«Apartheid» mental

VIGO

07 dic 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Vigo puede sentirse orgullosa de su capacidad de acogida e integración. Es una ciudad que da cobijo a cerca de 17.000 extranjeros y no existe ningún gueto. Tras muchos años de bum inmigratorio, otras urbes españolas y europeas de un tamaño similar no pueden decir lo mismo pues han visto cómo germinaban y se instalaban focos de marginación y tensión social en algunos de sus barrios. Afortunadamente aquí han funcionado como una esponja los lazos culturales e históricos con los países sudamericanos, de donde procede el mayor contingente. Y, salvo casos aislados y muy particularizados, no se han registrado episodios de racismo.

Dicho esto, conviene dejar a un lado los elogios y echarle un vistazo al caso africano. En Vigo, hay 1.450 residentes llegados de ese continente. Los subsaharianos son menos de un millar. Al menos los empadronados. El sindicato Comisiones Obreras, que es el que más ha trabajado con ellos tradicionalmente, tiene bien constatado que son el colectivo con mayor movilidad.

¿Por qué? ¿Por qué los inmigrantes de piel negra no acaban de asentarse entre nosotros? Si convenimos que no somos racistas, ¿por qué siguen siendo inmensa mayoría los vendedores ambulantes y no surge, por ejemplo, algún empresario originario del África negra entre los socios del Club Financiero? ¿Por qué solo hay senegaleses en los pisos patera que descubre la policía de vez en cuando? ¿Por qué Beiramar sigue poblado de prostitutas nigerianas por las noches y no encontramos a esas mujeres de camareras en alguna cafetería del centro?

En este sentido, Vigo solo es un punto geográfico más de cuantos se sitúan al norte de las vallas con cuchillas que nuestro Gobierno ha instalado en Melilla. El mundo aún necesita más seres maravillosos como Nelson Mandela para acabar con los apartheids mentales y económicos que persisten.