Afirman que deben utilizarse con criterio y en muy contadas ocasiones
12 jul 2022 . Actualizado a las 08:55 h.Andar de tacones está cada vez más extendido. Presentan una mayor variedad de formas, alturas y anchuras. Pero su uso no siempre es bueno. Así lo recuerda el Colexio de Podólogos de Galicia (Copoga), que advierte que deben utilizarse con criterio y en contadas ocasiones a lo largo del año, dado que suponen un aumento de los riesgos tanto para el pie como otros derivados a nivel general. Además, son elementos que producen mayor inestabilidad, causando caídas y lesiones como esguinces o distinta presión en los pies.
Uno de los problemas derivados del uso de tacones es la superficie de contacto con el suelo. Si el tacón es de aguja, es más frágil y tiene un mayor riesgo para el pie.
Además, se produce un desplazamiento de las presiones que sufre el pie que dependen principalmente de la altura del tacón. A mayor altura, mayor peso va a soportar la zona anterior, lo que genera complicaciones físicas, como la deformación de la bóveda del pie o el acortamiento de los gemelos. También explican los podólogos que su uso tiene consecuencias para los dedos, ya que al tener la zona anterior más baja que el talón se da un desbalance en los tendones del dorso y de la planta, generando una sobrecarga y deformaciones, como son los dedos en garra o en martillo.
A mayores, la posición en la que está el pie puede producir helomas (callos), debido al roce de los dedos, o ampollas.
Los podólogos señalan que las consecuencias del uso de tacones no se reducen exclusivamente al pie, sino que pueden afectar también al tobillo, las rodillas, la cadera, la espalda e incluso la postura corporal. Por ejemplo, la máxima flexión de la cadera disminuye conforme aumenta la altura del zapato para quienes están acostumbrados, pero ocurre al revés para quienes no lo están.
En cuanto a la rodilla, la máxima extensión disminuye con la altura, mientras que en el tobillo la adaptación es diferente en cada pie, lo que se junta con la exageración de la flexión dorsal al caminar descalzo. A esto se suma una mayor fatiga por al aumento del gasto energético que supone llevar tacones, ya que existe mayor balanceo en la postura y mayor frecuencia de pasos, dado que se vuelven más cortos.
En verano, donde los paseos son más habituales por las vacaciones, tampoco resultan demasiado aconsejables.