Un griterío de pelotas... de tenis

SOCIEDAD

Según un estudio, los gritos interfieren o dificultan la capacidad de los tenistas a la hora de determinar cuán profundo es el golpe

08 may 2019 . Actualizado a las 16:52 h.

Aficionado como soy al tenis e inmersos como estamos en plena temporada de tierra batida, he de confesar que estos días, y aprovechando que la televisión pública emite en abierto los dos torneos nacionales -Godó y Mutua Madrid-, invierto muchos de mis ratos libres en disfrutar del máximo de partidos. Y no deja de llamarme la atención que cada vez sean más los jugadores y jugadoras que gritan hasta la afonía con cada golpe. De hecho, algunos jugadores se desgañitan hasta el extremo de igualar en decibelios a los de una motocicleta o una sierra eléctrica.

Una conducta, hábito, o vicio que, si la memoria no me falla, hace unos cuantos años, en la era a.R. (antes de Rafa), resultaba más bien excepcional. No me suena que gente como Lendl, Edberg, Wilander, Chris Evert o Navratilova se caracterizase por ello. Y precisamente, Navratilova es una de las tenistas que más se ha pronunciado en contra de esta aberrante actitud, que a su juicio debería prohibirse o sancionarse, alegando que dificulta la capacidad de predecir la trayectoria que va a seguir la bola al interferir y no dejar oír el sonido del impacto de la raqueta con la misma.

Y lo cierto es que, al menos en parte, le asisten la razón y un estudio recientemente publicado en el que investigadores austriacos de la universidad de Jena han puesto de manifiesto, de forma experimental, que algo de eso hay. En concreto, han constatado que los gritos no afectan de forma significativa a la hora de predecir la dirección de la bola. Pero sí interfieren o dificultan la capacidad del «oyente» a la hora de determinar cuán profundo es el golpe. Ya que el oponente asume que va a ser tanto más profunda cuanto más potente sea el grito. Una asunción que a su vez se vincula a la evidencia de que, como se han encargado de demostrar estudios previos, exhalar aire de manera violenta a la hora de impactar en la bola, activa y tensa los músculos abdominales, lo que a su vez aporta un plus de potencia al golpeo. Detalle que, seguramente, todos los jugadores han experimentado en primera persona.

Así que ahí dejo la duda de si los tenistas -o mejor dicho, si cada uno de ellos- grita para liberar tensión o como forma de automotivarse, tal como apuntan los psicólogos deportivos; para imprimir más fuerza a la bola; o si, en ocasiones, también lo hacen para engañar al adversario y dejarle clavado con una dejada.