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Un océano de posibilidades económicas que pide ser gestionado con responsabilidad

Guillermo Elejabeitia MADRID / COLPISA

SOMOS MAR

El Encuentro de los Mares aborda la convivencia entre pesquerías, acuicultura, energía eólica, minería o investigación farmacéutica en el medio marino Costa Adeje

19 jul 2023 . Actualizado a las 12:08 h.

La economía con mayor proyección de crecimiento del planeta es la que se desarrolla en el océano. Plantas de energía eólica, industrias acuicultoras, minería submarina o extracción de recursos genéticos para farmacéuticas conviven en los últimos años con la actividad pesquera -en muchos casos intensiva- para abastecer a un mercado global voraz, sometiendo a los recursos naturales a un estrés inédito en la historia.

Desde las organizaciones ecologistas se aboga por una protección más estricta de los ecosistemas, pero aunque esa fórmula debería servir para salvaguardar los hábitats más vulnerables, parece que lo más realista es llegar a un punto en que el mar pueda acoger diversas actividades económicas, pero que estas se desarrollen con criterios de responsabilidad medioambiental. De eso ha tratado este martes la segunda jornada del Encuentro de los Mares, que reúne en Tenerife a científicos, cocineros, empresas de sectores relacionados con el mar y representantes institucionales.

Una de las más combativas, pero también más optimistas, fue la directora del Programa Mundial Marino y Polar de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, Minna Epps. «Los hábitats marinos se están encogiendo y eso tendrá un impacto socioeconómico en todo el mundo, pero si miramos al océano también encontramos soluciones, especialmente para el cambio climático», afirma una de las mayores especialistas en biodiversidad marina a nivel global. Epps aboga por acabar con las actividades nocivas para el medio marino o relocalizar las estrictamente necesarias en espacios menos vulnerables y por trabajar activamente en la recuperación de ecosistemas, pero también defiende una política de conservación combinada con un uso sostenible.

En ese sentido, representa un paso decisivo en la buena dirección la firma ?tras más de veinte años de negociaciones? del nuevo Tratado de Alta Mar, por el que instituciones, organizaciones no gubernamentales e industrias se comprometen a impulsar un uso responsable del medio marino, favorecer una gestión sostenible de los recursos pesqueros o atajar los vertidos de plásticos que afectan ya a toda la cadena alimentaria. En el horizonte, conseguir que el 30% de la superficie de los mares esté protegida y favorecer en el resto una convivencia sensata. Entre otras cosas, servirá por ejemplo para «impedir que un solo país se apropie de los recursos genéticos marinos para la investigación médica, de la que debe beneficiarse toda la humanidad».

Patentes de cosmética

De esa riqueza genética de la que se aprovecha la biotecnología, la cosmética o la industria farmacéutica versó la ponencia de Jesús Arrieta. Un caudal de información y recursos de la que «no conocemos la mayor parte», pero que conviene proteger aún desde el desconocimiento porque nos pertenecen a todos. Sin embargo, la realidad es bien distinta. «El 70% de las patentes de origen marino corresponden a tres países. Y no solo a pocos países, sino que a pocas empresas. Por ejemplo, el 47% de las secuencias genéticas marinas pertenecen a una sola compañía, con poca participación de estados o universidades». Sin embargo, la legislación en la materia «es muy pobre», lo que se traduce en que «el 60% del océano está sin regular», explica Arrieta. «El acceso a estos recursos no es equitativo».

Otro sector que está viendo oportunidades de crecimiento exponencial en el mar es el de la energía eólica. La proliferación de plantas eólicas en el mar del Norte, por ejemplo, «está provocando la pérdida de hábitats, colisión de aves con las turbinas, contaminación acústica que afecta a la fauna marina, cambios en las corrientes y en la estratificación...», lamentaba la ecologista Marina Eline Van Onselen en el curso de un debate sobre la difícil convivencia entre el sector energético y el pesquero.

En Canarias sin ir más lejos se ha producido una fuerte reacción por parte de los pescadores ante la instalación de molinos que restringen su radio de acción y afectan a sus caladeros. «Hay que entender esa reacción ante la ocupación de unos espacios que entienden como suyos, esa colisión se ha dado por falta de diálogo pero es fundamental acercar posturas», mediaba el catedrático de Antropología Social y director del Instituto de Investigación Social y Turismo de la Universidad de la Laguna, José Pascual.

Lubinas y salmones de acuicultura

También se habló de acuicultura, de la sostenible y de la que no lo es tanto. «Nosotros cuidamos al máximo el bienestar de los peces, con cultivos de baja intensidad en entornos naturales que les permiten desarrollarse con naturalidad», explicaba el biólogo Pedro Sánchez, director comercial de Acuanaria, dedicada a la producción de lubinas de gran porte en el archipiélago. «Hemos tardado 50 años en tener éxito de la noche a la mañana», bromeaba Sánchez en referencia a la popularidad que ha ido ganando la firma entre los chefs.

En la otra cara de la moneda, la sobreexplotación que sufre el archipiélago chileno de Chiloé, centro neurálgico de la producción intensiva de salmón que abastece al mercado global. Su proliferación en las últimas décadas ?alimentada por la voracidad de un público que solo valora muy pocas especies? «está atacando la biodiversidad de uno de los estuarios más ricos del planeta y generando a su paso un problema de contaminación, hasta el punto de que algunas de esas industrias acuicultoras sencillamente abandonan sus instalaciones en el océano cuando se reubican en otro espacio porque les sale más barato que desmantelarlas», explicaba la cocinera chilena Lorna Muñoz.

Ella trata de luchar contra esa inexorable degradación poniendo el foco en su restaurante Travesía sobre otro sinfín de especies autóctonas, pescadas con métodos tradicionales, para potenciar su valor de mercado y generar una alternativa económica para los pescadores locales. «Chiloé es la puerta de entrada a la Patagonia, la industria ya ha tomado todo el archipiélago, no podemos permitir que se extienda más, sería un crimen medioambiental» extender una actividad que «no solo nos afecta en el presente, sino que está hipotecando el futuro de nuestros hijos y nietos».