Reality con final feliz

TELEVISIÓN

17 nov 2012 . Actualizado a las 19:03 h.

Vaya por delante que no le deseo a nadie esa tensión que Luján Argüelles, presentadora de Quién quiere casarse con mi hijo, vivió en la gran final. Porque llegados a la última elección, los concursantes parecían el general Petraeus, rodeados de aspirantes dispuestas al escándalo Interviú antes que al amor. ¡Ay, el amor! Y es que si algo nos ha enseñado ese programa, además de escote y pandero, es que en el altar de la emoción, en la tómbola de la vida, lo que importa no es la dopamina que te lleva a darle la clave del Dropbox a tu biógrafa, sino la suegra que te toca. Mucho más real que el brillo de los ojos. Así que en ese momento crucial, en que la hormona desborda, hay que tener muy claro dónde se mete? la cabeza. Si en la categoría «o ella o yo» que lideró la madre de Javi y que acabó con todos los afectos rotos o en el modelo Valdoviño que convirtió a Mary en la reinona pop de las suegras. Con frases de hemeroteca - «ellos no se cansan de las golfas»- y con el humor como eje de una relación a prueba de tópicos. Porque ni Pedriño ha sido un cachimán al uso ni Mary una suegra inflamable en busca de exposición. Por eso no pudo haber final mejor para un reality que dibuja el triunfo del único amor. Pedriño le puso el anillo a su madre y Mary lo abrazó, como un gran happy end de televisión.