Ridley Scott se arriesgó con una de romanos, y al final sus asesores históricos y geográficos le jugaron una mala pasada. Por ejemplo, la herida de Russell Crowe tarda ¡semanas! en dejar de sangrar durante su viaje desde Germania (era primavera y nevaba como en enero) hasta Emerita Augusta (Mérida). En otra ocasión, él mismo se agacha y se asoman unas zapatillas de cordones. Las botas militares similares a las norteamericanas actuales y los vaqueros son también parte del vestuario. Después de esto no es de extrañar que el emperador Cómodo firme unos papeles con un lápiz con goma de borrar. La muerte del propio emperador en la película es difícilmente contrastrable con la historia. Como las flores de bouganvilla, una planta de Oceanía, sobre la tumba de su esposa; o el casco de Crowe que, aunque no tiene sujección en la barbilla, le dura toda la pelea.