Un proceso complejo que se prolongará meses

La Voz

SOCIEDAD

07 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

«La receta de una vacuna no es la de la tortilla de patatas». La frase de Federico Martinón, jefe de pediatría del Chus de Santiago y asesor de vacunas de la OMS, ejemplifica la dificultad de producir este tipo de terapias preventivas. No solo hace falta el ingrediente de la patente, sino también el conocimiento, la tecnología, el personal adecuado y una fuerte inversión. Esta es también la teoría de Esteban Fernández, CEO de Biofabri, la empresa de O Porriño que está produciendo la profilaxis de Novavax. «La fabricación industrial de una vacuna no se improvisa», subraya. Y recuerda que la fábrica suiza Lonza tuvo serias dificultades para contratar a 200 profesionales que necesitaba para fabricar los ingredientes de la vacuna de Moderna, con la que había llegado a un acuerdo.

Este es el escenario con el que se encontrarían las fábricas de distintos países del mundo que deseen fabricar la vacuna contra el covid si finalmente se liberan las patentes. Primero, habrá que llegar a un acuerdo, luego establecer las condiciones de la cesión de la patente y de la transferencia tecnológica y más tarde aún vendrá el engorroso trabajo de adaptar las plantas y de especializar al personal para la fabricación de las dosis en las condiciones de calidad y seguridad exigidas por las autoridades regulatorias. Un proceso que se alargará mínimo durante meses.

Pero, pese a todas las dificultades, Vannesa López, directora de Salud por Derecho, sí cree que será posible y que será la única alternativa para lograr la inmunización de los países en desarrollo en un plazo razonable. «Existe otro modelo posible alternativo al monopolio de las grandes farmacéuticas, ya que también hay que tener en cuenta que muchas de estas empresas recibieron fuertes inversiones de los gobiernos para desarrollar sus productos. El objetivo debe ser acelerar la vacunación mundial y podrían reconvertirse fábricas que se dedican a otras vacunas», explica.

Una postura radicalmente contraria es la de la Federación Internacional de Asociaciones de Fabricantes de Productos Farmacéuticos, que asegura que la exención de las patentes es «la respuesta simple, pero equivocada, a lo que es un problema complejo»