El virus de Epstein-Barr no es la causa ni el origen de la esclerosis múltiple

Gabriela Consuegra
Gabriela Consuegra REDACCIÓN / LA VOZ

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Los expertos señalan que es un factor correlacional, pero no determinante

15 ene 2022 . Actualizado a las 10:14 h.

En España hay alrededor de 50.000 personas diagnosticadas con esclerosis múltiple (EM). Posiblemente, muchas de ellas ya habrán leído sobre un novedoso estudio publicado en la revista Science había determinado que el virus de Epstein-Barr (VEB) era el causante de la enfermedad que padecen. Y ciertamente, la investigación liderada por la Universidad de Harvard, que analizó los datos de más de diez millones de reclutas militares en Estados Unidos, determinó que de los 955 efectivos que fueron diagnosticados de esclerosis múltiple durante su período de servicio, casi el 100 % había estado expuesto al virus que causa la mononucleosis. ¿Pero establece esto una relación directa, causa y efecto, entre haber tenido el virus y desarrollar la enfermedad? No. Por lo menos es lo que opinan los expertos consultados por La Voz, que insisten en que la EM es una enfermedad multifactorial.

Que hay una correlación entre el virus que causa la enfermedad del beso y la esclerosis múltiple no es novedad. De hecho, José María Prieto González, jefe del servicio de Neurología del Hospital de Santiago, recuerda que esto se sabe desde hace más de 20 años, «si bien este estudio seguramente lo corrobora, en caso de que hubiera alguna duda». El problema es que la enfermedad «no es producto de un único factor, y esta es la mala lectura que se ha hecho del estudio».

En la misma línea, Miguel Ángel Llaneza, Coordinador del Grupo de Estudio de Enfermedades Desmielinizantes de Sociedad Española de Neurología, insiste en que el VEB «es un factor necesario, pero no es capaz de dar lugar al desarrollo de la enfermedad por sí solo, de forma exclusiva». ¿Por qué? Porque alrededor del 90 % de la población ha tenido contacto con el VEB, de manera que, si fuera el factor desencadenante, «la enfermedad tendría que ser mucho más frecuente».

Esto apunta, según Llaneza, a que intervienen otros factores determinantes. Y se han estudiado muchos: «Desde la vitamina D hasta la radiación ultravioleta, el consumo de sal y el tabaquismo», recuerda el experto. Sin embargo, de momento ninguno se ha probado como un componente inequívoco. Y el virus de Epstein-Barr no es la excepción, ya que, de hecho, «hay otros estudios que no apoyan esa relación».

Ambos especialistas señalan, por ejemplo, que se han estudiado fluidos cerebrales o de pacientes con esclerosis múltiples (postmortem), como el líquido cefalorraquídeo, y no se han encontrado partículas del VEB. «Parece raro que algo que causa la enfermedad no deje rastros en el propio tejido del sistema nervioso central», señala Llaneza. De manera que, en su opinión, es necesario ser prudente antes de sacar conclusiones a partir de la investigación publicada por Harvard.

Ni se contagia, ni se hereda

Por otra parte, y para evitar malas interpretaciones que se puedan desprender de este estudio, Prieto es claro y afirma que, contrariamente a lo que sucede con la mononucleosis, «la esclerosis múltiple no es una enfermedad infecciosa y, por tanto, no se contagia ni se hereda». En la misma línea, aclara que «no por haber tenido la enfermedad del beso en algún momento, una persona va a desarrollar esclerosis múltiple».

Sobre si a partir de esta investigación se podrá poner en marcha una vacuna que evite el desarrollo de la esclerosis múltiple, Prieto afirma: «Hoy por hoy, no. Lamentablemente el hecho de que se pueda generar una vacuna contra el Epstein-Barr (que en la actualidad tampoco existe) no significa que gracias a ella vaya a disminuir la prevalencia de la esclerosis múltiple». Y en relación con las dianas terapéuticas, lo mismo, aunque el experto del CHUS recuerda que Galicia dispone de todos los fármacos que hay en el mundo para tratar la enfermedad.

Entonces, ¿cuál es la importancia de este trabajo? Que fue realizado por un grupo de investigadores potente, que estudia un volumen muy grande de pacientes y aporta datos robustos. «Da más pistas sobre la causa y el desarrollo de la enfermedad», dice Prieto. «Será interesante determinar si los resultados son replicables tanto en poblaciones similares como en grupos con características diferentes», añade Llaneza.