Crónica
22 jun 2007 . Actualizado a las 07:00 h.El escritor compostelano Xavier Queipo asegura que lo malo de vivir una situación caótica no es tanto sufrirla como arriesgarse a que de ella emerja una realidad aún más conflictiva que aquella que la originó. Por eso, quizá, la postura más inteligente no sea la de combatir el caos, sino, más bien, tratar de situarse en su interior para, desde el núcleo, adivinar a tiempo si conduce a un orden indeseado. Queipo, narrador, poeta médico y biólogo, ha elegido Bruselas, la ciudad en donde vive desde hace dieciocho años, para presentar Dragona (Xerais), su última novela, en la que retrata la afección que padecen las relaciones humanas cuando se ven sometidas a esa vorágine de un mundo cambiante. «Vivimos unha xeira entrópica, antecesora dunha situación caótica. Caótica no sentido non necesariamente negativo que adoita tramsmitir o termo logo dun desprazamento semántico que equipara dalgún xeito caos con catástrofe. Mais non son sinónimos. O caos ten as súas leis, que fan que a partir dun desorde se poida xerar un equilibrio ou unha orde nova», asegura. Dragona se presentó en la Libreria Orfeu, centro de la vida cultural lusogalaica de la capital belga, en pleno corazón de su barrio europeo y a doscientos metros escasos del edificio donde, ayer mismo, y a su manera, los líderes europeos trataban de recomponer el caos en el que vive inmersa la UE desde hace un buen tiempo. Lo cierto es que Xavier Queipo ha situado la acción de su novela -la cuarta entre quince publicaciones en total- en una ciudad que muy bien podría ser Bruselas, una urbe acostumbrada a esa anarquía que no es sinónimo de tragedia, por la que pululan decenas de razas, lenguas y culturas, cuyos habitantes saben mucho de los nuevos modos de relación social que emergen de ese revolútum, y que bien puede tomarse como un personaje más de la obra. De hecho, según asegura su autor, Dragona es, precisamente, unha novela de personajes: «Trátase de inmigrantes chegados dos catro cantos do mundo, de Arxentina e de Hong-Kong, de Escandinavia e de Singapur. Non se sabe chegados a onde, pero, en todo caso, a unha cidade».