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America's Cup

José Vicente Domínguez CAPITÁN DE PESCA Y MARINA MERCANTE

SOMOS MAR

Toni Albir | EFE

16 sep 2024 . Actualizado a las 04:55 h.

Mi mujer debe llevar genes de su abuelo Pepe R. Saavedra, famoso y reconocido constructor naval en la modalidad de carpintería de ribera. El señor Pepe Saavedra diseñó y construyó alguno de los mejores barcos que surcaban los mares de toda España a mediados del pasado siglo.

Su máxima era decir que, «en la mar, lo estético es estable». De ahí que destacase la belleza de sus diseños a la par de cumplir con las prestaciones de la actividad a que se dedicasen. Ver las fotos de la botadura en la Praia do Areal de A Pobra, de un bergantín-goleta de tres palos, es un deleite para la vista. De ahí que, en una secuencia de la regata de la Copa América de vela que se está celebrando en aguas de Barcelona, mi esposa vio uno de aquellos pseudobarcos participantes, exclamó: «¡Que engendro más feo!»

Y creo que lo calificó de engendro con gran acierto. Pues en lugar de barco, parece «una criatura informe que nace sin la proporción debida», tal como la Real Academia Española (RAE) define esa palabra. Sí; eso es lo que parecen los engendros tecnológicos realizados bajo las siglas AC75 (America's Cup 75 pies) que compiten en aguas de Barcelona.

Al oír mencionar el nombre de la regata, acude a mi mente la fidedigna réplica de la goleta América, que tuve ocasión de visitar en Baiona cuando pertenecía al expresidente del Real Madrid, Ramón Mendoza. Nada tiene que ver con estos nuevos diseños y, sería un detalle de respeto para con aquella proeza de la verdadera navegación a vela (tan solo comparable a los Clipper de la ruta del té), no apellidarla Copa América, sino tan solo anunciarla con cualquiera de los nombres comerciales que patrocinan la multimillonaria prueba.

Admito que no es necesario reproducir las características de las embarcaciones que, aquel 22 de agosto de 1851, pudieron ver la victoria de la goleta América circundando la isla de Wight. Y cómo no, como viejo marino clásico que soy, incluso puedo admitir el novedoso diseño de los barcos que participaron en la America's Cup 2000 celebrada en Auckland; en uno de los cuales he tenido la posibilidad de navegar fuera de regata. ¿Por qué lo admito? Porque eran barcos y no engendros movidos por cuasi robots como los AC75 que compiten rozando el agua, que no navegando, en la costa de Barcelona.

Si el abuelo de mi mujer viese como pedalean los tripulantes de tales cosas movidas por el viento, él, que siempre iba en bicicleta, haría que parase el tiempo para no perder la belleza de la navegación clásica.