Laura «Carballo», enfermera del CHUAC: «O medo telo sempre, pero non me impide facer o meu traballo»

R. D. Seoane A CORUÑA

SOCIEDAD

Miembro del equipo que vio al caso cero de Galicia, Laura llama a cumplir las normas para «non ir a peor»

11 abr 2020 . Actualizado a las 19:18 h.

Hace diez años que es vecina de A Coruña, pero lleva su tierra en el nombre. Aunque es García Penedo, todos en Urgencias del Chuac la conocen como Laura Carballo, una enfermera que se encontró con el coronavirus «cando empezou todo, cando a cousa aínda non era tan grande, nin eramos tan conscientes do que viña», reflexiona ahora.

Fue hace apenas cinco semanas, pero aún había quien se aferraba al aislamiento de la periferia porfiando en una impenetrable Galicia. Pero sí, el virus se infiltró y llegó. Viajó en el hombre de 49 años que vino de Madrid a una entrevista de trabajo en un coche compartido. Y ella fue una de las que recibió, aquel lunes 2 de marzo, al paciente cero cuando todavía nada hacía sospechar que traía consigo el bicho. «Non fun a única, eh! Eu só botei unha man», insiste con más interés en que se hable de lo vital de protegerse y confinarse que de su encuentro casi casual con el origen de la pandemia en Galicia. Aquel primer positivo se confirmó el día 4 e inició una escalada rápida que a ella, como a los compañeros que atendieron a aquella víctima inaugural, la obligó a marcar un paréntesis de 14 días.

En 14 días todo cambió

A la vuelta de su encierro preventivo «todo cambiara por completo; cando marchei a urxencia era a de sempre e cando volvín a disposición e a forma de traballar eran distintas, houbo que adaptarse ó COVID-19», señala Laura. Los contagiados ya no eran casos contados y hasta físicamente su centro de trabajo estaba distinto, con circuitos diferenciados, rostros cubiertos y preocupación en quienes llegaban temiéndose lo peor. «Nós somos a porta de entrada», explica en alusión al umbral del hospital que cruzamos cuando la enfermedad apura de verdad.

«As cousas estanse facendo ben», recalca sobre el esfuerzo por poner barreras a la propagación y la entrega de «todos os servizos, e deste en especial, a xente aporta moito e sempre hai quen che bote unha man».

Desde esa misma zona cero, a la que regresó en cuanto acabó su aislamiento total, asegura encontrarse «ben, sufrindo a alerta, pero ben». Ya parece lejano aquel impacto inicial. Los primeros días reconoce que «estaba moi asustada, tiña medo de contaxiar á miña compañeira de piso, tiña medo pola incertidume de que a enfermidade fose a máis... e meus pais son os que máis asustados estaban, e aínda seguen, se cadra aínda máis, chámanme tódolos días». No le extraña tampoco, porque «non deixan de ser pais». Para el más protector de los instintos nunca existen garantías suficientes.

El bien mayor

Ella, por sí misma, los suyos y los demás, predica con el ejemplo. A diario colocándose su EPI (equipo de protección individual) y en su encierro siguiendo a rajatabla las precauciones aún cuando el test dio negativo. «Estaba metida na miña habitación co meu baño, só saía e con mascarilla para comer soa con pratos separados que lavaba aparte e a miña basura tamén ía aparte». Reconoce que por momentos sintió el agobio de un piso sin balcón y bromea incluso con que «a miña nai díxenlle que non sei como é cometer un delito e non o penso saber porque eu para o cárcere non vou; estiven pechada na casa e xa se me fixo moito». Aún así, insiste en que todos cumplan las indicaciones porque «é duro, pero é para un ben maior, mellor iso que todo vaia a peor». Esa es su reflexión cuando ya ha percibido lo asustada que está la gente en que las emergencias se han ido vaciando de aquellos no tocados por el COVID. Los temores, más que nunca, son compartidos y se hacen propios.

«O medo telo sempre, pero non me impide facer o meu traballo», aclara antes de apuntar hacia otros: «Supoño que coma o que ten que ir ó seu posto no súper, protéxeste todo o tempo, pero o respecto á enfermidade está aí». No sin cierto pudor, sentencia con un «para iso estamos» cuando se reconoce la labor de los que, como ella, ejercen mucho más que un trabajo. «Hai que aguantar, ser forte e tirar para adiante, e punto». Y con esa determinación, Laura aspira a un punto y final para ver a sus padres y caminar. De Baldaio a Razo y de Razo a Malpica. «Vou pasealo todo coa miña nai!», promete.