayor del famoso Wenceslao Cabezas, Polo, director de la Escola Municipal de Danza de Vigo, que desde los 2 años le metió en las venas la pasión por el folk. Tocó el himno gallego con soltura y la solemnidad que requiere la pieza. Pero también puede sonar en conciertos de rock sin desentonar. Cuando interpreta la versión para gaita del tema principal de Rocky, te dan ganas de subir las escaleras de O Castro de tres en tres y al llegar arriba, dibujar la V de Vigo alzando los brazos.
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