El superviviente de O Berbés

Begoña Rodríguez Sotelino
B. R. Sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO

El hostelero Antonio Miguélez lleva 40 años al frente del local que sufre el declive de la plaza

09 dic 2012 . Actualizado a las 12:25 h.

Cuando se instaló el restaurante El Turista, O Berbés era una de las plazas más bonitas de Vigo. La zona estaba llena de vida, pero las sucesivas y nefastas decisiones municipales sumadas al declive del barrio y de la actividad portuaria, también consecuencia de políticas erróneas, sumieron al antiguo y pintoresco enclave en la desidia en la que hoy tratan de sobrevivir los pocos comerciantes que siguen luchando contra viento y marea. A pesar de que la marea también se la llevaron, ya que mucho antes los vigueses se bañaban a orillas de los soportales y casitas que hoy se sustentan malamente con puntales, ofreciendo una triste imagen del Vigo auténtico que creció sin saber conservar lo mejor que tenía.

Antonio Miguélez Alén llegó allí en el año 1972. La ribera de O Berbés todavía era un espacio bullicioso y el hostelero decidió que era un buen lugar para asentarse y prosperar en un sector que era el que conocía de toda la vida por tradición familiar, ya que no son pocos los parientes que tiene, procedentes todos del municipio de A Cañiza, que orientaron su sustento hacia el gremio de la restauración. Por ejemplo, sus sobrinos, que llevan el Bar Puerto, local que aunque ya tenía fama entró en la historia de la literatura policíaca cuando Domingo Villar lo eligió para que su detective, Leo Caldas, disfrutara de sus menús en la novela La playa de los ahogados.

El Turista podría ser igualmente una tasca en la que Caldas degustase platos sencillos y sabrosos en un ambiente de taberna de las de antes. El restaurante no ofrece grandes lujos, o sí, ya que tener cada día el pescado más fresco que sale del puerto de Vigo -chinchos, rapantes, palometa, raya, rape, merluza...- podría considerase deslumbrante.

Antonio cuenta que cuando él y sus tres hermanos se hicieron con el traspaso de El Turista ya había pasado por otras manos: «Las del señor Edelmiro, que lo fundó en 1945 y luego montó aquí cerca una mercería con el mismo nombre que, por cierto, cerró el año pasado; y después unos vecinos nuestros, José y Clemente». Antonio echa cuentas y le salen cifras de aniversario: «En el restaurante llevo 40 años, y en Vigo, 50».

Pero El Turista no fue su primer negocio. La familia también regentó en tiempos la confitería contigua y recuerda cuando trabajó en el bar Pontellas, también en O Berbés, uno de los muchos que echó el cierre, o el Casablanca, en el Paseo de Alfonso XII. Entonces le salen de carrerilla una buena lista de bares que ya son historia: «el Avencio, el Canta Galo, Si Podo, Raúl, Lisboa, Blanco, Girasol, Diego y el Rápido. Todos estaban en esta plaza. Había un movimiento distinto y bonito, pasaba mucha gente andando o paraban con el coche, venían ya de mañana a tomar el bocadillo de las 11 o una tapa y muchos que salían de trabajar del puerto, ya comían», recuerda. El hostelero se lamenta del estado de su barrio: «Se puede decir que está abandonado, aquí ya no hay casi nadie viviendo. Está todo parado y vacío». Pero Antonio y su mujer, Carmen Castro Antón, continúan bregando tras la barra y tras la cocina (junto a su cuñada, Dolores y una empleada), en El Turista, que conserva el sabor de antaño porque, según cuenta, «está igual que cuando lo cogimos», hasta que decidan que ha llegado el momento de retirarse. Mientras, la vida sigue. Aunque O Berbés se muera poco a poco si nadie lo remedia.