La explotación, dirigida por Manuel Bandín, hace vino «coma se fixo sempre»
12 mar 2022 . Actualizado a las 11:09 h.La historia de Torres Augusti es la historia de una pasión: la que Manuel Bandín siente por producir su propio vino. Se le nota cuando dispone las copas en las que va a servir sus caldos, en la inquisitiva mirada con la que analiza a quien le da el primer sorbo, en la sonrisa de orgullo que se dibuja en su rostro cuando recibe como respuesta un gesto de rotunda aprobación. El secreto de su vino, dice, es no tener secreto: «Nós seguimos facendo o viño coma se fixo sempre», señala este bodeguero de Valga.
Su historia en este mundo arrancó, sin que él lo sospechase, en su infancia. En su casa, como en la mayoría de las casas de la Galicia rural, se producían caldos de mayor o menor calidad para el autoconsumo. Años después, su padre le cedió una parcela, «unha finca forte, de xabre», en la que, con el siglo XXI llamando a la puerta, plantó albariño y caíño. Durante los primeros años, vendió su uva a quien se la pagó. Hizo negocio, pero no se sentía ni cómodo, ni a gusto. Así que comenzó a elaborar su propio vino. Y en ese momento descubrió Manuel Bandín su gran pasión.
Tras unos arranques titubeantes, decidió crear su bodega. Eligió para ello el esqueleto de una vieja granja de terneros de su Cordeiro natal. Ahí sigue, justo al lado de una finca en la que crecen parte de sus viñas. «O nome, Torres Augusti, vén das torres de Catoira. Eu quería poñerlle un nome vinculado a esta zona, pero en Valga estiven mirando e non atopei ningún que me gustara». Cuando iba a sacar su primera cosecha, pensó en llamarle al vino igual que a la bodega, «pero puxéronme pegas polo coñac Torres 10. Así que lle puxemos Castellum Augusti». Para bautizar su segunda elaboración eligió Pepe Cabanas, «en recordo do pai da miña muller», que pasó por varias cárceles franquistas y al que le hizo un retrato a vuelapluma Llerena, «que foi colaborador de Isaac Díaz Pardo». Aquel dibujo ocupa, ahora, la etiqueta de las botellas.
Presentar sus vinos como se merecen es algo que apasiona a Manuel Bandín. Casi tanto como compartirlos. «O meu viño é amarelo, como era antes o viño», dice. Tiene un color intenso que se obtiene al dar la uva más tiempo de maduración, «o que fai que a cáscara lle dea un ton máis intenso». Además, el vino pasa nueve meses en cuba, sobre sus lías. «Logo filtrámolo, embotellámolo, e deixámolo polo menos seis meses en botella», recalca.
El resultado, explican los críticos, es un vino «equilibrado, grueso y espeso». «Aromáticamente —dice la web de la bodega— es generoso con las frutas de hueso como el melocotón y el albaricoque, acompañado de toques de hierba fresca». Y se recomienza como acompañante ideal para carnes blancas, pescados y conservas. O para tomar solo, brindando por una buena razón.
Los vinos de Torres Augusti se distribuyen a varios puntos de Galicia, Asturias, Madrid, Marbella, Menorca, Ibiza, y en estos momentos intenta abrirse paso hacia Barcelona y Francia. Teniendo en cuenta que de la bodega salen unas 9.000 botellas cada año, «tampouco temos para moito máis», en palabras del bodeguero de Valga, que no aspira a hacerse rico con esta actividad. Le basta dice, con tener sus viñas, con salir cada mañana a revisarlas y a comprobar que todo está en orden, con darles los cuidados que necesitan cuando los necesitan... «As cepas téñoas eu da miña man, ao meu xeito», dice el bodeguero al que en varias ocasiones le han reconocido su trabajo con premios —sus vinos fueron oro varios años en la Guía de vinos, destilados y bodegas de Galicia— y con excelentes valoraciones en la guía Peñín, donde siempre se queda por encima de los noventa puntos. Pero el reconocimiento que más le gusta es que en los bares en los que se sirve su albariño, muchos clientes se refieran a él como «el vino de oro». Y ese sí que es un honor.
Una de las cinco empresas que forman la IXP Terras de Barbanza e Iria
Las cepas de vino plantadas y cultivadas por Manuel Bandín no pudieron entrar a formar parte, en su día, de la DOP Rías Baixas. Está convencido de que «foi unha cuestión política. Aquí non tiñamos políticos fortes que tirasen polo tema e quedamos fóra», sentencia. Hace unos años, su bodega se incorporó a la indicación geográfica protegida Terras de Barbanza e Iria, y es de momento la única de las cinco empresas que se trabajan con ese sello en la orilla sur del Ulla.
Según los datos de la Xunta de Galicia, durante el año 2020, esa IXP amparaba la producción de 8,2 hectáreas, una superficie que se podría ampliar si salen adelante los planes del Concello de Valga para crear un parque agroforestal. De la indicación geográfica forman parte diez viticultores y cinco industrias transformadoras. Se mueven en total 57.899 kilos de uva, con los que se fabrican 29.768 litros de vino y que producen un movimiento económico de 113.130 euros.