La pareja de artistas dio nueva vida a la compañía teatral adaptándola a su medida
08 may 2011 . Actualizado a las 06:00 h.Artello Teatro se fundó en Vigo en 1978. La histórica compañía independiente por la que pasaron desde Morris a Ernesto Chao, Rosa Álvarez, Manuel Pombal, Alfonso Agra, Rosa Hurtado y Santiago Montenegro, sufrió su primera merma en 1984. «Se creó el Centro Dramático Galego, empezó la TVG, los doblajes, y la cosa se fue haciendo más compleja, porque la gente empezaba a tener muchas opciones y era más complicado juntarnos para actuar, no porque hubiera malos rollos, sino porque habíamos crecido mucho y las nuevas necesidades y la dispersión hipotecaban nuestros movimientos», recuerda Santiago.
Fue el momento en que Artello empezó a diluirse y a tomar otro rumbo para poder seguir creando historias en las que se sintieran íntimamente implicados sin tener que depender de subvenciones ni de otros agentes externos que condicionaran su trabajo.
Tras el montaje de A matanza dos Seixas, en 1994, Rosa Hurtado y Santiago Montenegro, que en aquella obra no estaban en el escenario, sino en la dirección y en la producción, decidieron iniciar una nueva etapa creativa, caracterizada fundamentalmente por una forma de gestión más artesanal. Artello Teatro no desaparece, pero pasa a llamarse Artello Teatro alla Scala 1:5 y cambia por completo. «Vamos a empezar de nuevo y los que estemos, estamos a lo que estamos, aunque seamos menos», pensaron. «Al principio fue casi un capricho, nos apetecía construir nuestros proyectos y recuperar cosas que habíamos perdido por el camino», reconocen. «Dedicamos más de un año a plantear el nuevo futuro y a preparar con calma nuestro primer montaje, A do libro, para el que construimos un libro a escala 1:5», explican.
«El producto ya no tenía que ver con lo que la gente podía identificar con la marca Artello, excepto en la forma de trabajar, de creación colectiva, y por el formato de los espectáculos», añaden.
Vigo sigue siendo la base de operaciones de la compañía con la que se quedaron Rosa y Santiago, «aunque siempre con la colaboración de Manuel Pombal, que sigue siendo nuestro espejo», remarca ella. En una de las paredes de su local de ensayo, en el barrio de O Calvario, cuelgan enmarcadas todas las producciones realizadas por Artello, desde su primera etapa hasta la actualidad. El tamaño de los carteles, que ha ido disminuyendo con los años, resume de forma metafórica su forma de enfocar su trabajo, de las grandes producciones a los montajes que caben en una furgoneta «que puede dormir en el garaje del hotel cuando nos vamos de gira», aunque ese minimalismo spacial no se corresponde en tamaño con los frutos logrados, ya que Artello alla Scala 1:5 ha consolidado una trayectoria que les permite ir de función en función por todo el país y el extranjero (acaban de regresar de una gira por Colombia y Brasil) sin tiempo, por fortuna, para nada más que para vivir de lo que más les gusta hacer.
Así, Artello menguó para seguir creciendo. El público también cambió. Los niños se sentaron en las butacas en cuanto ellos adoptaron a los títeres, las sombras y los objetos como compañeros de escenario, aunque sus funciones sean para todos los públicos, como lo es el Teatro Negro de Praga. «Los adultos que ven nuestros montajes se lo pasan genial, pero la especialización viene dada por el mercado y al final la etiqueta acaba pesando ya que aunque vamos a muchos festivales de títeres, vamos a otros, como Almagro. Es muy difícil que el adulto admita el títere, que nosotros prohijamos realmente para poder suplir a los actores que no teníamos», explican.
En este momento giran con De fábula, que han vuelto a sacar del baúl, y un estreno, Cinderella Mix, para la que cuentan con el joven Simón Piñón, que se ha implicado por completo en esta obra que revisa La cenicienta con humor y mucha «limpieza».
Santiago es vigués de Bouzas y Rosa, abulense de Arenas de San Pedro, aunque lleva afincada en Vigo 33 años, suficientes para otorgarle la «nacionalidad». En la compañía, los dos hacen de todo.