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Juanito, el último pastor de la ría de Vigo, cuida de 50 ovejas como terapia y afición

Alejandra Pascual Santiago
alejandra pascual VIGO / LA VOZ

GANADERÍA

Juan Rodríguez Silva, de 53 años, cuida un rebaño de medio centenar de ovejas en los terrenos altos del lugar de Vilas
Juan Rodríguez Silva, de 53 años, cuida un rebaño de medio centenar de ovejas en los terrenos altos del lugar de Vilas Oscar Vázquez

«A xente nova non quere traballar nisto, non hai relevo», señala. El vecino de Vilas, en Gondomar, considera que vive «no mellor lugar do mundo»

07 ene 2023 . Actualizado a las 11:10 h.

«O delas é rodar». Juan Rodríguez Silva se levanta a diario para adecentar prados y senderos de Vilas, en Gondomar, al paso de su rebaño. «Veño pola mañá e despois tarde para dar unha volta. Véxoas por aí porque se quedo na casa, que vou facer?», relata el pastor. Es uno de los últimos precursores en toda la ría de Vigo de un oficio que apenas ha cambiado con el paso del tiempo. «O delas é rodar e comer. E como teñen pouco pasto porque é inverno, andan locas», cuenta.

Juanito, como lo conocen los vecinos de las parroquias limítrofes, tiene la piel propia de quien lleva 53 años trabajando en el campo: «Primeiro foron as cabras, antes que as ovellas». Sus experiencias vitales de la niñez las recuerda dedicado al pastoreo, que ahora ejerce como receta médica, por una dolencia en la ingle. «O médico díxome que teño que pasear, andar moito». Se apoya en un bastón improvisado tallado sobre una caña, que le llega a la altura de la cintura. Ya no ejerce para sacarle provecho económico, porque tiene claro que, a estas alturas, no compensa. «O meu é afición. Non fan dano, limpan os montes... Pero a xente nova non quere traballar nisto, non hai relevo, están noutras cousas. É unha mágoa», lamenta. «Bueno, está David», rectifica. Es su vecino «de vintepico anos» que también dedica parte de la jornada a cuidar de sus cabras. Viven cerca, pero no mezclan los rebaños porque «asustan ás ovellas».

Asimilada la falta de herencia en la profesión, a Juan le estremecen más bien las complicaciones con las que lidia como tesorero de un rebaño amplio y de un perro mastín que no los ha abandonado desde que se dejó caer por los terrenos altos de Vilas. «Agora son poucas. Había un pelotazo. Non collían na cuadra, pero enfermei. Fun a Povisa por unha operación. Cando volvín, quedaban catro. A xente é así. E eran listos. Porque leváronme unhas próximas a parir...». Le cuesta encontrar a alguien dispuesto a dedicarse temporalmente al pastoreo, hasta su regreso. Mucho sacrificio. «Cando desaparece algún, é un rollón. Teño que ir ata a Agraria, en O Porriño, para dala de baixa», explica. El alta lo puede gestionar telemáticamente desde casa, pero vive al margen de las tecnologías.

El pastor cuida de doce recién nacidos
El pastor cuida de doce recién nacidos Oscar Vázquez

El cortizo de la casa de Juan es a la antigua. Mantiene una pila de broza en la entrada, que emplea como colchón. En él, habitan durante tres meses los corderos, hasta que están listos para tomar el rumbo del rebaño y pasarse los días de tramo a tramo, entre el monte Galiñeiro y Morgadáns. «Ás veces chegan alí, ata Prado», destaca Juanito. Estos días, cuida de doce recién nacidos.

El lugar de Vilas, de la parroquia de Morgadáns, se encuentra a unos 400 metros de altitud. Desde su casa ve toda la ría, con las islas Cíes al fondo. «O de Vigo está ben, pero aquí se vive mellor que en ningún lugar do mundo», presume. Lo dice por la falta de contaminación y los extensos paseos que puede orquestar diariamente junto al rebaño. Tiene claro que este es su lugar en el mundo y se empeña en cuidarlo. El pasado mes de septiembre, recibió a una pareja de jubilados de la ciudad alemana de Hamburgo. El vecino de toda la vida lo cuenta con satisfacción.