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«Agora xa non fala Manolo»

xosé m. cambeiro SANTIAGO / LA VOZ

AGRICULTURA

A muchas asociaciones de mujeres rurales «as están matando», dice

10 oct 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Marisa Diéguez trabajaba en el movimiento rural femenino de Lalín, dentro de Extensión Agraria, cuando Garrido Valenzuela la trajo a Santiago. Por entonces, empezaba a germinar la Federación de Asociacións de Mulleres Rurais. Lalín vivió la gestación de la primera entidad, aunque la de Urdilde, presidida por Lourdes Gómez, se adelantó en los trámites y fue la primera que nació. En el año 93 la situación del rural gallego, caracterizada por la carencia de infraestructuras básicas, disfrutó de ciertos avances en la redes telefónica y de alumbrado.

Al propio tiempo, muchas mujeres se formaron en dinamización y en el logro de un mejor rendimiento profesional y social, así como en actividades nuevas y muy aprovechables como la ayuda a domicilio.

Marisa encontró en su llegada a la capital «un Lalín máis grande» y una ciudad «moi acolledora» y hospitalaria con los visitantes. «A poboación de Santiago merece un homenaxe dos hosteleiros», comenta.

La Presidenta de las Mulleres Rurais acentuó su misión de potenciar el asociacionismo femenino, la formación y la autoestima. «A muller rural antes calaba. Dicía que falara Manolo. Pero era un poder oculto en toma de decisións e papel dinamizador». Ahora a menudo no habla Manolo, sino ella. «A muller rural xa poder ser titular de explotacións. Ten unha autonomía máis grande». Y puede estar en órganos de dirección. Marisa ejemplifica con la cooperativa Melisanto, donde las mujeres desempeñan un papel vital.

El fortalecimiento de la autoestima es básico: «A muller ten que saber que está traballando aínda que estea na casa». Muchas todavía no son conscientes de su función.

¿Y esa etiqueta de movimiento derechoso que les cuelgan? «Sempre tivemos a etiqueta de PP. O certo é que Fraga nos apoiou, pero tamén nos prestou un apoio importante Suárez Canal. Co bipartito foinos ben. As asociacións son apolíticas. O que quere a muller rural é que a apoien».

Eso sí, las mujeres rurales son conservadoras en el legado que defienden y traspasan. «As tradicións orais e os valores do rural transmitíronos elas. Niso son conservadoras. Pero a carón diso son innovadoras», enfatiza Marisa Diéguez.

En el actual escenario de crisis, no le gusta que las administraciones financien bailes de salón, actividades de ocio o iniciativas inadecuadas: «Hai que priorizar e dedicar gastos que redunden en formación, información e creación de emprego».

«Un home que escoita»

El problema es que hay asociaciones que venden mejor y reciben sustanciosas ayudas, mientras que otras que sudan la camiseta se ven marginadas. Ahora mismo hay 122 asociaciones de mulleres rurais en la federación gallega. «Moitas están mortas porque as están matando as administracións, que priorizan outras cousas», lamenta Marisa. En las próximas fechas, mantendrá un encuentro con el conselleiro Samuel Juárez para trasladarle las «inquedanzas» del rural. «É un home que escoita e toma nota», dice. Lo interesante será conocer el camino de lo anotado.

Durante el Xacobeo Marisa fue a otra consellería y planteó la puesta en marcha de puntos de información rural, que ella misma bautizó como PIR, para auxilio de las mujeres que se dedican a la hostelería en el Camiño de Santiago. Hubo receptividad y una pronta despedida del invento: «Dixéronme: o PIR, pirirí».

Marisa demanda que los servicios les lleguen a las mujeres «a pé de obra» y que se le faciliten las cosas. Por cierto, cuando vienen al Hospital Clínico se encuentran sin aparcamiento o con las plazas caras del subterráneo. Lanza una dura protesta.

«Santiago é unha cidade pequena, tranquila e culta. Non me gustan as cidades grandes e esta é unha semialdea a nivel de trato humano». Está meridianamente clara la contaminación rural de Marisa Diéguez en sus preferencias. Le encanta pasear por las rúas viejas y airear sus pulmones en la Alameda. También hablar y orientar al despistado. Mientras se desarrolla este encuentro periodístico, frente a su preciada Alameda, en compañía de su marido Pedro y de su hijo Fernando, Marisa se levantó un par de veces para encaminar a turistas con pinta de extraviados. Más de una vez, cuenta, se tiene subido al coche con ellos para llevarles a su destino.

«Os que veñen aquí teñen que levar unha boa imaxe de Santiago, porque esta cidade vive do turismo», justifica. Lo malo es que muchos visitantes llegan, entran en la catedral y se van: «Espero que a Cidade da Cultura incida para que se queden polo menos para comer, e se é posible pernoctar. Se isto se enfoca ben, o turista pode pasar dous días en Santiago».

El saturado tráfico le repele: «Esta cidade non está feita para iso». Reivindica la bicicleta y el carril bici, como en la Europa más saludable. Y la caminata, que la ciudad se presta. ¿Y la periferia rural? «Os cinturóns das cidades son malos, porque non son rurais nin urbanos», dice antes de destacar algo que le parece inconcebible: «No rural de Santiago chamoume a atención a carencia de servizos básicos que Lalín xa tiña. Hai sitios sen luz, e iso na capital de Galicia non se sostén».

A las mujeres de la periferia que trabajan en la agricultura les aconseja especializarse y atraer a la gente a sus lugares: «Aquí na cidade son víctimas do regateo e malvenden o producto».