Prohibido ser pobre

VIGO

19 dic 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

En los años 90, Jesús Gil logró lo impensable: acabó con la pobreza. Como alcalde de Marbella, Gil dio la orden a la policía de que sacase a los indigentes del centro de la ciudad. Quedaba feo. Años después, un concejal llegó a cifrar en tres el número de pobres de su ciudad, con nombres y apellidos.

La pobreza es antiestética. La pobreza es chunga. Hasta huele. Hay poco glamur en tener que pedir para llegar a fin de mes. Y ya estamos hartos de historias tristes... Por eso el alcalde de Valladolid trató de prohibirla también y el año pasado sacó una ordenanza que preveía multas de hasta 750 euros para quienes mendigasen en la calle. Hace pocas semanas, por cierto, el Tribunal Superior le dijo al regidor pucelano que si estaba de broma o qué y tumbó su normativa. Pero hay más ayuntamientos con España comprometidos con la estética en sus calles que buscan normas similares: Madrid, Benidorm...

Esa es la estrategia para acabar con la pobreza. Levantar la alfombra y meterla ahí. Esconderla. Ocultarla. Silenciarla. Los pobres no solo tienen su drama personal, sino que además no existen. Que no vayan al médico, porque no tienen derecho. Que no vayan a los juzgados, porque tienen que pagar. Que no protesten. Quedan mal.

El Concello de Vigo no les ha hecho ni caso a las familias sin recursos ni a los comedores sociales. Da las ayudas cuando se ha agotado el año, se permite ahorrar y amenaza a los afectados si protestan y salen en la prensa. El alcalde hasta dice que su plan social ?ese que nunca quiso hacer y el BNG le impuso? «marcha espléndidamente», un adverbio muy adecuado cuando se habla de personas sin recursos... si el plan es ocultarlos. Ya no se manda a la policía a expulsar a los pobres del centro, se les saca a golpe de decreto. Es mucho más fino, pero el matonismo es el mismo.

angel.paniagua@lavoz.es