Catorce en el Camino

Soledad Antón García
soledad antón VIGO / LA VOZ

VIGO

El recorrido desde O Cebreiro a Compostela fue «una experiencia única e irrepetible»

30 ago 2011 . Actualizado a las 12:47 h.

Por lo que aún se ríe José María Fonseca al recordar algunos episodios de aquel viaje que tanta huella le dejó tuvo que ser una experiencia única. «Lo fue. Desde el punto de vista humano fue muy enriquecedor, único e irrepetible», sentencia el presidente de Terras Gauda. El empresario fue uno de los integrantes de aquel heterogéneo grupo de catorce personas que, apadrinado por Carlos Casares, se echó al Camino desde O Cebreiro un buen día de otoño del año 92.

La mayoría de los caminantes, por no decir todos, se saltaron cualquier preparación física previa, así es que tuvieron buen cuidado de garantizarse los servicios de un coche-escoba al que, según Fonseca, apenas dieron uso, salvo para el traslado de mochilas e instrumentos musicales diversos. Sí, porque aquella variopinta troupe de librepensadores de izquierda, derecha y mediocentro, en la que había juristas, empresarios, médicos, escritores y mucho músico aficionado, no perdonaba las interminables tertulias nocturnas trufadas de cánticos con música de cuerda, de viento y de percusión.

Así se entiende la sentencia de Fonseca: «Los días eran buenos, pero las noches eran estupendas». Explica que cuando se sentaban a la mesa se les olvidaba el dolor de piernas, las ampollas y el agotamiento. «El queridísimo amigo Carlos [Casares], además de ser un extraordinario fabulador, era un tertuliano como no he conocido nunca otro», dice.

Fue precisamente en una de aquellas interminables tertulias donde se acuñó una de las unidades gallegas de medida por excelencia: algo más del metro escaso. Y también donde se artellaron algunas encerronas sonadas, para las que los artelladores se buscaban todas las complicidades posibles, incluida la de los mesoneros. Recuerda José María Fonseca el día que aconchabados con el dueño del hostal, levantaron prácticamente al alba a Casares aduciendo que Iñaki Gabilondo iba a abrir su programa con el grupo de caminantes y nadie mejor que él para ejercer de portavoz. El escritor, que tenía sus dudas porque conocía el percal, quedó convencido cuando el hostelero le mostró el telegrama (falso como la falsa moneda) que había remitido Gabilondo.

No menos memorable fue la engañifa que idearon para sacar de sus casillas a uno de los caminantes que había despotricado el día anterior a diestro y siniestro contra Vázquez Portomeñe y lo que consideraba su nula gestión en todo lo relativo al Camino, cuya promoción era escasa tirando a nula. Cuenta Fonseca que inventaron una llamada del conselleiro, que quería recibirlos en su despacho en cuanto llegaran a Santiago. Parece que el destinatario de la broma juró en arameo mientras buscaba la complicidad de los aparentemente suyos y no la encontraba. Curiosamente, los situados ideológicamente más a la derecha se ponían de su parte. El mundo al revés. Para llevar el engaño hasta el final se llegó a votar.

Aquel fue un viaje irrepetible, en el que primó la palabra y la buena mesa -«aún no hemos terminado de hacer la digestión de la comida de Sarria»-, que acabó el 12 de octubre con un pasacalles vespertino por Santiago y cuyo legado fue un manifiesto abogando por la recuperación del Camino que, claro, redactó Carlos Casares.

mis mejores vacaciones josé maría fonseca