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Homenaje en Pérez Lafuente: «Entramos como meniñas e saímos como avoas»

Bea Costa
bea costa VILANOVA / LA VOZ

SOMOS MAR

Las sirenas de la fábrica volvieron a sonar en honor a las veteranas jubiladas

21 may 2021 . Actualizado a las 08:31 h.

Durante décadas cruzaron el umbral al golpe de la sirena, temprano y con ropa de faena. Este jueves volvieron a flanquear el portalón de la fábrica con el mismo estruendo, pero esta vez luciendo sus mejores galas, al sol del mediodía y con ex compañeros y ex jefes recibiéndolas con un caluroso aplauso y en pie. Fue el emotivo homenaje que la empresa quiso rendirle a las diez trabajadoras que se han jubilado en los últimos cuatro años después de medio siglo limpiando las viandas que desde Vilanova se venden por el mundo.

Manuela Ventoso Fernández, Inés Rodríguez Nine, María del Carmen Acha Bóveda, Guadalupe Rey Piñeiro, María del Carmen Vidal Armas, Mercedes Diz Padín, Cruces Agra Parada, Teresa Ventoso Viñas, Felisa Torrado y Rosa Vidal Padín -que se jubiló esta misma semana- fueron las protagonistas del día. «Eu case choro», comentaba una de ellas tras hacerse la foto de familia, en la que no faltó Álvaro Pérez Lafuente, que volvió a vestir la bata blanca para tan especial ocasión.

Mucho han cambiado las cosas desde que Lupe, con tan solo once años, tenía que hacer dos veces al día el trayecto desde San Miguel a Vilanova para ir a trabajar, y lo hacía corriendo, porque de otro modo no llegaba a la hora para el turno de la tarde. Hace medio siglo a nadie le sorprendía que niñas que deberían estar en la escuela tuvieran que lidiar con el frío y el duro trabajo en la fábrica para ayudar a la economía del hogar y, con suerte, aún arañaban tiempo para jugar en los columpios. Hasta los años setenta no sabían lo que era cobrar un subsidio y tuvieron que esperar a la década de los ochenta para disfrutar de sus primeras vacaciones. Pese a aquellas penosas condiciones laborales, «nesta fábrica non se portaron mal con nós», dice Mercedes. Sus vidas han estado ligadas al nombre de Pérez Lafuente y ayer se mostraban agradecidas, pero les ha llegado su bien merecido descanso. «Chegamos como meniñas e saímos como avoas», y alguna con hija y nieta recogiendo el testigo.

Casi un siglo de historia de la conserva

La tradición salazonera en Vilanova se remonta a finales del siglo XIX, pero no fue hasta 1932 cuando se fundó la Unión Salazonera, con 250.000 pesetas de capital. Seis años después nació Pérez Lafuente Hermanos y Compañía, con cuatro de sus seis fábricas en Vilanova, y en 1948 se disuelve la sociedad y es Antonio quien se queda con la planta de A Xunqueira, el único hermano que alcanzaría continuidad empresarial hasta el siglo XXI. Tras su fallecimiento se hizo cargo de la empresa su hijo Antonio, que murió joven, pocos meses después que su padre, y la fábrica prosiguió su andadura regida por Álvaro Pérez Lafuente —expresidente de la patronal de la conserva, Anfaco,—; ya con la tercera generación, a principios de este siglo, la empresa tomó nuevos rumbos, priorizado la línea de producción ecológica y de alta gama a través de la marca Pan do Mar. Los preparados de atún, caballa o sardina han ido ganando terreno a la conserva tradicional de marisco —aunque el mejillón sigue teniendo mucho tirón— y la factoría ha encontrado en la exportación su principal nicho de mercado (un 90 % de las ventas).

Por las manos de Inés, Mercedes, Rosa y las demás han pasado las conservas que llegaron a Estados Unidos, Alemania o Francia, elaboradas con el buen oficio que dan los años, algún golpe y corte en los dedos y el uso de una maquinaria que se ha ido modernizando con el paso de los años «aínda que queda algo de pedal». Los tiempos cambian, pero la conserva gallega sigue dependiendo mucho del trabajo manual, como el que durante 50 años hicieron estas mujeres curtidas en el trabajo y en la vida.