19 ene 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Recurrieron a Berlanga para un título, La escobilla nacional, que dejase al descubierto el esperpento de país que televisivamente representamos con el exceso de programas del corazón. Y en principio la audiencia los ha encumbrado, con casi un 20% de seguimiento en su primer día, en Antena 3, cadena que por otra parte se alimenta también diariamente de espectadores ávidos de cotilleo. Es una vez más la pescadilla que se muerde la cola, deformar con humor el absurdo que sin necesidad de actores de por medio ya da risa por sí mismo, aunque las imitaciones estén clavadas por ese gran equipo de Polònia y Crackòvia de TV3, Homo Zapping y profesionales como Carlos Latre o Silvia Abril (Buenafuente).

Había que deformar lo deforme, y hacer esperpéntico el esperpento de mezclar a Esperanza Aguirre con Coto Matamoros y a Belén Esteban con el príncipe Felipe para exagerar ese mundo en el que los protagonistas son los propios colaboradores de los programas, capaces en directo no solo de gritar, pelearse o suicidarse sino de bailar, comer, pintarse los labios o hablar por el móvil como si estuviesen cómodamente en su casa.

Los han retratado a la perfección, pero la duda está, por un lado, en confirmar si esta fórmula del humor rosa es suficientemente ácida o dará más cancha a la cadena para retroalimentar su parrilla con más contenidos del corazón que a su vez serán objeto de burla en un espacio semanal. O si, por otro, la audiencia será capaz de seguir soportando también en domingo a los periodistas-colaboradores incansables, aunque sea barnizados con la capa del maquillaje de la risa. Lo mejor: que su presentador, Ángel Llàcer, se haya sabido mantener en un segundo plano, sin necesidad de soportar sus chillidos y espasmos histriónicos, y que Belén Esteban haya conseguido tratar al Príncipe de tú como una verdadera princesa del pueblo.

Con todo, el humor cañí de José Mota sigue liderando en La Primera.