Los investigadores ya no se conforman con publicar: «La sociedad exige algo más que hacer buena ciencia»

Mila Méndez Otero
m. méndez A CORUÑA / LA VOZ

SOCIEDAD

CESAR QUIAN

17 mar 2023 . Actualizado a las 10:24 h.

«El coste del desarrollo de un fármaco está por encima de los 2.000 millones de euros. Y eso, con suerte. Hay muchos que fallan. ¿Quién se acuerda de las vacunas de Janssen o AstraZeneca?». La afirmación y la pregunta son del investigador y fundador de Inbiomotion, Roger Gomis. El catalán fue uno de los invitados en las jornadas Translation of Sciencie into Innovation, que se celebraron ayer en A Coruña.

El encuentro, promovido por los investigadores gallegos María Mayán y Antonio Vicente Ferrer, reunió a un grupo de científicos y emprendedores en el campo biotecnológico para debatir sobre una necesidad apremiante: despertar el interés de las empresas y la industria locales para que inviertan en los hallazgos conseguidos en los laboratorios, y para que su traspaso a la sociedad sea «eficiente», en palabras de Mayán. «Queda un largo camino», deslizó la investigadora jefa de grupo del Inibic.

Pero, para dar el salto del microscopio al paciente, también es necesario que los propios investigadores cambien el chip. Que su meta no sea únicamente la publicación de un artículo científico, sino la comercialización de un tratamiento o un kit diagnóstico. «La sociedad nos exige que, además de hacer buena ciencia, los hallazgos tengan repercusión en ella. Y, para llegar al paciente, alguien tiene que ganar dinero, si no, el coste es inasumible», expuso Gomis. Su empresa, surgida de un descubrimiento en el laboratorio, espera poder comercializar en unos meses un fármaco para intentar prevenir la metástasis en el hueso de pacientes proclives con cáncer de mama.

Quien sí tiene ya su producto en el mercado internacional es la compostelana Celtarys Research, creada hace dos años y en la que trabajan siete personas. Entre ellas, está el químico y profesor de la USC Eddy Sotelo, quien dio con un método de síntesis química. «Trabajamos en él ámbito de reactivos de investigación para el proceso del descubrimiento de fármacos a través de sondas fluorescentes», explica la directora general de la compañía, Sonia Martínez Arca.

Sus clientes son empresas farmacéuticas o biotecnológicas, así como otros grupos de investigación. «Cada vez hay más científicos con esta inquietud, que no se conforman con publicar un artículo. Hace unos años quizá eran más reacios, vivían en su mundo centrado en la investigación», contó Martínez Arca.

El director de la vasca Hawk Biosystems, Fernando Aguirre, destacó que «es importante que el ecosistema empresarial que rodea a las universidades y laboratorios sea lo suficientemente permeable para posibilitar la transferencia». Ellos han desarrollado una tecnología microscópica para las biopsias cuya meta es afinar en la diana de los tratamientos oncológicos. Empezaron en el 2018 y tienen el prototipo que esperan comercializar a finales de año. Su crowdfunding, por cierto, sigue abierto en capitalcell.es.

Por este orden, los científicos y empresarios Roger Gomis, María de la Fuente, Sonia Martínez Arca y Fernando Aguirre. Ayer participaron en el evento realizado en el Colegio Oficial de Médicos de A Coruña sobre transferencia científica
Por este orden, los científicos y empresarios Roger Gomis, María de la Fuente, Sonia Martínez Arca y Fernando Aguirre. Ayer participaron en el evento realizado en el Colegio Oficial de Médicos de A Coruña sobre transferencia científica CESAR QUIAN

Una jornada llena de casos prácticos, de biomarcadores a emulsiones de nanopartículas

Además de ciencia, los estudiantes de grado deberían recibir alguna formación básica en gestión empresarial. A veces, también hay que saber desprenderse y recurrir a expertos externos a la hora de constituir una empresa en la que desarrollar los hallazgos conseguidos.

Unos puntos sobre los que la investigadora jefa de grupo del IDIS de Santiago María de la Fuente hizo un matiz. «Hay muchas posibilidades de transferir. No es una responsabilidad solo del científico. Tampoco una obligación. Hay quien se dedica a la ciencia básica», defiende la cofundadora de Diversa, creada en el 2022 y que emplea a seis profesionales. «Las instituciones con oficinas de transferencia también deben detectar el valor de lo que se investiga», alegó.

«Desarrollamos una tecnología que se utiliza para llevar el fármaco a su zona de acción de una forma eficiente y segura. Esto puede favorecer el desarrollo de nuevos medicamentos. Cogemos moléculas que tienen un problema de liberación y las asociamos a nuestros nanovehículos. En nuestro caso, transferir era la evolución natural», concluyó.