21 jun 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Lo reconozco: voy con un trío. Y no he ligado póker porque fallé, en el año 1998, a la movilización bajo el lema «Todos somos Míchel Salgado». Aquel día, la gente rodeó Balaídos como los peregrinos de la Meca circunvalan la Kaaba. No falté, sin embargo, a la marcha del Estai del año 1995, en plena Guerra del Fletán Negro, título que algún día veremos en una película de Jack Sparrow. Asistí también, en 2010, a la marcha a favor de Caixanova.

Y acabo de poner broche de oro a mi palmarés de manifestante vigués, al convertirme en uno de los cinco mil «variopintos» que fuimos a la concentración «Salvemos Peinador».

Así que tengo un trío de manifas. Pero, por un error estúpido, me falta lo del futbolista para el póker. Atribuyo mi ausencia a un pecado de juventud. Yo no era Míchel Salgado. Era un inconsciente.

Por suerte, me redime lo de Peinador, que suma doble en la categoría de manifestaciones raras. Porque lo suyo hubiese sido un más genérico «En defensa de Vigo». Es un lema que habría tenido más adeptos, porque es un hecho que esta ciudad padece un castigo insufrible. Que cabrea hasta al ciudadano más mesurado.

Por eso fue un error centrarla solo en el aeropuerto, aunque fuese un éxito de público. Como ni los del Sepla hacen manifestaciones, la gente no sabía qué corear.

Al menos, algunos redondeamos el currículo de manifas inverosímiles. Yo ya salí a la calle por un pesquero, por un banco y por un aeropuerto. Y, si vivo lo suficiente, tal vez llegue a movilizarme por un árbol, por una ostra y por un tiovivo. O por la madre que parió al bosón de Giggs.

Mi fe en la creatividad de Vigo para manifestarse no tiene límites. Confieso que no puedo evitarlo: ¡me encanta ser vigués!

eduardorolland@hotmail.com